¿Es posible reducir el impacto ambiental del concreto sin afectar su calidad? Esta investigación explora cómo los materiales reciclados pueden transformar la industria de la construcción, alineando así la ciencia con el compromiso cristiano por el cuidado de la creación.

Cada edificio que habitamos y cada camino que recorremos tiene en sus cimientos un material clave: el concreto. Pero pocos saben que su producción representa una de las mayores fuentes de emisiones de dióxido de carbono (CO₂) a nivel mundial. Frente a esta realidad desafiante, ¿es posible construir sin destruir?
Desde la Escuela de Construcción Civil de la Facultad de Ingeniería UC, en colaboración con el Fondecyt, desarrollamos una investigación orientada al diseño de concretos sustentables, que integran residuos industriales y de construcción como materias primas. Este enfoque busca reducir el impacto ambiental del concreto sin comprometer sus propiedades estructurales —de manera que no sólo sea resistente, sino, además, justo con la Tierra y las personas—, respondiendo a una motivación más profunda: poner el conocimiento técnico al servicio del bien común y del cuidado de la creación, como propone la encíclica Laudato si’.
¿Qué hay detrás de cada mezcla? Esta investigación evaluó el uso de la escoria de cobre (CS) —subproducto de la industria minera— como reemplazo parcial del cemento, y del agregado reciclado (RCA), proveniente de escombros de edificaciones, como sustituto de la grava tradicional. Se diseñaron cinco mezclas, con 15% de CS y distintos porcentajes de RCA (0%, 20%, 50%, 100%).
En la bula Spes non confundit, el papa Francisco fue claro al decir que “la esperanza cristiana no es evasión, sino pasión por lo posible”, y los resultados de la investigación no defraudaron: la mezcla con 15% de CS y 20% de RCA mostró mejoras en la resistencia a tracción y flexión respecto del concreto convencional, y redujo las emisiones de CO₂ hasta un 6% si se obtenían materiales localmente1.
Estas propiedades se evaluaron no solo a los 28 días de curado, sino también a los 180, lo que permitió observar el desarrollo progresivo de las mezclas. Y no sólo eso: el uso de CS aportó a una menor porosidad y mejor comportamiento frente a la absorción capilar a largo plazo2.
En el caso del RCA, si bien su uso total reduce las propiedades mecánicas del concreto, su incorporación parcial (hasta un 20%) resulta técnicamente viable y ambientalmente beneficiosa. Es decir, el concreto propuesto genera menor huella ambiental y mejores condiciones sociales, en especial, cuando los materiales se obtienen localmente.

Cuando la ciencia se pone al servicio del bien común
La industria de la construcción consume recursos naturales a gran escala y genera una alta huella ambiental. Encontrar alternativas que revaloricen residuos y reduzcan la demanda de materiales vírgenes es clave en la transición hacia modelos más sustentables. Con este proyecto se buscaba ir más allá de la propuesta técnica, convirtiéndolo en testimonio de cómo la ciencia puede ponerse al servicio de un mundo más humano y sustentable.
Desde la perspectiva cristiana, esta propuesta se alinea con el llamado a vivir una ecología integral, donde el desarrollo tecnológico no sea ciego a sus consecuencias ambientales y sociales. Tal como afirmaba el papa Francisco: “No hay ecología sin una adecuada antropología”3. Eso implica repensar nuestras prácticas desde una mirada ética y solidaria. El concepto de “concreto verde” no es solo una etiqueta comercial, es un llamado a repensar nuestra forma de hacer, reconociendo que lo que construimos deja huella no solo en el suelo, sino también en la vida de las personas y del planeta.
Este trabajo es una muestra de cómo el diálogo entre ciencia, fe y conciencia ambiental genera conocimiento útil, que transforma realidades y aporta al bien común. Como ingenieras e ingenieros formados en una universidad católica, estamos llamados a ofrecer soluciones técnicas que respondan a las necesidades del presente sin comprometer la vida futura del planeta, respondiendo a la invitación de Dios (Gn 2:15) a cultivar y cuidar lo que se nos ha confiado.
Desarrollamos una investigación orientada al diseño de concretos sustentables, que integran residuos industriales y de construcción como materias primas.
La palabra griega agazosune, uno de los frutos del Espíritu Santo mencionados en el Nuevo Testamento, representa la bondad activa, el impulso de hacer el bien, buscar lo correcto y aspirar a lo excelente en favor de los demás. En el ámbito de esta investigación sustentable, agazosune se traduce en una ética del conocimiento, orientada no solo a generar resultados científicos o técnicos, sino además a procurar el bienestar de las personas y del entorno. Implica desarrollar soluciones que respondan a las necesidades reales de la sociedad, que sean respetuosas del medio ambiente y que estén comprometidas con la equidad intergeneracional.
Así, quien investiga con una perspectiva sustentable, actúa movido por esa misma bondad que impulsa a agazosune: no busca solo eficacia o innovación por sí mismas, sino el bien mayor y duradero para otros, especialmente, para los más vulnerables y para las generaciones futuras.
Notas
- Caballero Arredondo, P. et al. (2024). Valorization of Recycled Aggregate and Copper Slag for Sustainable Concrete Mixtures: Mechanical, Physical, and Environmental Performance. Sustainability 16, 11239. https://doi.org/10.3390/su162411239.
- Ibid., sección 3.6. 3. Francisco (2015). Laudato si’: Sobre el cuidado de la casa común. Vaticano, nro. 118.
- Francisco (2015). Laudato si’: Sobre el cuidado de la casa común. Vaticano, nro. 118.