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Hablar de la muerte con niños y niñas

En términos generales, hay unanimidad en la importancia de hablar con los niños y niñas (NyN) sobre la muerte. Porque es una experiencia fundamental de toda existencia humana tal como la sexualidad, la política o la fe, pareciera evidente incluirlos en esta conversación. Pero es aquí donde empiezan las complicaciones: ¿Qué decirles? ¿Quién debe hablar con ellos? ¿Cómo tratar el tema de la muerte? Pareciera que los adultos no tenemos respuestas claras para estas preguntas.

El proyecto Cohabitar la muerte: ¿qué cuentan los adultos a niños y niñas sobre la muerte?1 estudió las narrativas que utilizarían adultos con algún infante a su cuidado para comunicarle el fallecimiento de un ser querido. A través de una carta, el estudio analizó qué ideas, conceptos y emociones narraban, u omitían, los adultos en su esfuerzo por hablar sobre la muerte con los niños. Además, esta investigación incluía un componente cultural importante; fue realizada en diversos lugares de Chile y de África durante la pandemia (2021), entendiendo que tanto las concepciones de infancia como las narrativas sobre la muerte son históricas y culturales.

Preconcepciones que predisponen

Las conversaciones sobre la muerte constituyen un tema controversial tanto para los padres como para sus hijos. Aunque la muerte es una experiencia vital que nos hermana y de la cual podemos aprender recíprocamente, los adultos no siempre involucramos a las infancias en este proceso. Y aquí hay un elemento fundamental: la forma que los padres tendrán para abordar esta conversación dependerá de sus precompresiones sobre el tema.

Dos actitudes reflejan esta consideración: los padres prefieren no hacerlos participar porque tienen la idea de que sus hijos no entienden lo que pasa y, por tanto, son incapaces de tener una conversación relacionada con el tema, es decir, está predispuestos por su concepción de “niñez”2. Junto con ello, si los padres han sufrido con la partida de un ser querido y tienen poco vocabulario afectivo para conversarlo, es común que eviten compartir esta experiencia dolorosa con sus hijos, pensando que tampoco tendrán los elementos para procesarlo de manera positiva.

La segunda consideración refiere a las creencias culturales o religiosas de los padres, quienes usan elementos religiosos, incluso sin ser creyentes3, al momento de comunicar el deceso de un ser querido, dado que son percibidas como “más tranquilizadoras” que una explicación sin esta dimensión trascendente4. Otras estrategias de mitigación del dolor usadas por adultos son explicar la muerte a través de metáforas, como mantener los lazos de preocupación de parte de los muertos hacia los vivos o irse de viaje5. El contexto sociocultural, como la valoración de ciertos tipos de muerte —VIH o suicidio6, por ejemplo—, también incide; algunos deudos son reticentes a conversar e incluso imponen reglas sobre qué se puede hablar y con qué frecuencia y, en general, se recuerdan solo los momentos felices evitando situaciones dolorosas o tabú.

Tres contextos distantes y distintos

Como parte del estudio, invitamos a adultos de distintas creencias y contextos a escribir una carta (imágenes 1 y 2) contando y explicando la muerte hipotética de un ser querido a los NyN de su entorno familiar y luego los entrevistamos para profundizar en sus relatos.

Imagen 2: Una tía a su sobrino.
Imagen 1: Mamá chadiana cristiana a sus hijos.
Traducción: Mis queridos hijos, les anuncio la muerte de vuestra abuela, pero estén tristes, ella simplemente viajó. Créanme. Les aconsejo que tengan coraje, paciencia y no lloren porque ella está viva delante del Señor. La muerte es nuestro destino, nosotros mismos algún día vamos a morir y el Señor nos saludará.

 

Se abordaron tres casos correspondientes a contextos de cohabitación de creencias. Uno fue de Arica, con creencias ancestrales andinas (Aymara) y cristianismo; de Santiago, con presencia de Cristianismo Católico y Protestante; y las ciudades de Mongo y Abéché en Chad, con cohabitación de cristianismo e islamismo. En la gráfica 1 se observa cómo estuvo conformada la muestra, las localidades y creencias religiosas de los participantes.

Gráfica 1: Conformación y localización de los participantes

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Por qué es difícil

Si bien todos los participantes coincidieron en que hablar sobre la muerte con infantes es una tarea compleja y que solemos evitar, señalaron algunos elementos que podrían facilitarla, o bien, hacerla aún más compleja:

Facilitadores Obstaculizadores
Uso de recursos y metáforas Visualizar la muerte en las plantas le da un sentido de naturalidad al tema. No poder explicar correctamente la muerte o muertes violentas.
Utilizar referencias conocidas o familiares, por ejemplo, una película. Que la emocionalidad no permita ser objetivo y comunicarse con claridad.
Actitudes y predisposición Propiciar que los NyN se comuniquen y expresen su sentir al respecto. Incertidumbre y temor respecto de la reacción de los niños.
Mostrar paciencia, manifestar el apoyo y amor de la familia. No dar tranquilidad con lo que se dice o causarles angustia.
Abordar los momentos positivos vividos con la persona fallecida. Romantizar la muerte: mostrarla como algo positivo puede ocasionar sentimientos negativos en los niños, haciéndoles creer que su pena no es válida.
Entorno y tradiciones Abordar la muerte desde una dimensión cultural: “Cuando fuimos al cementerio mi hijo me preguntó: ‘¿por qué hay juguetes en esa tumba?’. Era una tumba de un niño y tenía muñecos”, (participante de Arica). Explicar qué es lo que pasa con el cuerpo después de la muerte.

Los participantes en este estudio reconocieron que es un tema frente al cual existe una narrativa del silencio: no se habla y, si bien las investigaciones sobre educación para la muerte y los trabajos en relación con los procesos de duelo señalan la relevancia de hacer parte a NyN de todo el proceso vinculado a la muerte de un ser querido7, no es habitual que esto ocurra. Esta dificultad para hacerlos partícipes se constató en el estudio realizado.

Cuadro comparativo:

Chad Chile
Hablar de muerte No se comunica a los niños. Aprenden de ella cuando ven a sus padres o hermanos llorando. Es un tema tabú que causa mucho temor entre los adultos, quienes deciden no hablar de ella con niños.
Las esperanza de vida son 52 años, la muerte es mucho más frecuente y, aún así, no se habla de ella. Existe la creencia de que hablar de ella es atraerla.
Testimonios “En nuestra religión musulmana no se le puede decir a un niño que alguien ha muerto, o no se le puede hablar de la muerte. Si el niño o la niña pregunta por la persona, se le podría decir que se ha ido de viaje”, (participante de Chad). “Hablar de comprar una bóveda, de muerte, era como invocarla, poco menos, entonces era súper tabú en mi familia”, (participante de Chile).
Participación en ritos mortuorios Reglas muy estrictas: los niños no van a los funerales hasta que cumplen cierta edad, cuando pueden decidir ir al cementerio. Las mujeres no pueden asistir nunca. Ni siquiera se plantea la participación de los niños. Se les protege porque podría haber situaciones chocantes o ser un momento muy duro. Como son inquietos, podrían molestar.
Testimonios “Los niños nunca podrían participar en la ceremonia de duelo, justo después de la muerte. Si alguien muere en la casa, los niños serán llevados a otro sitio, a la casa de algún familiar”. “Cuando pasó esto, yo dejé que ellos se despidieran de su abuela allí en la casa, pero después no los llevé ni al velorio ni al entierro porque quería que recordaran cómo era en vida, porque la señora era bien alegre; pero ahora pienso que me equivoqué porque una de mis hijas, la mayorcita, siempre me lo dice: ‘tú no dejaste que yo fuera al entierro de mi abuela, no me llevaste’”

Las apreciaciones de los participantes, probablemente, se pueden generalizar a muchos adultos que piensan, creen y sienten que la muerte es una experiencia devastadora de la cual es innecesario hacer parte a NyN. No obstante la dificultad para los adultos, la muerte es parte del ciclo vital, un suceso ineludible que ha de ser conversado desde temprana edad, no solo para estar preparados, sino también para que puedan empatizar con las personas en su entorno, ya sea en la escuela, familia, grupo de amigos, etc. Más que una actitud reactiva acompañando a NyN, se requiere una actitud proactiva que implique una mayor tranquilidad, manejo emocional y respuestas honestas frente al tema. Lo que nos ha enseñado la investigación en Death Education es que NyN, con una adecuada mediación de parte de los adultos, pueden, quieren y deben hablar del tema.

Aunque entablar estas conversaciones pueda ser complejo, algunas consideraciones generales pueden ser de ayuda, como la señalada anticipación —hablar antes de que alguien muera y no esperar a que ocurra para hacerlo—, considerar la edad de las NyN para atender a sus grados de comprensión —a menor edad suele ser más complejo explicar el carácter irreversible y universal de la muerte—; hablar con honestidad y, muy importante, validar sus emociones, preguntas y experiencias.

Difícil, pero necesario

Pese a las diferencias culturales, la muerte es un tema complejo de abordar para todos, además de estar socialmente estigmatizada. Su tratamiento y comunicación no se encuentran naturalizados al interior de las familias tanto en Chile como en Chad. Abordar este tema con NyN implica una reflexión y aceptación por parte de los adultos quienes no necesariamente se encuentran preparados para conversar sobre ella; factores como el miedo, experiencias previas, creencias y el propio dolor afectan el modo de expresarse respecto de la muerte en los contextos familiares.

En ambos países estudiados perdura un modelo de negación u ocultación de la muerte, con la diferencia de que en Chad este modelo se encuentra más institucionalizado; niños y niñas no suelen ser parte de los ritos funerarios y apenas se les informa que alguien ha muerto; en Chile, en cambio, aun cuando no se aborda el tema a modo de prevención, o de manera proactiva, la muerte es una experiencia que sí se comparte al interior de las familias cuando se dan, es decir, se les comunica a los infantes y, en muchos contextos, se les hace parte de los ritos. Naturalmente, las creencias, la propia cultura y vivencia social de la muerte son un factor relevante de esta diferencia. Cristianismo o islam influyen en la interpretación de la muerte, en su vivencia y en la forma en que esta es relatada. En ambos casos, estas creencias permiten contar con una narrativa preestablecida sobre las ideas y prácticas en torno a la muerte, las cuales funcionan como apoyo en los adultos para hablar sobre ella. Además, proveen de un enmarque explicativo y de contención emocional que hace más llevadero el proceso de hablar de la muerte con niños y niñas.

Equipo:

Mario Inzulza González, profesor de la Facultad de Teología / mainzulz@uc.cl
Bernardita Hetreau Letelier, estudiante del Magister en Salud Pública UC / bhetreau@uc.cl
Rosario Medina, estudiante de Educación General Básica UC /rosario.medina@uc.cl

Complemento de esta investigación

Un desierto digno, amado

Notas

  1. Proyecto financiado por el XVIII Concurso de Investigación y Creación para Académicos, organizado por la Dirección de Pastoral y Cultura Cristiana en conjunto con la Vicerrectoría de Investigación de la Pontificia Universidad Católica de Chile.
  2. Victoria Talwar, Paul L. Harris y Michael Schleifer, eds. Children’s Understanding of Death: From Biological to Religious Conceptions (Cambridge: Cambridge University Press, 2011).
  3. Georgia Panagiotaki et al., “Children’s and Adults’ Understanding of Death: Cognitive, Parental, and Experiential Influences.” Journal of experimental child psychology 166 (2018): 96–115.
  4. Sarah-Jane Renaud et al., “Talking to Children About Death: Parental Use of Religious and Biological Explanations.” The journal of psychology and Christianity 32, no. 3 (2013): 180–.
  5. Jennifer Baggerly y Salma Elkadi Abugideiri. “Grief Counseling for Muslim Preschool and Elementary School Children.” Journal of Multicultural Counseling and Development 38, no. 2 (2010): 112–124.
  6. Craig Demmer y Nina Rothschild. “Bereavement Among South African Adolescents Following a Sibling’s Death from AIDS.” African journal of AIDS research: AJAR 10, no. 1 (2011): 15–24.
  7. Kari Bugge et al., “Young Children’s Grief: Parents’ Understanding and Coping.” Death studies 38, no. 1 (2014): 36–43. Bolkan et al., “Learning Through Loss: Implementing Lossography Narratives in Death Education.” Gerontology & geriatrics education 36, no. 2 (2015): 124–143.

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