Patricio Lombardo Bertolini, profesor del instituto de Filosofía de la PUCV

Pbro. Fernando Valdivieso Tagle, profesor de la Facultad de Teología de la UC y rector del Seminario Pontificio de Santiago

Revista

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Una sociedad que invisibiliza al más débil

¿Qué cualidades o virtudes tiene este samaritano que le permitieron c

ompadecerse del hombre herido?1.

Curso Cuidado y esperanza, sesión: afectividad y sexualidad, basada en el pasaje bíblico del buen samaritano (Lc 10, 25-37). 

Vivimos en la sociedad del rendimiento y del descarte. Al parecer, el otro no existe. Todos estamos atrapados por la tecnología, lo que no nos permite ver al otro que está en nuestro camino. No nos detenemos, sino que pasamos de largo. No tenemos tiempo para el otro. Sin embargo, en el camino aparece alguien que ve y se hace cargo de aquel que necesita de nuestra ayuda. 

El samaritano, a diferencia del sacerdote y el levita, responde, sustituye su yo, por el otro. La actitud compasiva del samaritano es la compasión haciéndose carne. El samaritano no habla de una responsabilidad basada en normas, ni habla de una ley totalmente obligante, sino que responde desde el valor que seduce, estructura esencial, primera y fundamental, del sujeto. Y dicha responsabilidad para con el otro es, para Enmanuel Lévinas2, la subjetividad en términos éticos. Entender la responsabilidad por el otro, desde la figura del samaritano, es salir de sí a reconocer el rostro; es decir, lo que me importa y no me importa también es asunto mío. ¿Por qué es asunto mío? A este cuestionamiento responde Lévinas: “Desde el momento en que otro me mira yo soy responsable de él, sin ni siquiera tener que tomar responsabilidades en relación con él; su responsabilidad me incumbe. Es una responsabilidad que va más allá de lo que yo hago”. Así, quiere dejarnos en claro que la responsabilidad es inicialmente uno para el otro, y que yo soy responsable de su responsabilidad. 

Me parece que el asombro y la mirada son determinantes para salir de uno e ir al encuentro del otro. Compasión y cuidado son palabras decisivas. 

El rostro del otro juega un papel preponderante en el acercamiento. Por un lado, está alguien que me exige una mirada distinta, más cercana a la contemplación; por otro lado, en el rostro aparece, se manifiesta, se expone el otro. El concepto que utiliza Lévinas para nominar este desnudarse es “epifanía”, cotidianidad, salir de nosotros y mirar que hay otro. En definitiva, cambiar la mirada. 

Cristo cambia la mirada: “¿Quién de estos tres te parece que fue prójimo del que cayó en manos de los salteadores?”, “Él (el legista) le dijo: El que actuó con misericordia respecto a él”. Jesús le dijo: “Vete y haz tú lo mismo” (Lc 10, 36-37). 

 

La dignidad del ser humano le es dada por ser una criatura a imagen y semejanza de Dios, pero eso no le da exclusividad de respeto y cuidado, más que eso, le da la responsabilidad de cuidar a sus pares y al resto de la creación que es bella y buena. 

¿Los animales tienen dignidad?3.

Curso Dignitas infinita, mensaje de esperanza para la dignidad humana. Sesión: La infinitud de la dignidad. 

A propósito de la amplia discusión en la opinión pública sobre el estatuto de los animales, su capacidad de sentir y la posibilidad de reconocerles ciertos derechos, aparece una pregunta desde la perspectiva cristiana: en la enseñanza de Jesús a sus discípulos, ¿podríamos hablar de una dignidad animal? 

La pregunta viene bien abordada por la última declaración sobre la dignidad humana del Dicasterio para la Doctrina de la Fe (Dignitas infinita, nro. 28), en la cual se introduce una interesante distinción: “dignidad” es una palabra que se reserva al ser humano, creado a imagen de Dios, portador de una dignidad infinita e intrínseca que el mismo Dios le otorga. Para los animales, en cambio, hablamos de “bondad creatural”: ellos reflejan, cada uno a su manera, “un rayo de la bondad y sabiduría del Creador”, su existencia tiene sentido “no sólo en función del ser humano, sino también con un valor propio”. 

En esta comprensión, que el papa Francisco llama “antropocentrismo situado” (Cfr. Laudate Deum, nro. 67), se incluyen los deberes del ser humano para con la creación y los animales, confiados a su cuidado y cultivo. Un cuidado urgente, puesto que, sin ellos, la misma vida humana es incomprensible e insostenible. Entonces, no son derechos de los animales, sino deberes del ser humano. 

Lejos queda cualquiera interpretación despótica del dominium en las palabras del Génesis (Cfr. Gn 1, 28), las cuales deben ser comprendidas como cuidado, ajeno a cualquier explotación arbitraria y egoísta (Cfr. CDSI, 113). 

Esta perspectiva cristiana sobre el bondadoso y sabio plan divino de la creación, del cual somos parte, arroja luz sobre muchas preguntas que emergen en una cultura especialmente sensibilizada por los animales y su lugar en nuestra vida. 

Notas

  1. Pregunta elaborada por Rosa V

    illeg

    as Pereira, secretaria de la Vice Gran Cancillería.

  2. Filósofo y escritor lituano cuyo planteamiento es que la ética es la filosofía primera; es decir, la realidad básica del ser humano es su naturaleza moral, no su naturaleza racional.
  3. Pregunta elaborada por José Torrealba Jiménez, coordinador ejecutivo (s) de la Dirección de Comunidad Universitaria, Pastoral UC.

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