El último tiempo hemos presenciado la preocupación de la sociedad chilena por nuevos —no jóvenes— problemas, más arriba en la escala de supervivencia. Sin embargo, no debemos olvidar que el país aún sufre dificultades que en general se asocian a países en vías de desarrollo, como los más de 5 millones de chilenos que no ha completado la educación secundaria 1, la desigualdad en la distribución del ingreso que contrasta con cifras de éxito económico, o la pobreza disfrazada por el fácil acceso a los bienes y una riqueza solo aparente.
Chile está en un momento clave y, tras un año de elecciones, es necesario reflexionar sobre el camino que debe seguir nuestro país para continuar su desarrollo. ¿Cómo se puede avanzar en el desarrollo de la sociedad con el compromiso de velar por el bien de todos sus miembros y desde sus necesidades básicas? La solución de lo urgente se debe pensar a la luz de cómo se evitarán luego los problemas de segundo orden.
En Inglaterra, donde el nivel de desarrollo es mayor que en Chile, también se observan conflictos que amenazan el bienestar y la convivencia. Siguiendo políticas de austeridad tras la crisis, se ha propuesto la privatización de algunas áreas del sistema de salud, actualmente gratuito y, según mi experiencia, de excelente calidad. La oposición a estas medidas de austeridad se ha expresado por diversos medios: desde columnas de opinión y marchas pacíficas, hasta agresivas reacciones que buscan prohibir el uso del sistema para inmigrantes residentes. Este tipo de expresiones ofensivas se ve también en otras áreas, como la convivencia religiosa en colegios estatales o las cuotas de inmigrantes en empresas. A pesar de que pareciera haber consenso sobre la importancia de una sociedad justa e igualitaria, en estas discusiones se observan atisbos de egoísmo que llevan a la polarización de la sociedad y, con ello, a una pérdida de interés de velar por el bien común.
En el Chile actual aparecen como fallas de nuestra democracia y limitantes para el desarrollo las condiciones de calidad en la educación, en la salud y en la redistribución del ingreso, por nombrar algunas. Sin embargo, no solo debemos pensar en cómo resolver estos temas en lo inmediato, sino también buscar respuestas teniendo presente cómo, una vez resueltos o en el mismo proceso de resolución, enfrentaremos los problemas de segundo orden ya mencionados, similares a los que hoy en día vive una sociedad avanzada como la inglesa. Debemos pensar en cómo integrar a los pueblos originarios, a las minorías y a los inmigrantes, y en cómo terminar con la discriminación removiendo las barreras de exclusión y respetando la diversidad. Tenemos que reflexionar con empatía y generosidad, pensando en los que tienen menos oportunidades. Es necesario que los ciudadanos comunes y los gobernantes den pie a más políticas de inclusión en donde se ofrezcan las mismas oportunidades a todos. De esta forma será posible que los chilenos crean y confíen en una sociedad más justa, comprometida, generosa y enriquecida con una multitud de perspectivas, las que, integradas, den soluciones que nos satisfagan como sociedad.