Resulta pertinente, en el Año de la Fe, reafirmar nuestro compromiso con la búsqueda de la verdad y con la apertura de caminos que ayuden a las personas a indagar sobre ella. En toda nuestra labor de cultivar el saber para compartirlo con nuestros académicos, alumnos y con la sociedad misma, nos alimentamos de esa fe que ilumina y que nos invita al diálogo entre ella y la razón.
En la Universidad Católica creemos que la educación, además de entregar y fomentar el conocimiento, supone un respeto esencial a las diversidades propias del desarrollo del ser humano y un compromiso con su fortalecimiento como persona. Considerando que el interés por saber más y por acercarse a la verdad es parte inherente del hombre, la educación promueve y facilita el desarrollo pleno, al permitirle dicho acercamiento junto con promover el acceso a un conocimiento nuevo y sustentable.
La educación es la aventura más fascinante e importante de la vida y es un derecho de todo individuo. Es apasionante para quien la imparte y quien la recibe. Educar es conducir a la persona más allá de sí misma para llevarla a otra realidad, hacia un crecimiento que se orienta a la plenitud del ser. Por eso, el proceso de lograr una educación sólida supera con creces la obtención de nuevos conocimientos. También requiere contribuir a que se adquieran valores trascendentes, elementos de vida democrática, de diálogo e intercambio de ideas, de tolerancia, de visión de futuro.
A su vez, el concepto de universidad que nos guía es inseparable de la calidad. Por eso, nos hemos comprometido con la excelencia para apoyar de manera decidida el proceso de transformación de una persona que se prepara a dar un salto mayor en su formación humana, valórica, ciudadana, intelectual e integral. Por otra parte, en un sistema de libertad de enseñanza como el nuestro, las universidades son distintas en su vocación y proyecto. La UC aspira a la formación integral de sus estudiantes y a la generación y transmisión de nuevo conocimiento hacia la sociedad. Sus diferencias deben quedar claras para la comunidad, su calidad tiene que ser medida en correspondencia con esos objetivos, y las políticas públicas acoger esas diferencias.
La libertad de enseñanza no es otra cosa que el reconocimiento por parte de la sociedad y del Estado, del bien público que representa la existencia de una comunidad educativa como la nuestra, fundada en la búsqueda de la verdad, la libertad y la caridad, que acoge la sabiduría de la tradición cultural e introduce en ella a las nuevas generaciones, que la enriquecen con su propia experiencia. La riqueza de esta libertad radica en que permite una sociedad más pluralista, ya que enriquece los bienes culturales, vela por una mayor calidad del sistema y profundiza las bases democráticas de ella misma.
Creemos en una universidad que educa en libertad y que anhela estar conectada con la sociedad para poder comunicar una «buena nueva», que es «tener vida y tenerla en abundancia». Por ello, seguiremos trabajando en lo que consideramos importante para la formación de la juventud, junto con desarrollar nuestra pasión por conocer e investigar.