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Cristo médico y el sentido de la sanación

Los avances tecnocientíficos obligan a reflexionar sobre los límites de la dignidad humana. Lo que antes se consideraba ciencia ficción es cada vez más ciencia y menos ficción. La declaración Dignitas infinita (DI) sitúa a la dignidad en el corazón del debate, el cual abordaré desde la figura de Cristo médico.

  1. ¿De qué manera la sanación realizada por Cristo es modelo para quienes practican la medicina?

Él establece un estándar universal que trasciende lo religioso. No se ocupa solo de los suyos, sino, más bien, sale al encuentro de quienes no le conocen y lo necesitan. Su pedagogía se expresa en dos niveles:

a) Teológico: Revela el deseo divino de restaurar la dignidad ontológica de la persona, dañada por la falta de amor y el individualismo. La sanación abarca lo material y lo anímico, requiriendo una comprensión integral del paciente por parte del médico. Sanar el cuerpo implica sanar el alma. En alemán se entiende fácilmente la distinción entre Leib —cuerpo vivo que expresa la vida interior— y Körper —materialidad del Leib—, manifestando su correlación. El médico puede sanar la dignidad de la persona a nivel social —la exclusión—, existencial —coopera a la paz y esperanza del que sufre— y moral —en el respeto de la libertad—; mientras que Cristo, además, restaura la dignidad existencial —nos hace hijos en el Hijo—, y sana la herida del pecado —dimensión moral—.

b) Antropológico: Quien vive en vulnerabilidad necesita máximo: apoyo, respeto y amor. La restauración de la dignidad implica que la persona sea reconocida como digna de respeto. Reconocer es un ejercicio racional que integra todas las capacidades del ser humano (cf. DI 9).

El médico puede sanar la dignidad de la persona a nivel social, existencial y moral, mientras que Cristo, además, restaura la dignidad existencial y sana la herida del pecado.

  1. ¿Qué ve Jesús en los enfermos?

Ve fragilidad, vulnerabilidad, humildad, necesidad. Reconoce personalmente esa vivencia, y, al asumir libre y voluntariamente su Encarnación nos revela el misterio de la dignidad de los necesitados (cf. DI 12). Nació y creció pobre, para manifestar el sentido del Reino y de su acción, por eso, sana, alimenta, acompaña, libera, salva. Él es consecuente con la revelación de Yahvé. Escucha el clamor de los pobres y oprimidos, cuidando a los más vulnerables: huérfanos, viudas y extranjeros (cf. DI 11). Centra su mirada en ellos, porque no tienen clan, familia ni comunidad. La han perdido. Tal es la precariedad, que tanto el Antiguo como el Nuevo Testamento equiparan dicha opresión con el asesinato (cf. Si 34, 22; 1 Jn 3, 15; DI 11), y con ello se revela el imperativo del compromiso social.

  1. ¿Qué efecto tiene la sanación para los enfermos?

El efecto es físico y anímico, con una dimensión escatológica. Es decir, nuestras acciones construyen la realidad presente y futura, tal como se ilustra en Mt 25, donde Jesús se identifica con los necesitados: tuve hambre y me diste de comer, estuve enfermo y me visitaste… (cf. vv. 35-40).

En conclusión, el respeto y la promoción de la dignidad humana requieren de una actitud constante de cuidado y responsabilidad frente al otro (cf. DI 27). En un mundo de rápidos avances, la medicina necesita equilibrar sus facultades con una profunda comprensión del ser humano, adoptando el modelo de Cristo médico, quien reconoce en el amor la medida de la sanación y también de la salvación.

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