En busca de nuevas maneras de relacionarse con sus integrantes, la Subdirección de Académicos de la Pastoral UC está desarrollando las “Resonancias”, para favorecer el diálogo entre profesores de sus propias unidades a partir de una pregunta común. Una de las primeras facultades en participar en estos encuentros fue la Facultad de Educación, donde —a propósito de su patrona, Santa Teresa de Jesús— se reflexionó en torno a la idea de las “moradas interiores”. Dos profesores respondieron preguntas que salieron de ese encuentro:
¿Cómo conducir a los estudiantes, a través de la pedagogía, cuando pierden la esperanza?
En un mundo donde la desesperanza puede parecer una constante, educar a los jóvenes se convierte en un desafío mayor. Sin embargo, la fe y la autoconciencia pueden ser herramientas poderosas para renovar la esperanza y encontrar sentido en el aprendizaje.
Santa Teresa enseña: “La verdadera pobreza es la pobreza del corazón que no es capaz de amar”. En este sentido, la educación no sólo debe enfocarse en transmitir conocimientos, sino también en cultivar la capacidad de amar y encontrar significado en la vida. Por eso, conocerse a sí mismo es fundamental, sobre todo las propias fortalezas y debilidades, a través de las cuales los jóvenes pueden descubrir su propósito y encontrar motivación para aprender. Junto con ello, la fe puede ser un apoyo invaluable en este camino, pues nos recuerda que somos amados y valorados por Dios.
Como educadores y mentores, también podemos inspirar a los jóvenes a encontrar su propósito y ayudar a encausarlo, creando entornos de aprendizaje que fomenten la curiosidad, la creatividad y la resiliencia. De esta manera, vemos que educar a los jóvenes no sólo se trata de transmitir conocimientos, sino de acompañarlos en su proceso. Al hacerlo, podemos ayudarlos a renovar su esperanza y encontrar un camino hacia un futuro más brillante.
“Conócete a ti mismo y encontrarás la libertad”, decía san Agustín. Que la fe y la autoconciencia sean guías en este camino hacia la esperanza y el aprendizaje.
¿Cómo ser signo de esperanza para los estudiantes en el contexto actual?
Los profesores profesamos. Esta es una verdad que suele ser obviada, pero que es oportuno meditar. Profesamos, etimológicamente, porque investigamos y defendemos nuestras propias áreas de estudio. Y profesamos, comunitariamente, porque a través de nuestros cursos exhibimos un peculiar testimonio acerca de dónde está puesta nuestra esperanza, tanto en la educación como en la vida.
En principio, cada estudiante está dispuesto a recibir en clase un nuevo marco teórico, opciones metodológicas o criterios de evaluación para adentrarse en los aprendizajes que un profesional debe manejar. Pero, a lo largo de este proceso, consciente o inconscientemente, cada profesor va revelando el propósito de fondo que encuentra en el trabajo académico, como una bitácora que esboza lo que lo mueve. Así, durante el semestre, un estudiante atento nos escuchará nombrar y justificar cuáles son los motivos de nuestros esfuerzos, cómo buscamos impactar, qué es urgente reformar, qué es necesario conservar.
David Hansen, de Fellow de la Asociación Americana de Investigación Educativa (AERA, por sus siglas en inglés), recomienda dedicar las primeras sesiones de cada curso de pre y posgrado a entrevistar individualmente a los estudiantes. Este tiempo, aparentemente perdido, permite conocer con mayor profundidad cuáles son las expectativas que cada uno guarda respecto del curso. No se trata de discutir los requisitos de aprobación, sino de empezar a escuchar, corazón a corazón, cuáles son los anhelos detrás de cada itinerario personal.
Nuestra época parece descuidar la conversación franca en torno a la esperanza. La velocidad y fragmentación de la experiencia cotidiana, y la ansiedad que promueve la cultura de la autorreferencialidad parece arrastrarnos a un horizonte sin propósito, ni hoy, ni mañana. En este contexto, nuestras salas de clases pueden ser un lugar propicio donde compartir cuáles son los dones, arduos pero posibles, que nos motivan y a los que aspiramos.
