No podemos negar la fuerza e influencia que tiene el evangelio de Jesús en cada persona, la manera en que la teología de los evangelios ha construido la esperanza para enfrentar las problemáticas propias de la vida, las cuales se han ido enfrentando no solo desde visiones religiosas, sino desde un lugar donde muchas disciplinas y ciencias han podido ser integradas como algo cultural también de la vida.
Es aquí donde Cristo tiene su lugar, en cómo generar la importancia de su misericordia en todas las aristas, emocionales, sociales, económicas y políticas que anidan en cada ser humano. Por eso, un Cristo que piensa en las necesidades y la fragilidad de la sociedad al interior de una nación, será un amor en contexto y cercano a los más necesitados y, por consiguiente, es en los temas de pobreza extrema o de pobreza multidimensional, donde se puede ubicar a un Cristo que empatice con el dolor y sufrimiento de los más débiles, y analizar de esta forma que los temas de pobreza también son parte importante para una teología que se va haciendo en el día a día. “La opción teológica por los pobres no debe ponerse en juego, oponiéndola a la opción sociológica, ambas dimensiones se condicionan mutuamente”[1].
En todo esto, cómo lo cultural va guiando al movimiento de la sociedad es un tema que examinar desde miradas teológicas, por lo tanto, se podría decir que sociedad y cultura se relacionan al momento de interpretarlas. Entonces, todo desarrollo cultural es importante como un elemento de la sociedad, y es aquí donde se debe contextualizar también a un Cristo que tome en cuenta la mirada cultural, es decir, un Cristo cercano a escuchar, entender y analizar la identidad que producen los procesos culturales al interior de la sociedad. Por tanto, lo que Cristo significa dará luces de cómo-desde la teología de los evangelios interpreta a la sociedad y sus vínculos con lo cultural. “La sociedad nunca ha sido ni será estática, sino que está en constante cambio y este cambio alude a relaciones sociales, económicas y políticas que tiene la sociedad civil al interior de una nación”[2].
«Se puede decir, entonces, que no se puede construir una interpretación de Cristo lejos de la gente, lejos de la vulnerabilidad propia de cada sociedad en una determinada nación.»
Se puede decir, entonces, que no se puede construir una interpretación de Cristo lejos de la gente, lejos de la vulnerabilidad propia de cada sociedad en una determinada nación. Por eso la sociedad tiene tanta implicancia en cómo se puede ir manifestando la interpretación de lo que Cristo es. La sociedad dará señales para que el nombre de Cristo tenga mayor sentido y empatía con las personas al interior de un país. Por consiguiente, una interpretación de Cristo para todas las clases sociales será bien recibida, pero sobre todo para las y los más pobres, que es donde Jesús el Cristo tiene su mayor cercanía. Será, por tanto, pertinente y vinculante seguir a una teología que sea en contexto y que este cercana en el Espíritu de Cristo a toda realidad que se dé en sociedad y en los distintos planos: emocionales, sociales, económicos y políticos. Por eso Cristo les pertenece a todas y todos, sobre todo si se piensa en su amor y misericordia para la humanidad de cualquier nación.
Para interpretar lo que Cristo representa es necesario mirar a la sociedad llenos de misericordia, de contexto, de paciencia, etc., para ver que el ser humano está siempre incluido en la sociedad y en la cultura, y es en esta última donde se ubica como persona social y cultural. “Las formas de vida que desarrolla la sociedad, incluyendo los procesos de integración y desintegración social, son producto de construcciones culturales”[3]. Se puede ir concluyendo, entonces, que el ser humano representa a la cultura, y esta representación no es otra cosa que analizar y observar al ser humano como una persona en constante cambio y en una constante vulnerabilidad, por eso es que el hacer teología es estar desde la variedad de teologías, cercano a las personas y a la humanidad.
Por todo lo anterior, el ser humano en una sociedad y cultura siempre será importante de analizar, será una hermosa creación llena de elementos que apuntarán a darle identidad a la vida al interior de la cultura. El evangelio de Jesús promulga la misericordia que es aplicable también en estos planos sociales y culturales, además de una actitud de justicia y de verdad para toda la sociedad de cualquier nación: “El sujeto de una cultura no es solo cada individuo tomado por separado, sino que, ante todo, se trata del estilo de vida de un pueblo”[4]. Así entonces, un Cristo que también apunte a reflexionar el plano de justicia y de verdad, será importante de reflexionar a la luz de la teología de los evangelios. Desde la fe, la humanidad y la sociedad necesitan esta ética de Cristo para vivir integralmente de mejor manera, respetando la pluralidad de realidades y espiritualidades que existen en una cultura y sociedad, pero donde esta ética de Cristo también tenga un lugar para acercarse a la sociedad y a la cultura.
Finalmente, un Cristo en cercanía con la sociedad es mirar al ser humano desde todos los planos, es analizarlo en una esfera de necesidades de todo tipo, sobre todo en temas de pobreza extrema. Entonces, un Cristo con un fin humanizador va a generar un mayor y mejor espíritu de vida para cada ser humano. Por eso, por donde transite nuestra interpretación de Cristo, caminara el sentido de cuanta cercanía tenemos para con nuestro prójimo, para aquel que está próximo o cercano.
[1] Eckholt, M., Iglesia en la diversidad: Esbozo para una eclesiología intercultural. Santiago de Chile: Ediciones Universidad Alberto Hurtado, 2014, p. 239.
[2] Contreras, A., El Cristo holístico de la reconciliación: Hacia una mirada de la sociedad. Mauritius: Editorial Académica Española, 2019, p. 77.
[3] Lechner, N., Obras Tomo IV Política y subjetividad 1995-2003. México: Fondo de cultura económica, 2015, p. 123.
[4] Scannone, J., La teología del pueblo: Raíces teológicas del Papa Francisco, Cantabria: Editorial Sal Terrae, 2017, p. 238.