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Rostros

En Santiago hay más de 7 mil personas que viven en la calle. Una de ellas es Jaime, quien todos los días se sentaba fuera de la Pastoral de la casa central en una banquita. Hace dos años, una voluntaria, al saludarlo, se dio cuenta de que tenía una gran herida en la pierna y él le contó que lo habían atropellado. Jaime fue trasladado de urgencia a la posta. Si no hubiera sido tratado en ese momento, le habrían tenido que amputar la pierna. Esta dolorosa historia nos hizo despertar, volver la mirada hacia fuera de nuestro campus: a pocos pasos de donde muchos estudiamos hay personas que apoyan su cabeza en la calle para dormir.

Así nació Rostros, proyecto de la Pastoral UC que busca entregar herramientas a las personas que viven en la calle para su eventual reinserción. El propósito es ser un puente entre las personas y la universidad, pero lo principal es atrevernos a estar. Somos estudiantes sin los cono cimientos necesarios para abarcar desde la raíz lo que implica vivir en la calle, pero podemos acompañarlos. Al escribir esto, se nos viene a la mente una frase de Santa Teresa de Jesús: “No está la cosa en pensar mucho, sino en amar mucho”.

Cada persona es un rostro con su propia historia y es complejo por el simple hecho de ser humano. En el poco tiempo que hemos estado en la calle, hemos descubierto que todos tenemos un anhelo de pertenecer, sin importar de dónde vengamos. En la primera salida no sabíamos cómo acercarnos ni qué decir, por lo que nos quedamos mirando, pero dos jóvenes, Juan y Guillermo, se dieron cuenta y nos saludaron, nos sentamos con ellos y nos dijeron que la mayoría de quienes pasan a su lado no los ven como personas, todos pasan rápido, sin saludar.

«Cada persona es un rostro con su propia historia y es complejo por el simple hecho de ser humano. En el poco tiempo que hemos estado en la calle, hemos descubierto que todos tenemos un anhelo de pertenecer, sin importar de dónde vengamos».

Antes de comenzar el segundo semestre, uno de los voluntarios fue a saludar a quienes conocimos durante el año. Se encontró con que uno de ellos se estaba drogando. Al verlo, se puso a llorar y le contó que lo estaba pasando mal. Frente a estos dolores tan grandes que no podemos resolver, lo primero que le nació al voluntario fue abrazarlo, pero él respondió que estaba muy sucio; eso no importó y se abrazaron largo rato. Lo que más nos sorprendió es que esta persona no se sintiera digna de un abrazo. ¿En qué momento sucedió esto? No basta con decir que somos amados o dignos, es algo que tenemos que vivir, el amor es una experiencia. La invitación que queremos dejar es a atrevernos a ver directo a los ojos, que la indiferencia, la apretada agenda y el dolor que nos puede producir esta realidad no nos ganen.

Más información de este proyecto en https://www.rostrosuc.cl/ • coordinadores.rostros@gmail.com

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