Carolina Salinas Suárez, profesora de la Facultad de Derecho y directora del Centro UC de la familia | csalinau@uc.cl

Ximena González Briones, profesora de la Escuela de enfermería e integrante del Centro de Bioética UC | xgonzalr@uc.cl

Ángela Parra Martínez, ingeniera civil electricista y directora de la Pastoral UC | ajparra@uc.cl

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Volver a desear la vida

Chile enfrenta una de las tasas de natalidad más bajas del mundo. Según el censo de 2024, el país alcanzó una tasa global de fecundidad de sólo 1,03 hijos por mujer, muy por debajo del nivel de reemplazo generacional1. A esto se suma que apenas el 38 % de las mujeres jóvenes expresa hoy el deseo de ser madre2. Esta tendencia es descrita por expertos como una “crisis de natalidad”. En este contexto, las palabras del papa Francisco en Spes non confundit resuenan con especial fuerza: “El deseo de los jóvenes de engendrar nuevos hijos e hijas, como fruto de la fecundidad de su amor, da una perspectiva de futuro a toda sociedad y es un motivo de esperanza, porque depende de la esperanza y produce esperanza”3.

¿Cómo interpretan esta caída sostenida de la natalidad en Chile? ¿Qué está en juego cuando un país deja de tener hijos?

Ximena (XGB): La caída de la natalidad en Chile no es un fenómeno aislado. Se relaciona con cambios profundos en el mundo a nivel social, cultural y económico: no es fácil mantener una casa, comprar víveres ni costear educación privada que, como vemos en los medios, tiene mejor “futuro” que la pública. Hay una idea generalizada de que sin incentivos económicos no podremos dar un buen pasar a nuestros hijos. Además, hay incertidumbre en las nuevas generaciones frente al futuro y, por eso, refieren preferir no traer más personas al mundo. Hay fragilidad en los vínculos sociales —si hay un temblor, nadie sale a preguntar cómo están los vecinos—, y también de pareja y de amistad. Se ha perdido el sentido del “nosotros” y se ha potenciado la individualidad, asociándola incorrectamente con la libertad.

Carolina (CSS): Hubo cambios demográficos que anticiparon esta crisis, pero no quisimos ver su magnitud. Nos casamos y tuvimos hijos más tarde; por tanto, hubo menos hijos. Hace 50 años, empezó la incorporación de la mujer a la universidad y al trabajo, pero recién hace unos 10 años —al menos en Chile—, las empresas se tomaron en serio que había que ayudar a conciliar y no dificultar la vida laboral con la maternidad y, al fin, tenemos transformaciones legales, como la disminución de horas semanales, la posibilidad del teletrabajo, permiso maternal, aumento de postnatal, etcétera. Eso y los cambios en el ámbito de la pareja, como la corresponsabilidad en la crianza, me hacen creer que no todo está perdido.

«Se ha perdido el sentido del “nosotros” y se ha potenciado la individualidad, asociándola incorrectamente con la libertad». Ximena González Briones

Por otro lado, escuchamos frases como: “El kilo de guagua es caro”. Siempre ha sido caro y, hace 50 años, Chile era un país pobre. Nuestros papás — míos y los de Ximena— no tenían acceso a la cantidad de cosas que tenemos ahora, y aun así tuvieron hijos. Aunque la economía es un factor, no creo que sea la razón para no tener hijos. Algo que sí me parece determinante es que se instaló culturalmente que la maternidad es una carga, porque dificulta el logro de metas personales, cuando puede ser una maravillosa fuente de realización y plenitud. La intuición acerca de ello sigue estando. De hecho, hace poco apareció en medios una encuesta donde las mujeres declaraban haber tenido menos hijos de los que les habría gustado tener.

Ángela (APM): Para muchos de mis coetáneos (29 años), el matrimonio es una transacción para el perfeccionamiento profesional —es más fácil irse a estudiar a otro país cuando estás casada—, y es más fácil tener plantas y/o perros que hijos. Junto con eso, viajar es mejor valorado que tener una familia. No recuerdo que mis papás hayan viajado tanto como yo, pero tuvieron tres hijas.

Le he preguntado a Dios si el matrimonio y la maternidad son mi vocación, y lo son, pero no estoy en una relación; por lo tanto, no pienso en el matrimonio y tampoco puedo pensar en tener hijos. La forma en la que está configurada la vida no permite que entre una persona más. El vínculo que te permite resonar con el mundo —como propone el sociólogo alemán Hartmut Rosa— se ha perdido. Ahora estamos hechos para perseguir un camino de éxito, de libertad, de abrir sendas; más importante que cualquier otra cosa.

«Algo que sí me parece determinante es que se instaló culturalmente que la maternidad es una carga, porque dificulta el logro de metas personales, cuando puede ser una maravillosa fuente de realización y plenitud». Carolina Salinas

Por otra parte, el movimiento feminista visibilizó que todas las mujeres hemos vivido alguna especie de opresión. Una de las ideologías plantea que debemos librarnos de esas cadenas asociadas con la maternidad y no nos damos cuenta de que nos guían a todas a querer ser el mismo tipo de mujer, convencidas de que, a mayor poder adquisitivo, más libertad. Nadie diría que una mujer criando a sus hijos en su casa es más libre. El discurso invita a reivindicar a la mujer en los puestos de poder, en los directorios, todo eso en desmedro de la familia y la natalidad.

Desde su experiencia en el trabajo con familias, bioética y pastoral, ¿cuáles creen que son los principales factores que han hecho que tantas mujeres jóvenes no deseen ser madres hoy?

XGB: La vida actual nos impone la necesidad de tener éxito de forma inmediata. Muchos estudiantes novatos necesitan ser exitosos en todo sentido. Las enfermeras, por ejemplo, necesitan un distintivo entre las demás, porque así lo requieren los empleadores. Para algunas mujeres profesionales, la maternidad pareciera ser un obstáculo, porque cuando terminan de estudiar, quieren viajar, tener una casa, un auto, un magíster, un doctorado y hasta un posdoctorado. En ese escenario, el embarazo y la lactancia nos llevan al estancamiento antes del éxito. En la academia nos califican cada dos años, en los que hay que ganar concursos de investigación y hacer buena docencia, y eso repercute en tu sueldo. Cuando estás con pre y posnatal, no puedes progresar profesionalmente, porque no tienes insumos suficientes para tener una buena calificación.

CSS: Lo que viven los de 20 años es culpa de los de 50, que les hemos transmitido este apuro generalizado por el éxito. Tal vez deberían preguntarse cuán dispuestos están a ir contra la corriente. Los problemas que nos ganamos son por la jerarquía que le damos a las cosas. Sería bonito traspasarles a los jóvenes el Ordo amoris de San Agustín. En latín significa “orden del amor”, y se refiere a la idea de que la virtud consiste en ordenar correctamente el amor, dando a cada cosa el grado de amor que le corresponde, según su valor intrínseco y su relación con el fin último del ser humano, que es Dios. Yo quería tener cinco hijos, pero me entusiasmé haciendo otras cosas y me olvidé. Encontré a mi marido a los 40 años, y tuve a mi hijo a los 46. A lo mejor, Dios quería que diera testimonio de maternidad tardía, pero también hay culpa, porque él no impone: es uno quien elige.

«Para mí, esto es una transición, y confío en que lo que estamos viviendo va a pasar, porque todos estamos convocados a amar, y del amor brota la vida». Ángela Parra Martínez

APM: Mis papás vieron la transformación de Chile y es imposible que me digan que me enamore, me case y tenga hijos. Su postura es más bien: “Haz todo lo que yo no pude hacer”. Los discursos radicales no aportan a convencer a una mujer en edad fértil para que diga que tiene valor traer una vida nueva al mundo.

Hay una gran incertidumbre de que el planeta siga permitiendo la vida. Hay países en guerra, hay miedo al abandono. Una amiga alemana no entiende que la gente tenga más de un hijo, porque eso “no es un aporte para el planeta”. Está latente la pregunta por las condiciones mínimas para traer un hijo al mundo, guiándonos por estas varas impuestas con las que nos medimos.

¿Qué rol creen que juega la visión cultural actual del amor, del matrimonio y de la maternidad en esta crisis de natalidad?

XGB: Está bien preguntarse qué querrá Dios para nosotros. Pero se hace difícil para los jóvenes comprometerse profundamente cuando ven tantos matrimonios que se disuelven por infidelidades; cuando no tienen claro si quieren tener hijos, porque dudan si ellos mismos o sus parejas serán buenos padres o madres; cuando se ha perdido la profundidad de los vínculos y ha aumentado la violencia en todas partes, que viene de la mano con una necesidad individualista de protección. Sin embargo, creo que el amor trasciende el matrimonio y viene desde antes, cuando nos damos cuenta de que hacemos las cosas con amor —esto a los alumnos les da vergüenza ajena—, y el amor viene con esperanza. Como enfermera, cuido a mis pacientes pediátricos con amor y les transmito confianza con una sonrisa. Hace dos meses, traje a mi papá a vivir conmigo, porque tiene 90 años y está postrado, y no lo cuido porque soy enfermera, lo cuido porque lo amo. Cuidar es una demostración de amor que Jesús nos enseñó. Y el amor está en crisis, no porque no lo visualicemos, sino porque pareciera que no lo sentimos.

CSS: No creo que la cultura del amor esté por desaparecer ni que haya perdido la novedad o la relevancia. Lo que hay es una transformación cultural importante, y muchos de los cambios que conlleva me parecen necesarios, como empezar a cuestionarnos para qué estamos hechas: para cumplir anhelos internos o los que se asocian a eslóganes que nos compramos completos. Porque el mundo ofrece puertas abiertas, con avances tecnológicos, médicos y científicos que permiten controlar la natalidad —y se puede decir que es necesario para la autonomía de la mujer—, pero han impactado tan profundamente en la orientación de nuestra vocación que perdimos la libertad de elegir un proyecto de vida que no sea igual al del resto, como el de chiquillas que no quieren ir a la universidad. Lo que nos dejó esta sociedad moderna de abundancia, de avances y de bienestar material, pero sin sentido de pertenencia o de trascendencia. Y entonces, me dicen: “Ya no es necesario enamorarme, querer tener una pareja para toda la vida, con quien tener hijos y vivir la sexualidad. Eso se puede hacer para un lado, y más adelante puedo ser mamá, incluso siendo soltera”.

Fuente: Elaboración propia con datos de INE, CEPAL y Banco mundial.

 

¿Estamos frente a una transformación profunda o a un empobrecimiento de lo que entendemos por familia?

CSS: No vamos a encontrar nada que no nos venga dado como herencia. La escuela de amor viene de los que estuvieron antes que nosotros. La familia extensa es parte de la solución a la crisis de natalidad. Es el soporte para las nuevas generaciones en cuanto a memoria y transmisión de valores, y también tiene anhelo de trascendencia en quienes son jóvenes ahora.

XGB: Para transmitir hay que dar testimonio. Hay que mirarse y compartir las propias experiencias, sentimientos y sensaciones, para que haya esperanza en un futuro mejor, cara a cara, pudiendo percibir el lenguaje no verbal, porque los gestos nos hacen humanos. Nuestro rol, como universidad y como Iglesia, es acompañar a cada uno, darnos ese hermoso trabajo.

APM: Como jóvenes católicos, debemos poner la esperanza en Cristo. En la misma universidad hay personas trabajando por el desarrollo del planeta, hay fundaciones de acompañamiento a mujeres vulnerables que están embarazadas. Para mí, esto es una transición, y confío en que lo que estamos viviendo va a pasar, porque todos estamos convocados a amar, y del amor brota la vida. Los católicos tenemos la labor de analizar estas condiciones, problematizar y marcar la diferencia, ir contracorriente, porque nuestra esperanza está puesta en algo mucho más grande.

¿Cómo se puede anunciar la maternidad (y la paternidad) como una vocación esperanzadora, especialmente a los jóvenes?

CSS: La familia, como elemento permanente en la sociedad, tiene que guardar cierta esperanza en las nuevas generaciones, sin descuidar el respeto por la soberanía familiar y la decisión de paternidad responsable. Cada decisión de crear, criar y educar, son semillas de esperanza para descubrir que lo que nos falta podemos generarlo nosotros y, quienes ya no podemos tener más hijos, transmitir la belleza del dar vida. Sin idealizar, la maternidad es una experiencia humana única. La llegada de un hijo nos lleva a la dimensión del para siempre. No hay nada más bonito que eso y es sobrehumano.

 

Notas

  1. Instituto Nacional de Estadísticas, Estadísticas Vitales 2023, marzo de 2025, https://www.ine.gob.cl.
  2. Pablo Rodillo, “Fernando Zegers, experto en fertilidad: ‘Si no hay un cambio en política pública seria para fomentar la natalidad, Chile va a tener que vivir de los migrantes’”, El País, 20 de abril de 2025, https://elpais.com/chile/2025-04-20/fernando-zegers-experto-en-fertilidad-si-no-hay-un-cambio-en-politica-publica-seria-para-fomentar-la-natalidad-chile-va-a-tener-que-vivir-de-los-migrantes.html.
  3. Papa Francisco, Spes non confundit, bula para el Jubileo 2025, n. 33.

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