Espacios femeninos para cuestionar los desbalances de poder y construir soberanía alimentaria. 1
Las huertas son sistemas socioecológicos espacialmente delimitados y ubicados cerca de una vivienda familiar. En la ciudad, las huertas se cultivan en barrios, villas, escuelas, universidades y otros lugares que son, generalmente, gestionados por varias personas o familias autoorganizadas. ya sea en el campo o en la urbe, en las huertas ocurren procesos continuos de domesticación, diversificación y producción agrícola asociados al cuidado y gestión de semillas, plantas herbáceas, arbustos, árboles e incluso animales. Los productos de la huerta tienen distintos fines, incluyendo la alimentación, el uso medicinal, la creación de artesanías, la utilización en ritos, diversos usos ornamentales, la construcción de identidad y el aporte a la economía familiar. Las huertas permiten dar continuidad a conocimientos y prácticas tradicionales transmitidas activamente de generación en generación en el diario quehacer. En estos sistemas ocurren procesos de fortalecimiento de lazos sociales, comunitarios y de recomposición de la memoria colectiva.
« Las huertas son un lugar multipropósito que fortalece el tejido social, nutre la espiritualidad y la identidad de las mujeres, entregándoles soberanía en su quehacer».
Las huertas nos permiten cuestionar y enfrentar las relaciones jerárquicas entre géneros que están enraizadas en estereotipos que nos inculcan desde temprana edad. Las mujeres han cumplido y cumplen un papel esencial en la agricultura familiar en Chile y el mundo. Ellas han sido las encargadas, silenciosamente y muchas veces de forma invisibilizada, de domesticar plantas, cuidar y curar semillas, seleccionar plantas medicinales y aromáticas y, más importante aún, de nutrir a sus familias. Para mujeres mapuche de La Araucanía, por ejemplo, el “huertear” es un rito sanador de crianza mutua en el que semillas, plantas y humanos se nutren en continuas generaciones en un espacio donde reina la fertilidad. A su vez, las huertas son un lugar multipropósito que fortalece el tejido social, nutre la espiritualidad y la identidad de las mujeres, entregándoles soberanía en su quehacer.
Las huertas familiares y comunitarias se han transformado en verdaderos espacios de resistencia que muchas mujeres y hombres han fomentado para enfrentar los rápidos procesos de homogeneización cultural, agrícola y alimentaria. Estos últimos procesos han tendido a promover los monocultivos de manejo intensivo con un alto input de insumos externos (agroquímicos) con fines comerciales, marginando la producción de baja escala y el autoconsumo. Por ende, el cultivo de huertas fortalece el ejercicio político y el derecho de personas, familias y pueblos a definir sus sistemas de producción de manera ecológica, económica y socialmente coherente a su contexto. De esta forma, las huertas son más que una fuente de recursos alimentarios para la familia campesina: las huertas pueden ser refugios bioculturales fundamentales para fortalecer la soberanía alimentaria en el campo y laciudad. Además, el rol de género en las huertas familiares nos recuerda que la sustentabilidad y la soberanía alimentaria exigen replantearse la “masculinidad”, visibilizar y valorizar el papel de las mujeres campesinas y urbanas, y comprender que la deconstrucción de ciertas convicciones permitirá construir nuevas relaciones y ámbitos de decisión.