«Preguntas entre académicos»: Artículo basado en Cursos de Formación para Académicos Pastoral UC.
En este curso se abordaron las bases ideológicas, raíces históricas y evolución del islam, el budismo y el judaísmo, junto con los conflictos interreligiosos actuales y las claves para un diálogo con el cristianismo. En esta sección, dos expertos que participaron como expositores, responden algunas de las preguntas que surgieron durante las clases del 1er semestre de 2011.
¿Qué relación hay entre las zonas de conflictos bélicos y las zonas donde hay más diversidad religiosa?
Juan Emilio Cheyre: Los conflictos armados han decrecido en los últimos años hasta mantenerse en un número que en 2010 alcanzó a 30. Doce de ellos se localizan en Asia, diez en África, cuatro en Europa, tres en el Oriente Medio y uno en América.
Las causas principales corresponden a demandas de autodeterminación y autogobierno, oposición o lucha por el control de los recursos o del territorio. En la actualidad, el 43% de ellos se califican como de baja intensidad, 30% de mediana y solo un 27% de alta, localizándose en África y Asia los de mayor gravedad. Adicionalmente, desde hace varios años, el número de bajas civiles es superior al de las militares.
En cuanto a las causas de los conflictos, en África se relacionan con la lucha para acceder al gobierno (Chad, Somalia o Sudán) o modificar el sistema (Argelia). En Asia, por su parte, la totalidad de los conflictos está vinculadas al intento de cambiar el sistema sociopolítico o al reconocimiento identitario de las minorías. En países como India, Filipinas o Pakistán también confluyen distintas causas como antiguas disputas, desde procesos de descolonización hasta las vinculadas con el terrorismo, la droga o diferentes visiones políticas o religiosas.
En síntesis, la religión no aparece como una causal preponderante entre las razones que explican, por sí solas, un determinado conflicto. Sin embargo, la localización geográfica y geopolítica, especialmente en Asia y el norte de África, indica que en ambos sectores –donde se radican 22 de los 30 conflictos existentes– la variable religiosa constituye un elemento importante. No se trata de luchas entre religiones, sino de visiones diferentes a nivel de una misma religión. Las facciones chiitas y sunitas constituyen la expresión más representativa. En Pakistán, por ejemplo, gobierna un partido de carácter laico moderado que ha promovido persecuciones contra minorías religiosas en virtud de «la ley de blasfemia». En 2005 Sudán aprobó una constitución en la que diez regiones del sur garantizan igualdad entre ciudadanos sin importar su credo; pero en 16 regiones septentrionales los habitantes están regulados por un código de ley derivado del Corán, con una fuerte interpretación del Partido del Congreso Nacional (Musulmán) que castiga la «apostasía» con muerte, escarmientos corporales, prohibición de matrimonios y otras tradiciones islámicas. Es posible deducir, por tanto, que la religión, como la define el sociólogo G. Lenski: «un sistema compartido de creencias y prácticas asociadas, que se articulan en torno a la naturaleza de las fuerzas que configuran el destino de los seres humanos», no es factor monocausal de los conflictos armados. Los elementos que constituyen el origen de los conflictos tienen que ver con factores territoriales o étnicos. Asimismo, se podría decir que, cuando se instrumentaliza políticamente la religión hay mayor posibilidad de encontrar resistencia desde otros sectores.
¿Cuál es la postura de las religiones monoteístas frente a la presencia del mal y del sufrimiento en el mundo?
Rodrigo Polanco: Las tres religiones monoteístas –judaísmo, cristianismo e islam– tienen como principio común la fe en un solo Dios, Creador de todo lo que existe. Ese Dios, como tal, es único, todopoderoso, bueno y es fundamento último de la realidad. Todo lo ha creado por amor y bondad. Entonces, ¿De dónde provienen el mal y el sufrimiento? Debemos distinguir entre lo que proviene de la fragilidad propia de lo creado y lo que es fruto del mal uso de la libertad del hombre. El mal, propiamente tal, proviene de las malas acciones y de la falta de justicia del ser humano, que es libre, pero que puede utilizar mal su libertad. Son las injusticias y pecados.
Distinto es hablar del sufrimiento propio de la vida. La fragilidad, los procesos de desarrollo y el decaimiento de cada ser, no son propiamente un mal, sino algo inherente a la creatura en desarrollo. Así, lo creado, por ser creado, es imperfecto; puede fallar y tiene en sí procesos que conllevan sufrimientos: envejecemos, nos enfermamos, existen terremotos y accidentes. Todos estos no son males en sí, sino el proceso normal del mundo que va evolucionando y tiene un término. No son males que se le puedan imputar a Dios, ya que son propios de la vida humana que es buena, pero frágil; y se enmarca en una bondad fundamental y una vocación eterna.
¿Cuál es el punto de encuentro que favorece el diálogo entre las distintas religiones?
Rodrigo Polanco: Hay, al menos, dos puntos de diálogo y encuentro. El primero es el mismo ser humano, que tiene una naturaleza y un destino único, tiene derechos y deberes comunes. En consecuencia hay aquí un encuentro importante: el bien del hombre. Todo lo que sea bueno para un hombre o una mujer nos tiene que unificar. Estamos llamados a trabajar en conjunto para colaborar al crecimiento integral de la humanidad.
En segundo lugar, nos une la búsqueda de la verdad. Dado que el ser humano tiene algo que es común a todos, a saber, que somos todos semejantes, podemos buscar unánimemente la verdad, que es el bien del ser humano y su destino final. Los que creemos en Dios estamos convencidos de que esa verdad es Él mismo; otras personas lo verán distinto. Sin embargo, si somos todos iguales y tenemos un destino común, tenemos que buscar juntos y no tener miedo a la verdad. Y esa verdad nos hará más libres y mejores.