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Lo Esencial y lo Contingente de lo Social

Concilio Vaticano II. La “historia interna” de cada documento pontificio es el contexto eclesial en el que surge. Los escritos de Pablo VI están marcados por los temas del Concilio.

 

Los documentos a través de los cuales los pontífices transmiten la doctrina social de la Iglesia no aparecen de la nada. Normalmente, van precedidos de un largo proceso de experiencias –muchas de ellas de laicos–, aprendizajes y enseñanzas (…) también comprenden un contexto histórico, político y eclesial y dialogan también con la personalidad de cada pontífice. Conocer estos tres aspectos, según la investigación de Precht, ayudará a separar lo esencial –principios permanentes presentes en toda la doctrina– de lo contingente. 

 

 

A lo largo de la historia, los cristianos han mostrado una constante preocupación por los asuntos sociales. A diferencia de lo que suele pensarse, la predilección de la Iglesia por lo social no empezó con la encíclica Rerum Novarum, promulgada en 1891, sino que ha estado desde sus inicios. El hecho de que la realidad social se haya vuelto cada vez más compleja, al igual que la búsqueda de soluciones más precisas, fue lo que llevó a los pontífices a proponer ciertas líneas orientadoras. Después del Concilio Vaticano II (1962-1965), esta actitud se hizo más patente. Recogiendo aportes  de los laicos y del clero, los papas se han encargado de comunicar estas enseñanzas cristianas, dándole  la  forma de un “para dónde” conviene dirigirse en el ámbito social. Llegados  a  este punto, es pertinente preguntarse el “por qué” de este “para dónde”, para evitar dos peligros: una lectura superficial de los documentos y una aplicación automatizada de los mismos.

En un estudio realizado en el marco del VII Concurso de Investigación para Académicos de la Dirección de Pastoral y Cultura Cristiana y la Vicerrectoría de Investigación de la UC, el profesor titular adjunto de la Facultad de Derecho UC Jorge Precht abordó la Doctrina Social del postconcilio. Con el fin de evitar los peligros mencionados, busca situar los documentos sociales de los papas Pablo VI, Juan Pablo II y Benedicto XVI en el contexto histórico del mundo y del catolicismo del tiempo en que se promulgaron, así como la influencia de la personalidad de cada pontífice en su elaboración.

 

Menos superficialidad y mayor libertad

El estudio realizado  centra  su objetivo en permitir a la comunidad universitaria leer los textos pontificios diferenciando los elementos centrales de los contingentes,  de  manera  tal  que no sean receptores pasivos del mensaje, sino actores creativos  en  la  aplicación del mismo. Según Precht, esto evita una lectura superficial. “En ese sentido, el compendio de la Doctrina Social de la Iglesia (DSI) tiene  una  gran  virtud:  en un solo tomo, mostrar toda la DSI hasta   el momento. No obstante, presenta un peligro: que se tome como un catecismo que haya que repetir. Hay  que  salir  de eso círculo vicioso en el que la jerarquía habla, el laico repite y trata de aplicar”, explica Precht, quien añade “de este modo, se fomenta  una  mayor  libertad de los laicos y la posibilidad no solo de aplicar la DSI, sino de llevar temas no abordados al ámbito de la ética social cristiana”.

El estudio centra su objetivo en permitir leer los textos pontificios, diferenciando los elementos centrales de los contingentes, de manera tal de no ser receptores pasivos del mensaje, sino actores creativos en su aplicación.

Uno de los colaboradores en la elaboración del Compendio de la DSI, fue  padre  Enrique  Colom,  consultor del Pontificio Consejo Justicia y Paz, quien rescata la validez e importancia de una investigación como esta. Con respecto a la libertad de la que habla Precht, sostiene que “en los principios fundamentales, los seglares debemos tomar el rumbo de la DSI, por ejemplo  en la dignidad humana o la solidaridad, pero luego hay que concretarlos en una variedad de soluciones de índole más técnica, que variarán de acuerdo al lugar o la época de su aplicación”, explica el sacerdote, quien además es profesor emérito de Doctrina Social de la Iglesia de la Pontificia Universidad de la Santa Cruz de Roma. Sebastián Neut, historiador UC, explica que “en los modelos morales preconciliares la historia no emergía como un lugar teológico, por lo que lo hacía siempre de manera arcana o insubstancializada (como un accidente). El pensamiento católico creía que podía obtener las verda-

Un hombre ejemplar. La historia personal de cada pontífice es uno de los elementos que enriquece la lectura de la DSI. Juan Pablo II buscaba el contacto con la naturaleza como camino de contemplación de Dios.

des del mundo a partir del caudal exclusivo de la tradición teológica. Así percibidas las cosas, la autoridad eclesial operaba como el deus ex machina de la verdad secular”, dice Neut a la vez que rescata el aporte de la investigación.

 

El propósito, según Precht, es presentar y explicar el por qué de una DSI que actúa como guía y no se impone como dogma, de tal manera que la formulación doctrinal y  su  aplicación se enriquecen mutuamente,  dado  que “la doctrina social no solo sirve para orientar de modo duradero la actuación práctica, sino que recibe, a su vez, su orientación desde la práctica” (Pío XII, discurso del 8 de mayo de 1955). En una primera aproximación –antes de prestar atención al esfuerzo, ya mencionado, de contextualizar la enseñanza cristiana del postconcilio–, parecería conveniente hacer una lectura periodística de lo que será el primer capítulo del libro de Precht sobre este tema, acerca de las “Cuestiones preliminares para un estudio de la DSI”.

 

Primer acercamiento: DSI y sus límites

Entre sus múltiples actividades académicas, Jorge Precth dicta un curso de DSI. En sus apuntes –fruto de su amplia investigación– se puede ver destacado con amarillo intenso: La DSI “trata de principios y directrices orientados en una dirección histórica determinada, formulados con ocasión de una situación particular”. Más adelante, la resume como la respuesta del catolicismo a los problemas suscitados por la modernidad y agrega que “frente a estos problemas es necesario evitar todo triunfalismo y reconocer, teniendo los pies en la tierra, que nos ha costado enormemente vivir en una sociedad salida del humanismo y de la Revolución Francesa: pasar de monárquicos a republicanos, de autocráticos a demócratas, de poseedores  y  maestros de la verdad a servidores de los hombres en busca de ella, de perseguidores o espectadores pasivos de violaciones a defensores de los derechos humanos”.

<<la misma Iglesia en sus documentos ha tratado de explicitar que la DSI tiene un componente histórico, uno teórico y otro más práctico>>.

Límites de la DSI

La investigación ha sido particularmente cuidadosa de no traspasar los límites de la DSI. Al realizar este “rayado de cancha” se “pasa la pelota” al laico, para que aplique –en las circunstancias particulares– las directrices propuestas. El primer límite que el profesor Precht destaca en su estudio, es respetar la libertad en la aplicación de la DSI.

Así, la jerarquía de la Iglesia puede sugerir líneas orientadoras, pero las decisiones prácticas y contingentes son competencia de los seglares. Por tanto, se rechaza el clericalismo y se respeta un sano pluralismo de los laicos en materia político-social. Esto coincide con lo dicho en el Concilio Vaticano II, cuando recuerda que frente a un asunto social difícil de convenir “muchos tienden fácilmente a vincular su solución con el mensaje evangélico. Entiendan todos que en tales casos a nadie le está permitido reivindicar en exclusiva a favor de su parecer la autoridad de la Iglesia. Procuren siempre hacerse luz mutuamente con un diálogo sincero, guardando la mutua caridad  la solicitud primordial por el bien común” (Gaudium et Spes n.43).

El segundo límite se encuentra en el campo de la ciencia y sus descubrimientos. Se debe entablar un diálogo entre fe y razón particularmente importante para las ciencias sociales, en especial, la economía. Al respecto, Precht explica que, naturalmente, “no siempre los hombres de Iglesia tienen la formación científica suficiente” y a esto, debe añadirse alguna dosis de soberbia intelectual de los científicos.

 

El “por qué” del “para dónde”

Los documentos a través de los cuales los pontífices transmiten la DSI no aparecen de la nada. Normalmente, van precedidos de un largo proceso de experiencias–muchas de ellas de laicos–, aprendizajes y enseñanzas. Son preparados por asesores que elaboran textos de trabajo y borradores, los que también comprenden el contexto histórico, político y eclesial, según fueron promulgados. Estos documentos también dialogan con la personalidad de cada pontífice. Conocer estos tres aspectos, según la investigación de Precht, ayudará a separar lo esencial –principios permanentes presentes en toda la doctrina– de lo contingente.

 

Contexto histórico, la historia externa

Cuando dos pontífices de distintas épocas escriben una encíclica abordando un mismo problema, este puede permanecer igual o haber evolucionado. Así, según explica Precht, la situación actual de los trabajadores es distinta en la mayoría de los países a la que analizó, hace más de 100 años, León XIII (trabajo de niños, discriminación total de las mujeres, etc.). De las soluciones que puedan surgir en ambos casos hay ciertos principios que permanecen inmutables, mientras que otros serán observaciones concernientes a las circunstancias. En esta línea, el profesor de la Facultad de Teología UC, padre Cristián Hodge, comenta que “la misma Iglesia en sus documentos ha tratado de explicitar que la DSI tiene un componente histórico, uno teórico y otro más práctico. El histórico es que cada documento ha surgido en una coyuntura, por ejemplo la Rerum Novarum, surge  por la cuestión social del siglo XIX, y la Quadragesimo Anno, por la gran depresión del 29. Todos los escritos responden y dialogan con un contexto, pero al mismo tiempo, hay principios permanentes, que son el elemento teórico: el destino universal de los bienes o el principio de subsidiaridad”, comenta el académico, quien recientemente realizó una publicación acerca de la moral social en San Alberto Hurtado.

Por esto es importante ubicar a cada encíclica en su contexto histórico. Mientras más se pueda separar lo contingente de lo esencial, más libertad se tendrá al momento de actuar. En diciembre de 1964, en un viaje a Bombay, India, Pablo VI toma contacto con el tercer mundo. Esto influirá fuertemente en su manera de abordar los temas en la Populorum Progressio (1967). En el caso de Juan Pablo II, su ubicación más contemporánea lo sitúa a los pies de problemas como la liberación de precios, la desregulación y la privatización. El Papa abordó los temas especialmente en su Encíclica Centesimus Annus (1991), después de la caída del Muro de Berlín. Dirá que “da la impresión de que, tanto a nivel de las naciones, como de las relaciones internacionales, el libre mercado es el instrumento más eficaz para colocar los recursos y responde eficazmente a las necesidades”. Sin embargo, asegura que “existen numerosas necesidades humanas que no tienen  salida en el mercado” (n.34).

Verónica Soto, Socióloga y Licenciada en Filosofía UC, explica que “una de las razones por las cuales Benedicto XVI toca temas como el desarrollo humano integral y las políticas sociales en Caritas in Veritate (2009), tiene que ver con las actuales transformaciones socioculturales, políticas y económicas asociadas al proceso de globalización. En efecto, a partir de dicho contexto, el Pontífice se propone actualizar la enseñanza de su predecesor sobre el desarrollo humano integral, con  motivo de cuestionarse ‘hasta qué punto se han cumplido las expectativas de Pablo VI siguiendo el modelo de desarrollo que se ha adoptado en las últimas décadas’ (n.21)”.

 

Contexto eclesial, la historia interna

Llegado este punto, el profesor Precht habla de la situación en la que se encontraba la misma Iglesia Católica al momento de ser escritos los documentos. Lo de Pablo VI, por ejemplo, estará marcado por el Concilio Vaticano II. Después de la muerte de Juan XXIII en 1963, fue elegido como cabeza de la Iglesia y “debe subirse a un tren en marcha; no es todavía una carrera frenética, pero lo cierto es que, al difícil oficio de papa en la Iglesia, se le añade la tarea extraordinaria de llegar a ser papa en medio de un Concilio” (Giuseppe Alberigo, Historia del Concilio Vaticano II, 2006). El papa Montini recibe un concilio dogmático y termina por sacar adelante un concilio pastoral. Juan Pablo II, por su parte, “se enfrentó a la tergiversación del Concilio Vaticano II y quiere volver a su sentido original. Es el momento en que la Iglesia se encuentra amenazada desde dentro”, dice Precht. Agrega “por eso se entiende el nuevo impulso que otorga a la DSI en la Asamblea General del Episcopado Latinoamericano en Puebla, en 1979. Aquí, Juan Pablo II, reacciona con fuerza frente a las críticas, defiende abiertamente el término “Doctrina Social de la Iglesia” y llama a “tener confianza de manera responsable en la doctrina social, aunque algunos traten de sembrar dudas y desconfianzas sobre ella…”. Benedicto XVI, en cambio, enfrenta un proceso más agudo todavía. La secularización llevada al límite, donde los enemigos externos se fortalecen cada día y la Iglesia en su interior se debilita. Su esfuerzo por enderezar esta “historia interna” se ve plasmado en sus documentos.

 

La personalidad de los pontífices

El papa ante los desafíos actuales. Toda enseñanza social cristiana debe ser puesta en su contexto histórico para separar sus elementos contingentes de los esenciales. Visita de Benedicto XVI a Cuba en 2012.

«La historia personal de cada pontífice es uno de los elementos que enriquece la lectura de la DSI; no necesariamente su contenido, pero sí la elección de temas y la forma en que escriben. Los pontífices no se contradicen en los principios, pero sí tienen diversas sensibilidades frente a las distintas problemáticas», explica Precht. La investigación describe a Pablo VI como inteligente, trabajador, místico, de apariencia frágil y retraído. Sin embargo, en sus enseñanzas se constituye como el papa dialogante: al interior de la Iglesia, entre el papa y los obispos, con las personas que están lejos ella, ecuménicamente, de la Iglesia con la cultura y los problemas del mundo. Él es el mentor del Secretariado para los No Creyentes.

Karol Wojtyla, por su parte, desarrolla una aguda sensibilidad después de que el ejército nazi invadiera Polonia en 1939 y 184 profesores de la Universidad de Cracovia fueran arrestados y deportados. Durante su juventud asiste a grupos de teatro y trabaja como  obrero  en una mina y en una fábrica química.  En sus escritos declara que  eso  fue “la mejor escuela de vida” y la “mejor preparación” a sus responsabilidades.

<<La historia personal de cada pontífice es uno de los elementos que enriquece la lectura de la DSI (…). Los pontífices no se contradicen en los principios, pero sí tienen diversas sensibilidades frente a las distintas problemáticas>>.

No es de sorprenderse la cantidad de encíclicas sociales, propiamente dichas, que publica: Laborem Exercens (1981), Sollicitudo Rei Socialis (1988) y Centesimus Annus (1991). Así mismo, aquellas en que parcialmente habla de la DSI, como su primera encíclica: Redemptor Hominis (1979), donde toca el tema de los derechos humanos. Basándose en las palabras del periodista italiano Andrea Tornielli, el investigador describe a Benedicto XVI como un «típico intelectual bávaro», pegado a su tierra de origen. No muy dado a la vida social y, sobre todo, ajeno a los “chismes” de la curia. Habla varios idiomas y opta siempre por verificar los textos en su lengua original. Una de sus características sobresalientes es el autocontrol: es rarísimo que pierda la paciencia. Es un gran amante de la montaña; adora hacer largos paseos durante las vacaciones y tiene una gran pasión por la música.

Es un papa lleno de gestos. “En la Misa de entronización, que da inicio a su pontificado, la orquesta interpreta piezas de Bach, quien fuera luterano. Entonces también hace un gesto ecuménico”, explica Precht. Un segundo objetivo del profesor Precht para abordar esta investigación es “suscitar un amor a la Iglesia, pero uno que no sea etéreo, sino fraternal. Presentar, por ejemplo, a Pablo VI como alguien con quien se pueda dialogar, porque se conocerá su historia. Se trata de un amor de una persona madura, culta, donde se puede hacer diálogo entre fe y ciencia”, explica el investigador, quien prepara

la publicación de varios libros sobre el asunto. El primero de ellos está enfocado en el pontificado de Pablo VI. Si bien su trabajo ahora  se  centrará en este primer tomo, respecto del segundo –correspondiente a Juan Pablo II– anuncia que será una tarea exigente: “creo que lo ideal en una investigación así es hacerla con un equipo interdisciplinario, por ejemplo: un teólogo, un experto en relaciones internacionales, un psicólogo y un historiador”, cuenta el académico.

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