Reportaje basado en la investigación de:

Maureen Boys

Profesora de la Facultad de Artes UC

meboys@uc.cl

Beatriz Kase

Profesora de la Facultad de Letras UC

bkase@uc.cl

Ana María Edwards

Profesora de la Facultad de Química UC

aedwards@uc.cl

Andrés Navarrete

Profesor de la Facultad de Letras UC

adnavarr@uc.cl

Bárbara Loeb

Decana de la Facultad de Química UC

bloeb@uc.cl

Revista

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Competencia Profesional y Vida Cristiana: Desafíos de un Académico Católico

Los retos que enfrentan las universidades para adaptarse a las exigencias del mundo actual han crecido en las últimas décadas. Abarcan cambios en investigación y docencia, en su vinculación con la sociedad y en lo que se espera de la labor de los académicos. Con este panorama, ¿qué es lo que se espera de un académico católico?

En la actualidad un profesor universitario se ve fuertemente presionado por diversas demandas, las que muchas veces requieren una atención más allá de lo estrictamente laboral. En este contexto, ser un académico perteneciente a una universidad católica presenta un desafío adicional,  tal como lo expresó S.S. Juan Pablo II en 1990, cuando a través de la constitución apostólica Ex corde Ecclesiae hizo un llamado a los docentes católicos a lograr una «integración entre fe y cultura, entre competencia profesional y sabiduría cristiana» (ECE n. 22).

«Es parte de nuestro trabajo (de las universidades católicas) que nuestros estudiantes se conviertan en mejores personas, y aquellos que son católicos, en mejores católicos. Nuestros profesores no deben enseñar a nuestros estudiantes solo química o ingeniería, sino que deben ser un ejemplo de vida para los alumnos».

Las universidades se enfrentan a un mundo global que demanda rendimiento y eficiencia en ámbitos como la docencia tradicional, la creación de conocimiento, el servicio a la sociedad y actividades de gestión. Por su parte, las casas de estudio denominadas católicas deben ser, en primer lugar, universidad, en todo el sentido de la palabra, y con las exigencias que esto conlleva. En cuanto católica, no puede reducirse solo a formar profesionales, y se caracteriza, entre otras cosas, por el diálogo entre la teología y las ciencias con el fin de iluminar evangélicamente el orden del saber». De esta forma, y desde la perspectiva del desafío de ser un académico católico, pareciera ser que los valores necesarios para mantenerse en el sistema universitario dificultan una vida de acuerdo a los valores de la cultura cristiana.

Las universidades católicas de América Latina, además de contar con una facultad de Teología de alto nivel, deben entregar una respuesta efectiva a las necesidades de toda la sociedad y no solo de un sector particular de ella. En cuanto al personal docente, este debe estar altamente capacitado para realizar su labor universitaria, por lo que también es requisito básico el contar con recursos financieros suficientes para asegurar trabajos de investigación.

Los profesores encuestados definieron al académico católico como aquel que transmite valores positivos a sus alumnos y enseña una manera responsable de enfrentarse al conocimiento.

Ir más allá de la teoría existente en torno a la labor de una universidad católica y específicamente de un docente católico, fue lo que buscó la investigación «Desafíos de ser un académico católico hoy en día: Integración entre competencia profesional y vida cristiana». Como parte del estudio se analizó el tema en cuestión desde la experiencia de 25 académicos en ejercicio que fueron sometidos a entrevistas estructuradas. Así, la pregunta «¿profesa usted alguna religión?», permitió saber de su propia voz si eran o no católicos. La información se clasificó considerando: credo (católico o no católico), área del saber (ciencias o humanidades y artes) y edad (joven: 39 años o menos, intermedio: entre 40 y 54 años, o mayor: 55 años en adelante) –ver gráfico–. Se obtuvo así un panorama general de lo que docentes católicos (19) y no católicos (6) consideran que deberían ser las directrices que guíen la labor de un académico que profesa la religión católica. Uno de los aspectos interesantes de la investigación es que consideró la opinión de profesores que trabajan en diferentes universidades, pertenecientes a distintas áreas del saber y en etapas disímiles de su carrera.

Calidad Humana

Muchas respuestas coincidieron en que los actos de cada individuo son los que determinan su calidad humana. Acciones que le otorgan al profesor el valor de maestro, más allá de ser un transmisor  de conocimiento. Así también lo señaló el presidente de la Universidad de Notre Dame, John Garvey, que en 2012 visitó nuestra Universidad:

«Es parte de nuestro trabajo (de las universidades católicas) que nuestros estudiantes se conviertan en mejores personas, y aquellos que son católicos, en mejores católicos. Nuestros profesores no deben enseñar a nuestros estudiantes solo química o ingeniería, sino que deben ser un ejemplo de vida para los alumnos».

Sin embargo, para los entrevistados tanto católicos como no católicos, la calidad humana de un académico no tendría relación exclusiva con su religión, al manifestar que los valores trascienden el credo que se profesa, aunque algunos comentaron que ser católico fomentaría la calidad humana de las personas.

Nadie puede ser excluido por no ser católico, hay una ley que prohíbe eso. Pero sí es perfectamente válido preguntar cómo perciben su relación con la Iglesia, si tienen alguna tensión o si están de acuerdo o no con ciertas orientaciones. O, más claramente, si tienen conocimientos de la misión que se ha puesto la universidad a la que postulan. (Católico, área humanista, edad intermedia).

Características del docente católico

«Lo católico debe ser un sello que vaya más allá de la excelencia académica, que también está presente, sin duda, en universidades laicas. En este grupo de profesores se insiste que no basta con declararse católico, sino que se debe actuar como tal».

Los profesores no católicos definieron al académico católico, de manera casi unánime, como aquel que es consecuente entre lo que dice ser y su forma de actuar. Una persona que transmite valores positivos tanto a sus alumnos como a colegas, y que centra su investigación y docencia en el desarrollo de la persona. Además, mencionaron actitudes como ser acogedor, respetuoso, tolerante y solidario en las descripciones de un docente católico, poniendo el acento en la búsqueda del bien del hombre y la sociedad.

Así, lo católico debe ser un sello que vaya más allá de la excelencia académica, que también está presente, sin duda, en universidades laicas. En este grupo de profesores se insiste que no basta con declararse católico, sino que se debe actuar como tal.

Los docentes que adhieren a la fe católica definieron al académico católico como aquel que enseña más allá de lo propiamente disciplinar. Es quien muestra a sus estudiantes una manera de enfrentarse al conocimiento y la responsabilidad que existe en ello. Lo describieron como alguien que es reconocido por sus hechos y que vive de acuerdo a sus principios, alguien que está interesado en sus alumnos de una manera integral; que valora la diversidad de posturas. Los encuestados señalaron que un académico católico es aquel que se sabe parte de una cadena de seres humanos trabajando para un fin, trabajando para la búsqueda de la verdad.

«Si se favorece el sentido de comunidad, si se refuerza la fe bien vivida, si se enfatiza la acogida del otro, instalando a Cristo en medio de la comunidad y se respetan las diferencias, el control de estas variables se haría cada vez menos necesario. […] Si una persona vive realmente la fe sería el mejor académico de todos».

Entre otras cosas, el católico debe ser tolerante y suficientemente flexible para confrontar ideas, pensamientos, estilos de vida (…). Esa instancia permite crecer y consolidarse. Si todos somos iguales no se produce retroalimentación positiva. (Católico, ciencias, edad intermedia).

Según los resultados de la investigación, el sello de catolicidad lo determina, ante todo, la coherencia de  su actuar. Algunos incluso enfatizaron que el docente debiera llevar una vida espiritual activa con evidencias formales, como participar en actos litúrgicos; actitud que debe ser genuina y nacer de un llamado personal. Llama la atención que en el grupo de docentes católicos, una vez definido el ideal, no todos declararon sentirse a la altura; para muchos existe una clara intención de serlo, pero no siempre creen lograrlo con la exigencia que ellos mismos describen. Si se entiende católico como la capacidad de incluir, de atraer a otros a la belleza de la fe, se trata de una lucha constante, no una cosa hecha.

La búsqueda de la verdad

Algunos de los académicos entrevistados manifestaron que la misión propia de una universidad es buscar la verdad, por lo tanto, las investigaciones pueden avanzar de manera continua  en esa búsqueda, siendo la propia fe la que llama a profundizar. Otros, por su parte, señalaron que puede existir una tensión en el estudio de temas ligados a las ciencias médicas y de la vida. Sin embargo, para uno de los académicos no católicos los límites los pondría la ética, ya que hay áreas de la investigación que no tienen relación exclusiva con la fe católica.

Me parece que la fe obliga a buscar la verdad y a poner esa perspectiva de la verdad al servicio de los demás; la fe es  un imperativo para hacer este trabajo y hacerlo bien. Pero hay investigaciones que son fuertemente distorsionadas por razones comerciales y creo que eso no solo afecta nuestra vocación académica en búsqueda de la verdad, sino que pone en juego —en algún punto— tu fe y tu decisión de buscar la verdad por el bien de los demás. (No católico, área ciencias, mayor).

Consecuencia y ethos católico

Ex corde Ecclesiae es el documento fundamental que guía el sentido de las universidades católicas. Fue promulgado en 1990 por S. S. Juan Pablo II.

En muchos casos fue sorprendente constatar que respuestas que el equipo consideraba previamente como exclusivas de un grupo terminaron atravesando los límites entre el académico que dice ser católico y aquel que dice no serlo, generando interesantes vínculos y coincidencias de valores.

La palabra consecuencia cruzó todas  las divisiones etarias, de credo y de áreas del saber, confirmando fuertemente que resulta ser un valor importantísimo, tanto del propio académico con su actuar como también con la institución en que trabaja.

Si uno tiene claros sus principios y lo  que uno es, no debiera existir diferencia si se ejerce en una universidad católica o en una laica; no cambian ni los principios ni la consecuencia. (Católico, ciencias, edad intermedia).

Entre los académicos católicos entrevistados hubo dos formas de interpretar la relación entre una universidad católica y la Iglesia. Para un grupo minoritario, idealmente, esta relación debe ser vertical y jerárquica, con una mayoría de académicos católicos y con la posibilidad de contar con académicos e investigadores no católicos pero respetuosos de los principios de la Iglesia; otro grupo, mayoritario, se inclina a favor de una universidad fiel a la Iglesia pero integradora de posturas diversas y más democrática en el gobierno de la universidad, otorgando mayor importancia al papel de los laicos al interior de ella y de la Iglesia.

En cuanto a la misión vinculada a la fe en Dios, se percibe una especie de ethos católico que envuelve a creyentes y no creyentes de buena fe en un concepto dinámico de catolicidad, y que acoge a ambos grupos. En cierto sentido, esta mirada más amplia podría introducir una variable en lo establecido por Ex corde Ecclesiae, en el sentido de que «para no poner en peligro tal identidad católica de la universidad […], evítese que los profesores no católicos constituyan una componente mayoritaria en el interior de la institución» (ECE n. 4). Mirado desde la perspectiva descrita anteriormente, la presencia de no creyentes con valores cristianos entre los académicos de la Universidad podría eventualmente quitar presión sobre esta cifra.

Creo que toda institución que se cierra en sí misma, que no es capaz de incluir verdaderamente, tiene poca capacidad y distancia para criticarse. Es bueno que exista la diversidad. (No católico, ciencias, edad intermedia).

Más participación y reflexión

El equipo pudo descubrir el anhelo de muchos docentes de participar más profundamente en el quehacer de la Universidad y de la Iglesia.

La investigación «Desafíos de ser un académico católico hoy en día» arroja la dificultad de especificar cuantitativamente si un académico cumple o no los aspectos mencionados. Sin embargo, si se favorece el sentido de comunidad se refuerza la fe bien vivida, hay un énfasis en la acogida del otro, instalando a Cristo en medio de la comunidad y se respeta las diferencias, el control de estos aspectos se haría cada vez menos necesario. En la visión del profesor y decano de la Facultad de Ciencias Sociales, Pedro Morandé: «Si una persona vive realmente la fe sería el mejor académico de todos».

A través de las entrevistas realizadas, el equipo pudo descubrir el anhelo de muchos docentes de participar más profundamente en el quehacer de la universidad y de la Iglesia, deseo que coincide con el llamado que hicieron los obispos a los laicos comprometidos y a los académicos católicos en los documentos del Concilio Vaticano II (Lumen Gentium n. 31). Por esta razón, la vida académica de la UC debería integrar una permanente reflexión sobre la catolicidad, de manera de compartir pensamiento,  experiencia y conocimientos en torno a los temas que podrían estar pendientes, lo que contribuiría también a la inclusión y a crear comunidad. El entusiasmo por una mayor participación hace presente la necesidad de una formación teológica sólida de los laicos católicos y de diálogo profundo entre teólogos y académicos de todas las disciplinas del saber, tanto científicas como humanistas. Esta es una tarea conjunta que nos convoca a compartir de manera abierta, generosa e informada, para avanzar en la búsqueda de la verdad.

Espero que los académicos encontremos en la universidad un espacio profundo de reflexión, que implique enfrentarse con los problemas claves de la sociedad; que puedan abrir sus investigaciones más que restringirlas. Yo quiero que la universidad me permita ver ciertas cosas que disciplinariamente no tendría por qué ver o conocer […] Sueño con una formación transversal y desafiante. (Católico, área humanista, joven).

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