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El falso empoderamiento del aborto

«El verdadero empoderamiento es acompañarlas y darles los medios para que puedan surgir, a pesar de sus circunstancias; generar políticas públicas que atiendan los verdaderos problemas que las afectan, para que no necesiten acudir a un aborto». 

La Dignitas infinita nos llama a reflexionar sobre realidades que vulneran la dignidad humana, sea por atentados a la vida, violaciones a la integridad de las personas u otras ofensas. Respecto del aborto, me gustaría destacar lo siguiente: 

Se señala que “la percepción de su gravedad se ha ido debilitando progresivamente en la conciencia de muchos”, reflejada en la “aceptación del aborto en la mentalidad, en las costumbres y en la misma ley” (nro. 47). Esto ha generado que, en un ambiente donde se minimiza el valor de la vida del embrión en desarrollo, las mujeres se vean engañadas e impulsadas a terminar su embarazo. 

El documento expone este acto como una forma de violencia ejercida contra las mujeres, por la coacción que reciben para realizarlo. La sociedad les dice que esta práctica es una solución a circunstancias muy difíciles, como una relación amorosa inestable, una mala situación económica, el miedo de contarlo, una carrera o trabajo que desarrollar, una sobrecarga por hijos existentes, la presión de la pareja o el entorno familiar, la ausencia de una red de apoyo, ser menor de edad, pero no es así. 

Estoy convencida de que el aborto es una “solución parche”. No solo termina con una vida humana inocente, nueva e irrepetible, sino que somete a las mujeres a lidiar con las consecuencias de su “decisión” el resto de sus vidas y que cada vez son más expuestas en testimonios y estudios. Ejemplo de esto es Aspectos psicológicos asociados al aborto en Sudamérica: revisión de la literatura, de María Lucía Fuentes Chávez. 

Instituciones como Fundación Esperanza y Redmadre manifiestan la necesidad de madres y padres que sufrieron un aborto de acudir a alguien que los acoja y ayude a sanar las heridas que esto les produjo. Estas instituciones también han dado a conocer las secuelas: tristeza, llantos sin causa aparente, enojo con quienes los rodean, consigo mismos y con la vida, culpabilidad, pesadillas e insomnio, trastornos alimenticios, falta de sentido a la vida, intentos de suicidio, conductas autodestructivas, todas ampliamente documentadas. 

He conocido mujeres que no dejan de pensar en esos hijos que murieron antes de nacer; que sueñan con ellos o los imaginan cada vez que ven a otro niño de una edad parecida a la que habrían tenido los suyos; que llevan solas y en silencio ese dolor, y se culpan por no haber protegido a ese bebé. 

Veo la contradicción en una sociedad que busca empoderar a las mujeres, orgullosa de ofrecer una decisión que las perseguirá el resto de sus vidas. El verdadero empoderamiento es acompañarlas y darles los medios para que puedan surgir, a pesar de sus circunstancias; generar políticas públicas que atiendan los verdaderos problemas que las afectan, para que no necesiten acudir a un aborto; una cultura de protección de cualquier tipo de abuso sexual y, junto con eso, librarlas de experimentar las consecuencias negativas que este drama provocaría en sus vidas. 

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