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El amor cristiano y el llamado a la fraternidad universal

La presente investigación1 surgió de problemáticas actuales que ejemplifican la profunda desunión entre los distintos sectores de la sociedad chilena. Si bien el proyecto comenzó como una lectura del Evangelio en su lengua original, como cristianos y ciudadanos es imposible ignorar el actual resquebrajamiento del tejido social. Así, emprendimos la tarea de considerar no solo el mensaje del Evangelio, sino también de comprenderlo más profundamente en su vinculación con el presente, pues creemos que la única forma efectiva de sanar las divisiones es por medio del amor; pero no cualquier clase de amor: el genuino amor de la fe, el agápē.

Como guías de fe y orientación exegética en nuestro trabajo, consideramos dos encíclicas de los últimos dos Papas de la Iglesia: Deus Caritas Est (DCE) de Benedicto XVI y Fratelli tutti (FT) de Francisco. En DCE, Benedicto XVI distingue tres tipos de amor presentes en la Biblia según las traducciones del griego: eros (una clase de amor propio de la sensualidad), filia (el amor de la amistad) y agápē (el amor más perfecto). Por su parte, en FT, Francisco aborda el tema de la fraternidad humana universal. Bajo estas dos perspectivas, la metodología de trabajo consistió en analizar el concepto de agápē en una serie de pasajes representativos de los Evangelios de Lucas y Juan. Los pasajes fueron traducidos desde el griego y analizados mediante una interpretación contextual-exegética —con ayuda de textos de comentaristas especializados—, procurando no solo entender el contexto de dichos relatos, sino también generar una síntesis global de los textos, vinculando el agápē con la visión de fraternidad universal de Francisco.

En nuestra investigación, descubrimos que el concepto de agápē puede ser comprendido en una doble dimensión: como el amor que Dios revela más plenamente al hombre en el Nuevo Testamento y como el amor más genuino a un prójimo. Sobre el amor divino, el pasaje central corresponde a Juan 3:16, “porque tanto amó Dios al mundo…”. Este acto de amor se refiere a la entrega que Dios hace por sus criaturas pecadoras, a quienes Dios ama y efectúa su salvación con la muerte y resurrección de Jesús.

Sin embargo, el concepto agápē también se encuentra presente en las relaciones humanas, vinculado estrechamente al concepto de “prójimo”. Es aquí donde se aprecia más la profundización del amor y del prójimo que ya existe en el Antiguo Testamento. En efecto, en este texto sagrado, el israelita es el prójimo y los extranjeros quedan excluidos de dicha condición. El giro radical que implica la revelación de Jesucristo se muestra mayormente en la parábola del buen samaritano, donde un maestro de la ley judía pregunta a Jesús: “¿Quién es mi prójimo?” (Lc 10, 29). Jesús responde con un relato ejemplar en el que un israelita es herido y mientras que sus compatriotas —un sacerdote y un levita, es decir, líderes religiosos del pueblo judío— ignoran su sufrimiento y pasan de largo, es un samaritano —es decir, alguien perteneciente a un pueblo excluido de la comunidad judía y además despreciado— quien lo socorre. De esta manera, no es que el cristianismo implique una negación de la antigua ley judía, pues es Cristo mismo quien dice “Amarás al Señor tu Dios” —citando Deuteronomio—, pero, debido a que el fundamento del agápē es el amor divino hacia todos los seres humanos, el concepto se resignifica y abarca a la totalidad del género humano. El mandato “amarás a tu prójimo como a ti mismo”, presente en Levítico 19, 18, rompe con toda exclusión de un otro, reunifica las naciones, sana las divisiones construidas socialmente —como en el caso entre judíos y samaritanos— y muestra las implicancias de seguir las enseñanzas de Cristo: el agápē no es solo amar a Dios, es también amar a todo prójimo, sin excepciones, pues Dios nos amó primero.

De esta manera, no es que el cristianismo implique una negación de la antigua ley judía, pues es Cristo mismo quien dice “Amarás al Señor tu Dios” —citando Deuteronomio—, pero, debido a que el fundamento del agápē es el amor divino hacia todos los seres humanos, el concepto se resignifica y abarca a la totalidad del género humano.

Es así que podemos explicar el agápē como el auténtico amor cristiano, cuyo fundamento es la entrega total de Dios por sus criaturas, a través de su hijo Jesucristo. Es decir, el agápē es un amor que va más allá del deseo erótico (eros) e incluso de una sincera amistad (filia), pues al mismo tiempo que implica una entrega total hacia el otro, introduce la idea de que ese “otro” no debe pertenecer exclusivamente a nuestros cercanos para merecer dicho amor, incluso pueden ser nuestros enemigos.

Así, nuestro proyecto quiere impulsar el ánimo de los católicos, llamándolos a vivir cada día el amor genuino y la entrega que Jesús nos dio. Sin embargo, el proyecto tiene un claro propósito evangelizador hacia los no creyentes, presentando, más allá de las caricaturas y prejuicios que muchos tienen sobre la fe cristiana, su mensaje actual y más puro: el amor. Hemos pretendido mostrar el agápē en su plenitud y explicar cómo puede ayudar a sanar las heridas presentes en nuestra sociedad. En efecto, el amor de Dios está disponible para todos los seres humanos, sin barreras geo y sociopolíticas. La invitación que Él les hace es a ser sus amigos (Jn 15,14). A su vez, los no creyentes pueden aprender que la fe no es una superstición ni un seguimiento de reglas estrictas, por el contrario, el cristianismo reconoce a la persona humana un lugar de privilegio en el mundo, lugar que más allá de las diferencias étnicas o políticas, se encuentra en la dignidad que nos otorga ser creados todos a imagen de Dios. Como señala Francisco, “la inalienable dignidad de cada persona humana [va] más allá de su origen, color o religión” (FT 39). Que un samaritano haya brindado su ayuda a un judío, en un contexto en que ambos grupos se odiaban mutuamente, muestra claramente el espíritu de concordia que la fe ofrece a nuestra sociedad secular y en que, más allá del respeto a la diversidad e ideas que cada uno posee individualmente, lo que nos une es mayor que lo que nos separa. Así, la fe no divide a una sociedad, por el contrario, invita a la unión y a la concordia universal entre todos los seres humanos a través del amor.

Notas

  1. El proyecto “El amor cristiano a la luz del Evangelio: Cristo como un llamado a la fraternidad universal” fue financiado por el VIII Concurso de Investigación y Creación para Alumnos, organizado por la Dirección de Pastoral y Cultura Cristiana en conjunto con la Vicerrectoría de Investigación de la Pontificia Universidad Católica de Chile. Estudio tutoriado por la profesora Ana María Vicuña. Equipo: Helena Hurtado, Facultad de Letras | helenahurtado@uc.cl · Jaime Guzmán, Facultad de Historia | jaimeguzmand@uc.cl.

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