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El guiño del Papa León XIV a Francisco: un gesto fraterno con raíz franciscana

La reciente elección del Papa León XIV ha resonado con fuerza no solo por lo inusual del nombre, sino por la profundidad simbólica que encierra. Quienes conocen la espiritualidad franciscana y el contexto eclesial de los últimos años, no han tardado en advertir el delicado gesto del nuevo Pontífice hacia su predecesor, el Papa Francisco.

Robert Francis Prevost sonriendo junto al papa Francisco
Robert Francis Prevost sonriendo junto al papa Francisco

Hasta hoy, lo que ha dicho León XIV es que, entre diversas razones, la principal para elegir su nombre fue que “el papa León XIII, con la encíclica Rerum novarum afrontó la cuestión social en el contexto de la primera gran revolución industrial, y hoy, cuando atravesamos otra revolución industrial con el desarrollo de la inteligencia artificial, la iglesia ofrece a todos su patrimonio de Doctrina social para responder a los nuevos desafíos en la defensa de la dignidad humana, la justicia y el trabajo”1. No obstante, podemos suponer que otra de las razones es que el nombre “León” podría ser una referencia silenciosa, pero elocuente, a Fray León, uno de los más cercanos compañeros de San Francisco de Asís.

Esta elección revelaría una continuidad espiritual más que política, un acto de fraternidad y humildad. Fray León fue escribano y confidente del pequeño hermano de Asís, y fue también quien recibió de Francisco una de las cartas espirituales más bellas y personales: “El Señor te bendiga y te guarde, te muestre su rostro y tenga misericordia de ti”. Este gesto del nuevo Papa nos recuerda que la Iglesia no se construye solo con estructuras visibles, sino también con vínculos de espíritu y gestos de comunión.

Papa León XIII y la encíclica Rerum novarum

El pontificado de Francisco se definió por la opción preferencial por los pobres, la fraternidad universal y la reforma del estilo pastoral de la Iglesia. La elección del nombre por San Francisco de Asís fue en sí una declaración, así se vio reflejado en sus encíclicas Laudato si’ o Fratelli tutti. Ahora, León XIV pareciera responderle con ternura, poniéndose en el lugar de ese hermano silencioso y discreto que acompaña, registra, sirve y sostiene. Este vínculo se inscribe también en una rica tradición eclesial.

Y si ese León también está en el horizonte de este nuevo Papa? Tal vez, Robert Prévost quiere tener la ternura firma de fray León, que nunca quiso ser Francisco, pero que
Fray León y San Francisco de Asís

En la Edad Media, las órdenes religiosas fueron una fuerza regeneradora de la Iglesia: los benedictinos al sentar las bases de la vida monástica; los agustinos fomentando la búsqueda interior y la vida en comunidad; los dominicos, con su vigor intelectual, defendieron la fe con razón y predicación; y los franciscanos, con su radical pobreza y cercanía con los excluidos, señalaron el rostro misericordioso de Cristo.

En Evangelii gaudium, documento programático de Francisco, expuso su sueño de “una opción misionera capaz de transformarlo todo, para que las costumbres, los estilos, los horarios, el lenguaje y toda estructura eclesial se convierta en un cauce adecuado para la evangelización del mundo actual” (EG, 27), por lo que esta impostergable renovación tiene sentido sólo en la medida que la Iglesia sea cada vez más instrumento de evangelización.

Las órdenes religiosas, especialmente en los siglos XII y XIII, respondieron a una Iglesia que necesitaba reformarse desde dentro, y lo hicieron volviendo al Evangelio. Esa misma brújula podría guiar hoy a León XIV: no se trata de repetir gestos del pasado, sino de volver al espíritu que los inspiró.

No se trata de repetir gestos del pasado, sino de volver al espíritu que los inspiró.

Perfectae Caritatis, decreto del Concilio Vaticano II sobre la renovación de la vida religiosa, destaca el aporte de las órdenes religiosas, señalando que contribuyeron de manera tan significativa “que la Iglesia no sólo estuviera equipada para toda obra buena (cf. 2 Tim 3,17) y preparada para la obra del ministerio en orden a la edificación del Cuerpo de Cristo, sino también a que, hermoseada con los diversos dones de sus hijos (…) se ponga de manifiesto la multiforme sabiduría de Dios” (PC, 1).

León XIV, al escoger su nombre, parece decirnos que caminar con otros, a la manera de Fray León con Francisco, es también una forma de liderazgo. No desde el protagonismo individual, sino desde la comunión, el servicio y la memoria espiritual. Y se podría complementar con la elección de su lema In Illo uno unum, una cita de San Agustín que expresa la unidad de los cristianos en Cristo: “En Él, uno solo”.

En tiempos de tanta polarización, su elección es un recordatorio: la verdadera reforma comienza por la fraternidad, la paz y el diálogo.

Escudo del papa León XIV.

Notas

  1. Ver artículo sobre la encíclica.

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