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Actitud de esperanza e impacto de una sonrisa

Más allá de sus 33 días de pontificado, encarnó las enseñanzas conciliares del Vaticano II y el llamado de los valores esenciales: pobreza evangélica, profundidad de oración, alegría y esperanza que nacen de su unión con Cristo.

En este tiempo en que la Iglesia celebra después de 25 años un Jubileo ordinario y en que la esperanza resulta ser el tema central del mismo, reluce la figura del beato Juan Pablo I. El humilde Albino Luciani, que se convirtió en el papa tras la muerte de san Pablo VI, centró siempre su vida ministerial bajo las tres virtudes teologales: fe, esperanza y caridad. Sin lugar a duda, la última de estas fue la que lo guio en cuanto a la sencillez y entrega a los demás, pero fue la esperanza la que permitió que albergará un buen espíritu de alegría ante las inesperadas circunstancias de su vida.

Hoy, el mundo no es muy distinto a lo que atestiguaba el papa Luciani hace 46 años: «el mundo va mal porque hay más batallas que oraciones”1. La realidad actual no solo nos presenta un escenario desalentador ante los distintos conflictos bélicos que vive el mundo, sino que también se le suma un desinterés general por el porvenir de la misma humanidad, en cuanto que el individualismo ha podido avanzar como fenómeno por sobre el bien colectivo, como ha dicho el papa Francisco, estamos en presencia de una “cultura del descarte”2.

Patriarca Albino Luciani hablando en el Consistorio de cardenales,1973. Créditos: raivaticano.

No obstante, esta realidad sociocultural no puede opacar el mensaje esperanzador del testimonio evangélico y universal en que se sustenta la Iglesia. Más allá de un positivismo sin base, la Iglesia católica ha fundamentado su presencia a través de la historia y en el mundo por medio de la mirada escatológica, pero también hacia el proyecto constructivo del Reino ya en la tierra, donde la misión eclesial en el mundo contemporáneo, como bien estipuló el Concilio Vaticano II, “vive también la vida del tiempo y experimenta las vicisitudes terrenas”3.

Albino Luciani en el Seminario Menor, 1923. Créditos: Fondazione Papa Luciani

La comprensión del mundo de Albino Luciani la vislumbró desde muy joven en la sencillez de su hogar y en el esfuerzo de sus padres. Nació y creció en la humildad rural del Véneto, al norte de Italia en 1912. Su madre, Bortola Tancon, fue una mujer católica que llevó el peso de su casa, la educación y cuidado de sus hijos mientras Giovanni Luciani, el padre de Albino y sus hermanos, trabajaba de obrero de fábrica en el extranjero. Albino había pasado hambre, frío, crudas privaciones durante la Primera Guerra Mundial y visto la ardua labor de los campesinos que trabajaban hasta morir4. Sin embargo, siempre se sintió orgulloso de sus orígenes y de la tierra que lo vio crecer, presentándose como: “Yo soy el que viene de los campos”5.

Esa humildad, junto con lo que sería su característica sonrisa, fueron las que nutrieron la personalidad esperanzadora del pontífice. Al mismo tiempo que, como les ha pasado a muchos santos que coincidieron en vida, Albino conoció en 1956 al entonces patriarca de Venecia, Angelo Roncalli, mientras organizaba el Congreso Eucarístico en la diócesis de Belluno. El evento quedaría registrado en la mente del cardenal Roncalli que, al mes de convertirse en el papa Juan XXIII, nombraría a Luciani obispo de Vittorio Veneto por sus capacidades. El papa Juan le recomendó seguir las palabras de Kempis en La imitación de Cristo, que su episcopado buscara “siempre el lugar más bajo y estar sujeto a todos”6, recomendación que reflejaría con su mismo lema episcopal Humilitas (Humildad).

Ordenación episcopal de Monseñor Luciani a manos del papa Juan XXIII, 1958. Créditos: Fondazione Papa Luciani.

En el transcurso del Concilio Vaticano II, el obispo Luciani participó activamente en todas las sesiones conciliares y sus esperanzas de una Iglesia que respondiera a las situaciones contemporáneas del mundo no lo hicieron borrar el pasado llevado hasta entonces. De manera mesurada no se inclinó por las posiciones extremistas de algunos participantes, en cambio, era consciente de la riqueza pastoral que ofrecía el aggiornamento7 de la Iglesia que proponía el papa Juan, en palabras de monseñor Luciani: “La Iglesia que sale del concilio es todavía la de ayer, pero renovada. En cambio, nunca se podrá decir que tenemos una Iglesia nueva, distinta de la de ayer”8.

Casi dos décadas después, en agosto de 1978, el conclave convocaba al cardenal Luciani para elegir al nuevo Obispo de Roma. En sus planes solo tenía presente regresar a su diócesis a seguir las labores pastorales y nunca pensó el ser elegido Papa. El periódico madrileño ABC relataría que Albino Luciani “se encaminó aquella tarde a los palacios vaticanos con la esperanza de que, entre votación y votación, le sobrara un poco de tiempo para preparar los ejercicios espirituales que un mes más tarde tenía que dar a un grupo de sacerdotes”9. La esperanza del patriarca Luciani no sería la que Dios tuvo para su vida, pues después de ser elegido pontífice su programa papal estaría marcado por la sencillez de su persona y de un cambio de mentalidad para sumir el nuevo desafío petrino.

Papa Pablo VI visita Venecia junto al patriarca Albino Luciani, 1969. Créditos: El Debate.

Así como siempre le apasionó la literatura y los personajes de la historia universal, prontamente emprendió su camino como lo hizo tantas veces en sus escritos Julio Verne y, a través de eso, demostró que “El viaje comporta a veces sacrificios, pero éstos no nos deben detener”10. Y, por tanto, su pontificado declaraba tener la mirada esperanzadora de la Iglesia que el mismo Concilio había ofrecido al mundo años antes al concluir, en su segunda Audiencia afirmaba agradecido el legado: “Procuremos responder a las esperanzas de los Papas que han convocado y aplicado el Concilio, el Papa Juan y el Papa Pablo”11.

Créditos: Fondazione Papa Luciani.

Esta actitud esperanzadora era la posición ante las dificultades del papa Juan Pablo I, momentos de tensión humana que cualquier persona puede padecer en la vida, pero que con la virtud de la esperanza como guía vital puede transformar actitudes. El papa Luciani declaraba que “la esperanza es la sonrisa de la vida cristiana. ¿Qué haríamos sin esperanza? Pobres y desafortunados los que no tienen esperanza, los que están hundidos, desanimados o desesperados. Nunca desesperéis: ¡Esperad siempre en el Señor!”12 y fue así como desde su primera aparición en el balcón de la Basílica de San Pedro se le conoció en todos los medios masivos como el Papa de la sonrisa.

La esperanza de Juan Pablo I hizo llevadero su servicio pastoral y, especialmente, la carga y ministerio petrino. El ejercicio de toda autoridad debe ser el servicio, pero, además, esto se da por medio de la libertad humana de la persona, no es algo que se debe hacer por obligación. La esperanza cristiana es, a su vez, practicable en la vida diaria y, por tanto, “excluyen el llamado ‘poder’ y exigen autoridad promotora de la libertad; no quieren una obediencia servil, sino una obediencia adulta, activa y responsable”13.

A través de lo anterior, es que la recepción de un espíritu esperanzador no es algo inmaduro, puede llegar a asimilarse si hay disposición, la cual puede ir más allá de una particular práctica católica de la misma, porque logra extenderse a una actitud que compete a todos. Juan Pablo I afirmaba que la esperanza “es fuente de consuelo”14 para las tensiones internas, pero también es una virtud que se exterioriza si hay disponibilidad de dar testimonio en el mundo, especialmente en medio de los problemas que se viven en la actualidad en todo orden: político, social o cultural. En este sentido, y vislumbrando la vida testimonial del papa Luciani, se comprende el asumir las palabras de las Escrituras: “Estad siempre prontos para dar razón de vuestra esperanza a todo el que os la pidiere” (1P 3,15).

Créditos: Museo Albino Luciani

Finalmente, Albino Luciani, tanto sacerdote como obispo de Roma, llega a ser un ejemplo concreto que la historia de la Iglesia nos ofrece en pleno año jubilar y en el llamado universal que es la virtud teologal de la esperanza. Juan Pablo I fue el primer papa en nacer en el siglo XX y el último en morir en el mismo siglo, sin embargo, su calidad de vida fue más allá de su salud y corto período en la silla de Pedro. El trabajo fue arduo al momento de asumir su papado, tenía dos precedentes que lograron ser reformadores pastorales que habían encaminado a la Iglesia a una mejor comprensión de Cristo en el hoy.

Sin embargo, Juan Pablo I aterrizó con acciones concretas la humildad en el entorno de la Santa Sede, las cuales prosiguió en sus inicios Juan Pablo II. Pero, también tuvo serenidad y espíritu actualizado de las necesidades del mundo que observaba con alegría esperanzadora. En toda su vida enfrentó dificultades, más su caminar fue un interesante itinerario que lo llevó a asumir lo que Dios le ponía frente y, por ende, una biografía interesante de escudriñar más allá de la práctica de la fe.  Como afirmó el cardenal Tarancón, Juan Pablo I fue “el Papa de la alegría, el Papa de la esperanza, el Papa que está necesitando esa generación triste y hosca que no sabe sonreír”15.

Créditos: Vida Nueva Digital.

Notas

  1. Juan Pablo I. Ángelus 3 de septiembre de 1978.
  2. Francisco, Exhortación apostólica Evangelii Gaudium (Ciudad del Vaticano, Tipografía vaticana, 2013), 46.
  3. Concilio Vaticano II, “Gaudium et Spes: Sobre la Iglesia en el mundo actual”, en Documentos del Concilio Vaticano II. Constituciones. Decretos, Declaraciones, n. 40 (Madrid: Biblioteca de Autores Cristianos, 1966), 249.
  4. Cristina Siccardi, Juan Pablo I. Una vida para la fe (Madrid: San Pablo, 2016), 40.
  5. Siccardi, Juan Pablo I, 40.
  6. Tomás de Kempis, La imitación de Cristo (Madrid: San Pablo, 2008), 153.
  7. Concepto acuñado por el papa Juan XXIII al convocar el Concilio Vaticano II que refiere a actualizar la vida de la Iglesia a través de la escucha atenta de las necesidades del mundo de hoy y a los signos de los tiempos.
  8. Albino Luciani, Carta a la diócesis sobre el concilio, abril de 1962.
  9. “Sorpresa, dolor y desconcierto”, ABC, 30 de septiembre de 1978.
  10. Juan Pablo I, “La virtud teologal de la caridad”. Audiencia general, 27 de septiembre de 1978.
  11. Juan Pablo I, «La virtud teologal de la fe». Audiencia general, 13 de septiembre de 1978.
  12. Albino Luciani, Homilía Forni di Canale 6 de enero de 1959, en Opera Omnia II: Vittorio Veneto, 1959-1962. Discorsi scritti, articoli (Padua: Massaggero, 1988), 13.
  13. Albino Luciani, Ilustrísimos señores. Cartas del patriarca de Venecia (Madrid: Biblioteca de autores cristianos, 1978), 239.
  14. Jesús María Bermejo, C.M.F., Juan XXIII. Mensaje espiritual. Recopilación sistemática de 914 pasajes de su legado doctrinal (Madrid: Biblioteca de autores cristianos, 1969), 96.
  15. Luciani, Ilustrísimos señores, ix.

2 comentarios en “Actitud de esperanza e impacto de una sonrisa”

  1. Excelente escrito, muy interesante el acercamiento a la esperanza en este Año Santo, nos ofrece una nueva perspectiva a la persona del Santo Padre Juan Pablo I, del que tan poco conocemos.

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