Sophie Berthet
Editora Revista Diálogos N°14

Ingrid Bachmann Cáceres
Directora del Departamento de Periodismo de la UC.
ibachmann@uc.cl

P. Federico Ponzoni
Profesor del Instituto de Filosofía de la UC.
feponzoni@uc.cl

Revista

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Corrientes actuales en la antropología cristiana

“Preguntas entre académicos”: Artículo basado en Cursos de Formación para Académicos Pastoral UC.
En momentos de crisis y cambios globales, la Pastoral UC propició la reflexión de sus académicos organizando el curso de formación “Feminismo: la mujer en la sociedad y en la Iglesia católica”, el cual buscó examinar este movimiento desde sus distintos orígenes, corrientes, anhelos y proyecciones.

¿Qué rescataría de las distintas corrientes del feminismo para armonizarlas con la visión de la mujer que presenta la antropología cristiana? 1

Ingrid Bachmann Cáceres, Facultad de Comunicaciones UC.

Ingrid Bachmann2: El principal punto en común entre los feminismos y la antropología cristiana es el rescate de la dignidad y el lugar de la mujer en la sociedad. La idea de que todos los seres humanos somos igualmente dignos ante los ojos de Dios es clave en la antropología cristiana y es la base de las demandas de igualdad de teorías y movimientos feministas. Las mujeres, en ese sentido, tenemos mucho que contribuir a la sociedad, y nuestro estatus social, político, cultural y económico no tiene por qué ser distinto al de los varones: somos todos hijos de Dios y seres humanos valiosos. Aquí no hay espacios para inferioridad ni superioridad, sino de la riqueza que todos tenemos por el mero hecho de ser personas.

Otro punto en común tiene que ver con la idea de libertad. La persona es libre para realizarse y para forjar su camino: la voluntad, por ejemplo, puede optar por resistirse a la gracia de Dios. Al centro de las conceptualizaciones feministas está la idea de que esa libertad también incluye a las mujeres. Aunque hay diferencias importantes entre las diferentes corrientes feministas sobre qué constituye precisamente esa libertad (o incluso la llamada “liberación femenina”), la clave está en entender que las mujeres no deberían estar limitadas a ciertos campos de acción porque son mujeres, y que la feminidad no se expresa exclusivamente en determinados quehaceres o roles. Es en el ejercicio de esa libertad que se desarrollan.

En ese sentido, el sexismo restringe — incluso impide— el crecimiento personal de las mujeres y es la sociedad completa la que pierde. Hay mucha riqueza en las experiencias y opiniones de las mujeres, pero si se les mira en menos o se les impide el acceso a ciertos espacios como “no femeninos”, se está bloqueando la realización de sus aspiraciones y del sentido de la vida. Sus talentos se están desperdiciando. Como explica la teóloga colombiana Consuelo Vélez, la lucha del feminismo es contra la exclusión, y eso se puede armonizar con los lineamientos de la antropología cristiana, que reconoce la diversidad, rechaza la intolerancia y promueve la mutua aceptación basada en el reconocimiento de la equivalencia humana. Las mujeres contribuyen enormemente en la vida pública y en la Iglesia, y el reconocimiento de esos aportes y su valor pueden servir de puentes entre el mensaje cristiano y los feminismos.

 

Más allá de la discusión del sacerdocio femenino, queda la impresión de que la mujer sigue teniendo un rol secundario en la iglesia, a pesar de que usted planteó que Jesús desafió el entorno cultural de su tiempo. ¿cómo podemos entender eso?3

Padre Federico Ponzoni, Facultad de Filosofía de la UC.

P. Federico Ponzoni4: Karl Popper sostenía que la democracia es la mejor forma de organizar la vida en sociedad porque, aunque es imperfecta, puede cambiar y perfeccionarse. Por tanto, la democracia es un organismo sano, con un sistema inmunitario fuerte que le permite resistir y corregir sus propios errores. Con el cristianismo pasa algo muy parecido.

Aunque el catolicismo partió muy lleno de gracia y belleza y luego decayó, ha sabido reformarse y salir de dificultades enormes. El mensaje de Cristo desafió en muchos aspectos a la cultura de su tiempo, por ejemplo, en el valor que le dio a la mujer. No obstante, la Iglesia ha sido lenta en aplicar el mensaje de su maestro, y para con la mujer, pecó de conformismo. Esto y el apego exagerado al espíritu del tiempo, nos trajo a la situación actual donde el papel de la mujer en la Iglesia es infravalorado.
Debemos admitir que los intentos por alcanzar el ideal cristiano han sido manchados por un exceso de machismo, relegando a la mujer a papeles disconformes con su dignidad (Hildegarda de Bingen o Eleonora de Aquitania son significativas excepciones, curiosamente situadas en la Edad Media).
Si los intentos de practicar el cristianismo han fracasado para con la mujer, no significa que la raíz esté mala o que no se pueda enmendar dichos intentos. La falta de atrevimiento de la Iglesia para desafiar a la matriz machista de la cultura occidental explica la situación de la mujer en la Iglesia hoy, pero no la justifica.

Ha llegado el momento de llevar a cabo un cambio radical. El cristianismo es como la democracia de Popper: un organismo fuerte, capaz de generar sus propios anticuerpos. Justamente porque Cristo nos transmitió la necesidad de desafiar nuestro entorno cultural (“No penséis que he venido a traer paz a la tierra”, Mt. 10, 34) y mirar el aporte de la mujer como decisivo —Bodas de Caná (Gv., 3)—. Basándonos en el mensaje del maestro, tenemos la posibilidad conseguir este cambio. Mujeres fuertes, inteligentes, amantes de su propia femineidad deben ser las protagonistas. La primera tarea de una mujer católica es el de ejercer el pensamiento: demasiado a menudo las mujeres que quieren cambios en la Iglesia se limitan a repetir reivindicaciones y conceptos del movimiento feminista, pero de forma “católicamente correcta”. Sueño con católicas capaces de reinventar el feminismo desde sus fundamentos. Sueño con mujeres que no repitan instancias dictadas por las corrientes del feminismo contemporáneo, sino que muestren con originalidad, a la Iglesia y al mundo, lo que puede llegar a ser, a hacer y a proponer una mujer católica que ama el evangelio. 

*Ilustraciones Paulina Bustamante

 

Notas

  1. Pregunta elaborada por María Elena Pimstein Scroggie, directora del Departamento de Derecho Canónico y profesora de la Facultad de Derecho de la UC.
  2. Doctora en Periodismo por la University of Texas at Austin (Estados Unidos). Licenciada en Información Social y Periodista por la UC.
  3. Pregunta elaborada por María Isabel Matte Velasco, periodista por la UC y profesora de la Facultad de Comunicaciones de la UC.
  4. Doctor en Filosofía por la Universitá degli Studi di Milano, Italia. Doctor en Ciencias de la Educación, mención Educación Intercultural por la Universidad de Santiago de Chile. Profesor del Instituto

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