Título: Los Empeños de una Casa
Autor: Sor Juana Inés de la Cruz (siglo xvii)
Versión: Macarena Baeza y Ramón Gutiérrez
Sinopsis
A la casa de doña Ana van llegando inesperados visitantes a pedir asilo. Avanzando la noche, los enredos y equivocaciones propician amores cruzados. La joven y bella Leonor está enamorada de Carlos (también lo está Ana); don Pedro (hermano de Ana) pretende a Leonor sin ser correspondido, y don Juan que corteja a la propia dueña de casa. Los sirvientes Castaño y Celia, quienes aportan picardía y humor, no hacen más que propiciar divertidos enredos al interior.
Comentario
En este caso saber ver es también saber escuchar, saber disfrutar y dejarse llevar por el verso escrito de Sor Juana Inés de la Cruz. Una comedia de aquellas: alegre y colorida, comedia de capa y espada, comedia de enredos y desenredos, comedia de amor, de celos, pasiones y justicia.
Sor Juana nos presenta a nueve personajes que desfilarán dentro de una casa en Toledo. La autora conforma un «pentágono amoroso» (de amores cruzados y escondidos) al que sazona luego con dos criados quienes, como gatos, juegan con la madeja de desventuras sumando nuevas complicaciones a la ya intrincada acción. ¿Quién diría que en estos tiempos podríamos deleitarnos con versos escritos por una religiosa en el siglo XVII? Pues la compañía de teatro La Calderona — formada el año 2002— sabe perfectamente cómo adentrarnos en ese mundo del verso y el amor, sorprendiéndonos nuevamente con un espectáculo limpio, alegre, musical y colorido.
¿Cómo tan enmarañada trama va a resultar bien? Macarena Baeza (quien está a cargo de la dirección de la obra) se permite jugar con los ritmos y melodías de los versos, incorporando (en vivo para nuestro deleite) musicales intervenciones de rancheras y tonadas, las que nos traen un poco de la revolución popular hacia nuestros corazones. Las cuidadas actuaciones (se nota lo afiatado del grupo) se despeinan alegremente con la presencia de los criados quienes, sin querer serlo, roban nuestras miradas (es un deleite verlos en sus pequeños juegos de seducción
escondidos).
Si bien es cierto que a muchos les pueda parecer «tirado de las mechas» ir a ver una obra de teatro escrita en verso hace tantos siglos ya, la invitación coqueta de dejarse seducir por su
melodía y festivos personajes, terminará encantando hasta al más reacio (Y lo digo con propiedad. La primera vez que la vi, quien me acompañaba llegó a regañadientes y salió batiendo dientes).