El 23 de septiembre de 2021 llegaron a Chile los primeros refugiados afganos: un grupo de 18 personas que incluía hombres, mujeres y niños entre los 2 y 13 años. Previo a ese día, estas familias, amenazadas por los talibanes, buscaban una forma de escapar del país donde nacieron, crecieron y tuvieron a sus hijos.
«Lo justo es que cualquier persona pueda transmitir el valor genuino de su identidad y de su cultura, de forma tal que sea comprendida y valorada por la comunidad».
Una semana después de entrar a nuestro país, los refugiados fueron ubicados provisionalmente en casas de acogida y, un mes después, llegaron al campus San Joaquín para comenzar sus clases de Español como Lengua Extranjera (ELE) en el programa de Español UC. En la universidad, rápidamente se formó un círculo de apoyo solidario que incluyó a varias facultades, direcciones y personas. Todos participaron con una mentalidad que pensaba en términos de comunidad, aquella que el papa Francisco llama a crear (Laudato Si’, 189). Este primer curso para refugiados se extendió por 5 meses y, desde entonces, se han impartido 2 más para un total de 95 refugiados.
El programa actual se dirige a refugiados de Afganistán, Ucrania, Yemen, Líbano, Camerún, Irán, Argelia, Rusia y Bielorrusia. La diversidad de naciones, lenguas maternas y culturas hace de este uno de los cursos más valiosos que ha tenido Español UC en sus más de 30 años de vida. La comprensión de esa riqueza descansa en la convicción más profunda que tiene un profesor de segunda lengua: el lenguaje es la herramienta más importante para la inmersión sociocultural y, además, es la más efectiva para representar la identidad de las personas y, con más exactitud, la identidad que las personas quieren expresar, independientemente de los prejuicios, estereotipos o etiquetas sociales que destruyen a las comunidades.
En la última jornada de ELE, organizada por la Facultad de Letras en diciembre de 2022, Alí Akbarzada —intérprete de los refugiados afganos en la UC— contó en lengua persa un poco sobre Afganistán: la belleza de sus paisajes, la riqueza de su cultura, el delicioso sabor de sus comidas. Su discurso solo pudo ser comprendido por otro estudiante afgano presente en el auditorio; el resto de nosotros solo escuchó algo ininteligible. Cuando Alí terminó de hablar, les preguntamos a los asistentes qué sabían sobre Afganistán. Las respuestas fueron las esperadas: talibanes, mujeres oprimidas, guerra. ¿Es justo que nuestra única idea sobre la cultura afgana se remita a esas tres características? Por supuesto que no. Lo justo es que cualquier persona pueda transmitir el valor genuino de su identidad y de su cultura de forma tal que sea comprendida y valorada por la comunidad. Y esto no es solo lo justo, es también lo enriquecedor.
El círculo de apoyo que se formó entre facultades, direcciones y personas en la UC entendió que para la integración de comunidades diversas el lenguaje juega un papel esencial en la comprensión justa de valores socioculturales que no conocemos.