Todos tenemos una fragilidad. Entre muchas otras cosas, Jesús vino a mostrarnos cómo vivir el camino de lo frágil, desde su nacimiento en el pesebre de Belén hasta su muerte en la cruz. Un ejemplo gráfico clave es la caída que sufre camino a su crucifixión: Cristo recurre a un “otro” para seguir adelante, él necesita de un Simón de Cirene que lo asista. Reconocer esta propia fragilidad nos ayuda a ver que sin los otros no podemos seguir adelante, es una mezcla de humildad con realidad. No se llega muy lejos en solitario.
Si entendiéramos lo anterior, sentiríamos mayor empatía y podríamos tener relaciones más horizontales. Es una reflexión que debemos hacer como Iglesia frente a la crisis actual. ¿Qué historia estaríamos contando de haber reconocido nuestra fragilidad institucional? Probablemente no hubiésemos levantado los muros tan grandes de poder que han dañado a tantas personas. Reconocerse frágil ayudaría para comprender que no hay mejores ni peores, que todos somos frágiles, que todo es más horizontal.
En este número, hemos querido reflexionar al respecto y, abordando distintas perspectivas de la fragilidad, hemos partido por la misma pregunta sobre la Iglesia. Se presenta un interesante diálogo de tres miembros de nuestra comunidad que han estado muy comprometidos con ella: los académicos Silvia Pellegrini, de la Facultad de Comunicaciones, el padre Samuel Fernández, de la Facultad de Teología, y el presidente de la Federación de Estudiantes 2018, Francisco Morales. Por otra parte, nuestro reportaje central está inspirado en un proyecto conjunto entre la Facultad de Agronomía e Ingeniería Forestal y el Instituto de Sociología, el cual buscó dar una respuesta a lo débil que somos como sociedad al enfrentar la reinserción de los encarcelados. Además, mostramos dos investigaciones sobre la fragilidad de nuestro mundo: una basada en el análisis del caso Chañaral, llevada a cabo por un grupo interdisciplinario liderado por el profesor de la Escuela de Ingeniería, Pablo Pastén, junto a la profesora de la Escuela de Medicina, Sandra Cortés; y la investigación del profesor de la Facultad de Filosofía, Luca Valera, quien, junto a un grupo de estudiantes, desarrolla el desafío de una nueva ética para habitar nuestro mundo. Quisiera finalmente destacar la incorporación de nuevas secciones que dan más espacio a funcionarios y estudiantes de pre y posgrado para ampliar la visión universitaria de nuestro contenido.
«Reconocerse frágil ayudaría para comprender que no hay mejores ni peores, que todos somos frágiles, que todo es más horizontal.»
Por último, en medio de estas reflexiones, quisiera traer a la memoria unas palabras del padre Esteban Gumucio, quien escribió y dejó mucho para pensar: “Amo a la Iglesia del laico y del cura, de San Francisco y Santo Tomás, la iglesia de la noche oscura […] amo a la Iglesia abierta a la ciencia y a esta Iglesia con olor a tierra”.