El Papa Francisco ha invitado con energía a los católicos a dirigirse a las periferias existenciales: a los excluidos, abandonados, marginados y necesitados, saliendo de la comodidad para llegar a todos los que necesitan la luz del Evangelio. Tres académicos UC conversan sobre cómo la universidad acoge este llamado hoy.
¿Cómo debemos entender la relación entre la universidad y la sociedad en cuanto al servicio que puede aportar la actividad académica?
Joaquín Montero (JM): A mí me parece que habría que evitar la imagen de la universidad como torre de marfil, como un espacio necesario para investigar y reflexionar y que no puede estar en los problemas del día a día de la sociedad. En otro tiempo, importantes profesores de nuestra universidad defendieron acérrimamente que la vida del académico debía estar dedicada a tiempo completo a la ciencia. Lo que ellos consideraban necesario para el desarrollo de su quehacer implicaba muchas veces aislarse en mayor o menor medida de la contingencia.
Ignacio Irarrázaval (II): Es interesante este punto de partida que propone Joaquín. La tensión entre la torre de marfil y la “universidad de la calle” existe hace mucho tiempo, estaba ya presente en París en el año 68. Corrientes más puristas han afirmado siempre que la universidad está exclusivamente para el desarrollo del saber y la ciencia, pero las universidades también han sido comprendidas como un espacio de servicio a la sociedad en la formación de profesionales que puedan cumplir ese rol en sus ocupaciones. Yo no creo que esta tensión deba plantearse en términos disyuntivos, “o”, como una antinomia entre un fin y otro, sino que entenderla como una relación “y”, en el desarrollo de cada ciencia, a la vez, estar atentos a las necesidades del país y al servicio de las periferias. Por ejemplo, el profesor Fernández, premio Abdón Cifuentes, definió mecanismos para prevenir las inundaciones de las periferias urbanas de Santiago trabajando en ingeniería hidráulica en su taller. Aquí tenemos un académico con una mirada más científica que escribe papers sobre problemas concretos con los que puede cambiar la vida de muchas personas.
«Muchas iniciativa comienzan por los jóvenes, creo que el rol de la universidad es el de encauzar estos estímulos y generar mecanismos e instancias para ofrecer soluciones a los problemas de la sociedad».
Ignacio Irarrázaval
Padre Cristián Hodge (CH): Antes de entrar al Seminario estudié en la UC, a fines de los 80, y he vuelto a la universidad como estudiante de doctorado y profesor hace algunos años y creo que ahora hay una apertura mucho mayor de la universidad en general en relación a la sociedad, tanto a nivel de los académicos como de los estudiantes, en las actividades de extensión, misiones y trabajos. Tengo la impresión de que todos estos ámbitos son hoy mucho más inclusivos, pero en esta perspectiva temporal también creo que aún queda mucho por hacer. El padre Hurtado planteó que hace bien tomar a veces cierta distancia para investigar y pensar que permita hacer un bien más hondo y más intenso. Lo propio de la universidad es vocación a la verdad, por lo que primero se debe estudiar muy bien para atender luego los problemas sociales de cada ámbito profesional.
¿Cuál es el papel y misión de la universidad, en cuanto iglesia, en las periferias de nuestra sociedad? En relación a la necesidad inmediata de trabajar en este problema a través de una asistencia paliativa, ¿Qué se está haciendo para atenuar la exclusión y la mala calidad de vida ciudadana?
JM : En la Facultad de Medicina hemos trabajado para apoyar a la gente que está sufriendo en distintas condiciones. Unas de estas iniciativas, que son bastante interesantes, es la unidad móvil del hogar de Cristo que funciona prácticamente todas las noches otorgando atención médica a personas que no tienen casa, y eventualmente se les presta una atención mayor en el hospital o se les lleva alimento. Participan profesores y alumnos en esta actividad que ha persistido en el tiempo a pesar de lo dura que es. Por otra parte, la medicina familiar es un proyecto que surgió por iniciativa de alumnos recién egresados de la universidad que solicitaron a la facultad ser formados en una especialidad que no existía, en medicina familiar. La universidad acogió esta inquietud y se formó un programa de especialización que fue madurando con el tiempo hasta consolidarse con la creación de tres centros de salud familiar (Áncora-UC). Estos centros están orientados a dar una respuesta a las necesidades de salud a sectores con alta vulnerabilidad social, y con ello abren también espacios para una formación profesional renovada y nuevos campos para la investigación aplicada a la atención primaria de salud.
«Los docentes deben levantar el espíritu de los jóvenes y animarlos, en esta etapa en que comienzan sus vidas, con un optimismo que proviene de la mirada de fe».
Joaquín Montero
CH : Intuyo que tanto los alumnos como los profesores, después de esas experiencias, quedan más motivados a estudiar e investigar mejor, entonces no se trata solo de salir de la universidad hacia las periferias, sino de un retorno positivo al quehacer universitario luego de esta actividad enriquecedora.
II : Nosotros llamamos a esto “devolución”. No solo la universidad sirve a las periferias, sino que la sociedad también nutre a la universidad porque en ese contacto hay aprendizaje. Propongo el ejemplo de A+S, enlazado con Puentes UC. Este proyecto consiste en trabajos prácticos realizados en el contexto de un curso propio de algunas carreras de pregrado por equipos de estudiantes en municipios de Santiago. En esta actividad siempre se piensa que salimos de la universidad para servir, pero la realidad es que surgen preguntas muy relevantes que los académicos convierten en proyectos de investigación. Por lo tanto, no es pura filantropía, sino que hay una bidireccionalidad en esta relación entre la academia y la sociedad. Y quiero comentar que tengo una experiencia similar a la de Joaquín, muchas iniciativas comienzan por los jóvenes, creo que el rol de la universidad es el de encauzar estos estímulos y generar mecanismos e instancias para ofrecer soluciones a los problemas de la sociedad, es importante que haya espacio para acoger las inquietudes e implementar las ideas propuestas.
CH : En otra dimensión, creo que es interesante, y fundamental, el trabajo de la universidad respecto de las periferias existenciales que se presentan naturalmente al interior de ella por la diversidad de alumnos. A través de los cursos de servicio de la Facultad de Teología se muestra la propuesta cristiana, el evangelio de Jesucristo y sus implicancias éticas, como una creencia razonable que promueve la búsqueda de la verdad, la investigación y el servicio en un diálogo que se realiza en el aula.
¿Cómo está avanzando la universidad para que nuestros alumnos sean agentes transformadores de la sociedad? con mallas más bien rígidas, clases expositivas y actividades académicas, ¿en qué momento empapamos al alumnado para que su formación incluya momentos de reflexión creativa que entregue respuestas concretas a los problemas y desafíos de la sociedad?
JM : A través del modelo con el que se interactúa con los estudiantes se puede transmitir e incentivar un mayor compromiso social. Tenemos en el programa de medicina familiar un modelo educativo diferente, en que el médico es un educador en la comunidad, no puede estar al frente de la clase y dar una enseñanza vertical, sino que la educación debe plantearse de forma más horizontal, participativa, desarrollando la capacidad de escuchar. En el corazón de la formación está el diálogo, la reflexión, y el pensamiento crítico, lo importante es abordar las preguntas que surgen cuando nos enfrentamos a la realidad. En este método, el profesor forma parte del grupo canalizando la búsqueda de respuestas que pueden proponer los mismos alumnos. El eje de esta dinámica es el respeto a la persona humana, clave en el aprendizaje y en el quehacer médico. A veces olvidamos que estamos frente a personas que merecen atención y reconocimiento en su condición de malestar y sufrimiento, por esto se vuelve indispensable que el médico, en cuanto profesor, sepa tratar con respeto a sus pacientes y a sus alumnos para que se produzca en estos últimos, a su vez, un efecto multiplicador de esta actitud. Esto puede realmente ser un principio transformador de la sociedad si respetamos a los otros no solo en la teoría sino fundamentalmente en la práctica.
II : Por mi parte, para responder esta pregunta voy a volver sobre el caso de A+S, pero con otro énfasis. En estos cursos los académicos a cargo deben pensar cómo se pueden utilizar en un escenario real los conocimientos que entregan. Pero hasta hoy la existencia de estos cursos depende de la voluntad de cada profesor, de que quieran dictar sus materias en este formato. La universidad está trabajando para implementar al menos un curso en cada malla curricular que desarrolle proyectos de Puentes UC o con la metodología de A+S. La idea es que todos los alumnos tengan estas experiencias que potencien el desarrollo de su responsabilidad social. Han surgido otras instancias en las que se incentiva a los alumnos a hacerse cargo de los problemas del país. La iniciativa UC Propone, que surgió por inquietud de los alumnos de Ingeniería, recoge los principales temas públicos del país propuestos por estudiantes que luego son votados por ellos mismos para seleccionar aquellos que serán investigados en equipos interdisciplinarios bajo la supervisión de un profesor en un curso de diez créditos. El objetivo de la investigación es ofrecer soluciones concretas a los problemas de la sociedad que preocupan a los alumnos, en áreas como salud, educación, pobreza, entre otros. Entonces, en la misma formación académica de los estudiantes, se les permite trabajar en esta línea de reflexión.
¿De qué forma un docente católico debiera realizar su misión evangelizadora con sus alumnos, dada la diversidad de los estudiantes?
JM : Creo que hay tres elementos fundamentales en juego. El primer pilar de la labor del docente debe ser el respeto, reconociendo la diversidad cultural en la que vivimos. El segundo pilar de debe ser la excelencia en su quehacer específico. Y el tercer elemento indispensable es ser un hombre o mujer de fe. No se trata de ir a misa todos los días, me refiero a quienes pueden hacer frente a las experiencias de la vida corriente, como los fracasos y los éxitos, los sufrimientos y las alegrías, con una mirada que ilumina desde la fe. A esto agrego que hay que despertar el entusiasmo y el optimismo por el futuro. Como formadores tenemos que transmitir la convicción de que lo que hacemos vale la pena porque sí podemos cambiar lo que está mal en la sociedad, el país puede ser mejor a pesar de todo lo que está pasando. Los docentes deben levantar el espíritu de los jóvenes y animarlos, en esta etapa en que comienzan sus vidas, con un optimismo que proviene de la mirada de fe, de la creencia de que hay un sentido en la vida del hombre más allá de la contingencia.
II : Pienso dos cosas respecto de esto. Primero, es importante que la universidad refuerce a los católicos para que no nos inhibamos a la hora de mostrar nuestra fe, y que ésta sea una fe convocante, que invite a los demás. Segundo, creo que para promover esta fe debemos pensar cómo podemos traducir la doctrina social de la Iglesia a los temas que tratamos en nuestro quehacer académico, cada docente debería aportar desde su disciplina para ofrecer concreciones a los principios que ésta sostiene. Nos falta establecer un diálogo más activo entre las enseñanzas sociales de la Iglesia y la realidad para mostrarlo a los alumnos.