«Contribuir al desarrollo social, económico y cultural de la Región de la Araucanía, en el marco de la acción evangelizadora de la Iglesia y de la consideración de la diversidad cultural de la región».1
Con esta motivación, inserta en nuestro Plan de Desarrollo, queremos inaugurar esta columna dedicada a nuestra Sede Villarrica, eminente lugar de formación para futuros educadores presente en la Región de la Araucanía desde 1925.
Nuestro campus es también un punto de encuentro para el perfeccionamiento de docentes, a través de diplomados y postítulos, y para el desarrollo de investigación educativa.
El espíritu que permitió forjar esta obra, marcada por la impronta de los Sacerdotes Capuchinos y las Hermanas de la Santa Cruz, nos lleva a convocar continuamente a potenciales profesores. El 81% de nuestros alumnos proviene de sectores rurales y comunidades mapuches; mientras que un 95% estudia con algún beneficio total o parcial, y un 40% es acogido en nuestros hogares estudiantiles. Muchos de ellos representan la primera generación familiar en acceder a la educación superior.
«Nuestra identidad inclusiva e intercultural fomenta en los alumnos el respeto y el amor por la labor docente en sectores vulnerables… el 96% de nuestros titulados trabaja en escuelas municipales o particular subvencionadas».
Es nuestro anhelo también traducir a realidades concretas la primera carta de San Pablo a los Corintios, que nos exhorta a formar un solo cuerpo y a beber del único Espíritu, aún siendo de diferente credo, raza o condición social. Por esto, nuestra identidad inclusiva e intercultural fomenta en los alumnos el respeto y el amor por la labor docente en sectores vulnerables.
Esto lo evidencia el 96% de nuestros titulados que trabaja en escuelas municipales o particulares subvencionas.2
Nuestra Sede universitaria es una respuesta a la inquietud de estos jóvenes por elevar su calidad académica y desarrollar un espíritu solidario y cristiano. ¡Que Dios siga bendiciendo esta casa de estudios!