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No Da lo Mismo Votar

Para un político su criterio último no debe ser el éxito y mucho menos el beneficio material. La política es un compromiso por la justicia y por crear las condiciones básicas para la paz y bien entre sus gobernados. Gobernar no es más que servir.

Una mirada al globo nos regala la impresión de verdaderos síntomas de parto. Europa se presentaba como paladín de la buena administración, paz y solvencia, pero ha dejado entrever con fuerza su fragilidad. Los signos de una desazón social galopante nos invitan a revisar la forma en que estamos construyendo sociedad. Pero no hay que alarmarse. Si hay ruido y movimiento, es que existe vida.

Los movimientos sociales nos deben llevar a renovar la convicción de una participación responsable y constructiva en nuestra sociedad. Varios países latinoamericanos, entre ellos Chile, se encuentran en proceso de renovación de sus autoridades, lo que constituye una oportunidad para crecer en espíritu democrático y animar a una participación cada vez mayor de la ciudadanía.

Ya el Papa puso el dedo en la llaga al apuntar a la forma en que nos entendemos como sociedad, señalando que son muchos los que se han quedado al borde del camino; que se sienten desplazados de un desarrollo que se promete, se pone en vitrina, pero que finalmente pareciera pasar de largo.

Hoy, más que nunca, se exige de quienes detentan un puesto de responsabilidad pública, un ojo avizor, que aguarde vigilante y cauteloso, atento a los signos de los tiempos. Que prevea los cambios y anticipe la efervescencia social. No nos podemos dar más el lujo de dejarnos sorprender por los acontecimien- tos, sin anticiparnos a los hechos. Los cambios sociales serán cada vez más vertiginosos y exigirán respuestas más acertadas y prontas.

En el Primer Libro de los Reyes se dice que Dios concedió al joven rey Salomón formular una petición. ¿Qué pedirá el joven soberano? ¿Éxito, riqueza, una larga vida, la eliminación de los enemigos? Nada de eso. Suplica en cambio: «Concede a tu siervo un corazón dócil, para que sepa juzgar a tu pueblo y distinguir entre el bien y el mal» (1R 3, 9). En este relato se nos indica lo que es importante para un político. Su criterio último no debe ser el éxito y mucho menos el beneficio material. La política es un compromiso por la justicia y por crear las condiciones básicas para la paz y bien entre sus gobernados. Gobernar no es más que servir.

El aporte de lo cristiano es ineludible en el desarrollo humano. Valores como la igualdad entre hombre y mujer, la democracia, el respeto a los derechos del hom- bre, de niños y ancianos, a las normas de un trabajo digno, brotan de una cosmovi- sión marcada por la revelación definitiva regalada en Cristo Jesús y se expanden por la humanidad por su ahora incuestionable ajuste a lo propio humano.

De ahí que la participación de los cristianos en la esfera pública, comenzando por las elecciones democráticas, sea un compromiso que brota de la práctica de la fe. No es un adosado extrínseco a ella sino sustancial. El cristiano entiende su vida de fe desde la construcción de la comunidad, del entorno social en el que se encuentra inmerso. Ahí ve plasmado lo propio humano-cristiano, que vienen a ser una y la misma cosa.

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