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Hildegard von Bingen, trovadora de Dios

«Combinó palabra, música y figuras logrando un todo que da cuenta, a escala humana, del mensaje divino». 

Santa Hildegarda fue un prodigio de sabiduría, devoción y fuerza que superó las barreras de una sociedad que minusvaloraba la vocación de la mujer. Nació en Bermersheim, Alemania, en 1098, y murió en Bingen a los 81 años. Su vida monástica comenzó tempranamente, al cuidado de Judith de Spanheim, su mentora y guía espiritual; luego de su muerte, Hildegarda se convirtió en su sucesora y llevó a cabo la construcción de un convento independiente del monasterio masculino que la vio crecer. Así, se instaló en Bingen, para luego fundar otro monasterio. En 2012, el papa Benedicto XIV la canonizó y declaró doctora de la Iglesia. 

La santa tuvo visiones desde los 5 años, y a los 43 las documentó y comunicó en forma de relatos, imágenes y cantos, convirtiéndose en una trovadora de Dios. ¿Cuántas personas están dispuestas a hacer un cambio en su existencia para cumplir un propósito superior?, ¿tendremos la fuerza y valentía para asumir un nuevo llamado cuando sentimos que nuestra vida “está resuelta”? Somos interpelados por sus acciones a pesar de que el contexto y el siglo son otros, pero las necesidades de expresión y búsqueda son las mismas. 

Hildegarda desarrolló y entregó a su comunidad la capacidad de combinar los conocimientos como la botánica y sus descubrimientos sobre anatomía humana con el propósito de un bien común. Logró expresar sus visiones y su teología de manera magistral. Combinó palabra, música y figuras logrando un todo que da cuenta, a escala humana, del mensaje divino. Hombres y mujeres peregrinaron a su convento buscando la sanación que ella les ofrecía. ¿Podríamos haber imaginado que sus “recetas” servirían a un médico de la Segunda Guerra Mundial cuando los insumos no existían, pero sí los escritos de esta monja medieval? 

Descubrir qué es lo que ocurre en los cantos de Hildegarda no se resuelve sólo con un estricto análisis musical; sus conexiones con el texto son fundamentales. Saber cómo cantar las obras de su Symphonia no se limita a leer correctamente las notas: es descifrar la lógica de su escritura, involucrarse con el arte trovadoresco, contemporáneo a los tiempos de la monja alemana. 

A más de 900 años de su nacimiento, los ecos de esta mujer extraordinaria nos interpelan como mujeres, creyentes, universitarias y ciudadanas a revisar nuestro quehacer cotidiano. Como expone Dignitas infinita: “en algunos países las desigualdades entre mujeres y varones son muy graves, incluso en los países más desarrollados y democráticos la realidad social concreta atestigua que, a menudo, no se reconoce a la mujer la misma dignidad que al varón” (nro. 44). El panorama para Hildegarda no estuvo libre de prejuicios y trabas por parte de los monjes y el abad del que dependió por años; sin embargo, esta monja benedictina entabló vínculos con el mundo secular y fue, desde su con vento, la consejera de personas tan influyentes y relevantes como el papa Eugenio III y el emperador Barbarroja. 

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