Las características religiosas de los chilenos importan a la hora de definir sus vínculos con el sistema político y sus ideologías. Esta afirmación es motivo de debate en diversas esferas. tras analizar algunas encuestas nacionales, un equipo de investigadores del instituto de sociología UC ha identificado relaciones entre la identidad religiosa de las personas y su participación y adhesión política.
Influye la religión en la ciudadanía política del país? ¿En qué medida el nivel de religiosidad y la identidad religiosa moldean los vínculos que los chilenos tienen con el sistema político? Este tipo de preguntas se planteó la investigación «Impacto de la religión en la ciudadanía política en el Chile democrático (1990 – 2011)», de los profesores del Instituto de Sociología UC Nicolás Somma y Matías Bargsted, quienes estudiaron diversas relaciones entre el nivel de religiosidad de las personas, el posicionamiento ideológico (izquierda-derecha), la identidad religiosa y la ciudadanía política.
En una primera etapa los académicos analizaron encuestas de alcance nacional del Centro de Estudios Públicos (CEP) y de la Corporación Latinobarómetro1, desde mediados de los años noventa hasta 2012, y definieron las variables en cuestión: el nivel de religiosidad —o la intensidad de las prácticas y sentimientos religiosos— fue medido, fundamentalmente, a través de una pregunta de frecuencia de asistencia a servicios religiosos. También se estableció la identidad religiosa de los participantes, referida al grupo religioso con que las personas se identificaban: católicos, evangélicos e irreligiosos. Y, finalmente, fue considerada la ciudadanía política, es decir, la intensidad de los vínculos conductuales que las personas establecen con el sistema político. Además, fueron consideradas las preferencias político-ideológicas de las personas, medidas en una escala de autoidentificación en el eje izquierda-derecha, la cual sintetiza buena parte de los juicios políticos en Chile.
«La asistencia a servicios religiosos promueve intensamente la ciudadanía política, pues quienes más asisten a servicios religiosos conversan más sobre política en sus redes íntimas, tienen más interés en la política, pertenecen a partidos y están inscritos electoralmente en mayor medida que quienes no practican.»
El Magisterio de la Iglesia ha insistido en la necesidad del involucramiento ciudadano en los asuntos públicos, dado que las autoridades no siempre tienen las intenciones o medios para combatir efectivamente los problemas colectivos. El papa Francisco señaló en septiembre de 2013 que un buen católico debe «entrometerse en la política y que lo contrario no es un buen camino para los fieles. La política —dice la Doctrina Social de la Iglesia (ver recuadro)— es una de las formas más elevadas de la caridad, porque sirve al bien común. No puedo lavarme las manos. ¡Todos tenemos que dar algo!». Al respecto, también podemos recordar lo que se señala en Gaudium et Spes: «La Iglesia alaba y estima la labor de quienes, al servicio del hombre, se consagran al bien de la cosa pública y aceptan las cargas de este oficio» (n. 75).
¿El opio de los pueblos?
La literatura internacional sugiere dos hipótesis contrapuestas entre el nivel de religiosidad de las personas y la fortaleza de sus vínculos con el sistema político o ciudadanía política. La primera, según la investigación, es que una mayor religiosidad conduce a un ejercicio más intenso de la ciudadanía política por varias razones: «En las reuniones con correligionarios o en las ceremonias religiosas frecuentemente circula información política. Desde el púlpito los líderes religiosos en ocasiones instan a las personas a interesarse y participar en política». Asimismo, Nicolás Somma explica: «Ciertos elementos de las doctrinas religiosas, en relación a cuestiones como el aborto, la eutanasia, los derechos humanos o la inclusión socioeconómica, generan en las personas una motivación para involucrarse en política y defender tales valores».
Una hipótesis opuesta es la tesis de la legitimación. Esta sigue la máxima de Karl Marx de que la religión es el «opio de los pueblos». Según los investigadores, en esta tesis la religión, por ocuparse de asuntos del otro mundo, alejaría la atención e interés de las personas de temas políticos intramundanos vinculados al combate a las injusticias sociales y la dominación de clase.
Del análisis de las variables, de acuerdo a las encuestas nacionales utilizadas, se rescató que la asistencia a servicios religiosos promueve intensamente la ciudadanía política, pues quienes más asisten a servicios religiosos conversan más sobre política en sus redes íntimas, tienen más interés en la política, pertenecen a partidos y están inscritos electoralmente en mayor medida que quienes no practican.
Para explorar el efecto político de la participación en una determinada religión — evangélicos y católicos—, el estudio testeó la interacción entre frecuencia de asistencia a servicios religiosos con la identidad religiosa. Esta comparación demostró que el efecto positivo de la asistencia religiosa es significativamente menor entre evangélicos que entre católicos, en cuatro indicadores: conversación con amigos, persuasión política, trabajo para partidos o candidatos, e inscripción electoral. «Podría decirse que la religión evangélica POLITIZA menos que la católica. Es importante tener en cuenta que en la investigación despejamos el efecto de otras variables. Es decir, comparamos dos personas de la misma edad, mismo género, mismo nivel socioeconómico, pero en que uno es evangélico y el otro católico. Y nos encontramos con que los católicos se involucran más en la política», cuenta Somma.
En cuanto a la relación entre la identidad religiosa de las personas —católicos, evangélicos e irreligiosos— y sus vínculos con el sistema político, una primera hipótesis planteada por los investigadores indica que quienes se identifican con la religión tradicional e históricamente dominante —el catolicismo en nuestro caso— deberían desplegar una ciudadanía política más intensa que aquellos que se identifican con grupos minoritarios — evangélicos e irreligiosos—. Ello por dos razones, según explica Nicolás Somma: «Primero, los partidos y líderes políticos estarían más dispuestos a escuchar las demandas del grupo religioso más numeroso y poderoso. Y segundo, las élites de este grupo religioso dominante deberían tener vínculos más estrechos con los grupos políticos. Ambos factores harían a la clase política más receptiva a las demandas de la religión mayoritaria, incentivando a sus adherentes a participar, más que a los integrantes de grupos minoritarios». Desde la época de la Colonia existía una alianza entre el reino de España y la Iglesia Católica, indica el sociólogo: «una vez que empieza la República los gobiernos conservadores forjaron una relación bastante fuerte con la Iglesia Católica, lo que produjo intereses y visiones comunes respecto de distintos temas de la vida social. Se generaron élites políticas y religiosas vinculadas entre sí, lo que explica por qué buena parte de los presidentes latinoamericanos son católicos».
Sin embargo, la investigación muestra que la hipótesis anterior no parece viable para Chile, puesto que dos de los presidentes del período democrático, Ricardo Lagos y Michelle Bachelet, son agnósticos, y los cinco presidentes han enfatizado discursos ecuménicos. Esto sugiere que no habría mayores diferencias entre católicos y evangélicos en sus niveles de ciudadanía política.
«Los evangélicos tratan de aumentar su protagonismo en distintos niveles de política y sociedad, exigiendo un mayor reconocimiento y estableciendo alianzas con los partidos políticos en busca de mejor representación e influencia.»
Una hipótesis distinta que incluye el estudio es que las identidades religiosas minoritarias reforzarían su participación política para compensar su mayor debilidad histórica, y quizás también socioeconómica, lo que generaría una mayor participación política entre sus fieles. Así lo evidencia la investigación «Religión, política y ciudadanía» (2007), de Ivgenia Fediakova del Centro de Estudios Bicentenario de la Universidad de Santiago de Chile: «Desde 1990 las Iglesias evangélicas de Chile se consolidaron como un actor político-social emergente, como un espacio de participación alternativo para la población apolítica, pero socialmente activa. Los evangélicos tratan de aumentar su protagonismo en distintos niveles de política y sociedad, exigiendo un mayor reconocimiento y estableciendo alianzas con los partidos políticos en busca de mejor representación e influencia».
Al tabular los datos de las encuestas utilizadas, los evangélicos exhiben una ciudadanía política más débil que los católicos para varios indicadores: conversan menos sobre política, confían menos en los partidos y son menos propensos a pertenecer a ellos, además de estar inscritos en menor medida en el registro electoral. Estas asociaciones son estables en el tiempo. Por otra parte, los irreligiosos exhiben una ciudadanía política más intensa que los católicos en conversación política, persuasión política, trabajo para partidos o candidatos, e interés político.
Religión: ¿izquierda o derecha?
Una idea clásica es que mientras más religiosas sean las personas, y por tanto más expuestas estén a una doctrina religiosa, más tenderán a adoptar preferencias políticas de derecha o más bien conservadoras, lo que también fue analizado en la investigación. La primera razón para esperar esto es histórica: «El desafío al status quo promovido por los sectores liberales e izquierdistas, que cuajó desde la Revolución Francesa de 1789 y se expandió al mundo occidental, amenazó tanto a la religión institucionalizada como a la autoridad política, motivando una alianza entre ambos poderes, y ubicó a la religión del lado de la derecha política.
Una segunda razón apunta a la doctrina misma del cristianismo, y de la Iglesia Católica en particular. Temas como el aborto, la píldora del día después o el matrimonio de parejas del mismo sexo producen una fuerte discusión con los actores políticos conservadores y con las instituciones religiosas cristianas. Para Chile y otros países, estudios previos confirmaron una asociación positiva entre religiosidad y derechismo político», explica el sociólogo.
Datos de la Encuesta CEP entre 2000 y 2012 indican que una mayor asistencia a servicios religiosos se asocia notoriamente a mayores posibilidades de identificación con la centro-derecha o derecha: «Resulta interesante que esa asociación se hace más fuerte a medida que pasa el tiempo. Es decir, es mucho más probable hoy en día que quienes asisten asiduamente sean derechistas, que lo que era a principios de los años 2000, cuando el universo de practicantes religiosos era más heterogéneo políticamente», agrega el investigador.
Sin embargo, la religión en América Latina no siempre ha mantenido posturas conservadoras, como quedó claro con la Teología de la Liberación, que postula que individuos fuertemente católicos pueden tener posiciones de izquierda.
Además, en Chile un sector importante de la Iglesia Católica se alineó como fuerza opositora a la dictadura de Augusto Pinochet, reflejando y reforzando este alineamiento entre religión y posturas prodemocráticas defendidas por los sectores de centro-izquierda e izquierda del país. Esto podría debilitar la asociación esperada entre religiosidad —en particular católica— y derechismo.
Identidad religiosa e ideología política
«Aunque los católicos muestran una ciudadanía política más activa que los evangélicos, los irreligiosos suelen ser más activos políticamente que los católicos, pero también más desconfiados de las instituciones políticas.»
Las asociaciones entre religión e ideología política no son universales. En Estados Unidos, que carece de partidos confesionales, los católicos y judíos tradicionalmente votan por el partido Demócrata, mientras que los protestantes—especialmente los evangélicos— votan por los republicanos, situados a la derecha de los demócratas. En América Latina, la duradera alianza entre la Iglesia Católica y las posturas derechistas fue desafiada en las décadas de los sesenta y setenta, cuando en varios países dicha institución viró hacia la izquierda y apoyó a los grupos que defendían los derechos humanos contra los regímenes autoritarios de la época.
El estudio de Somma y Bargsted comparó la ideología política promedio de los católicos, evangélicos y adherentes a otras religiones con la de los irreligiosos, que sirven como grupo de referencia. Realizado el análisis año por año, desde 1995 a 2009, fue posible detectar cambios temporales (ver gráfico 1). La principal conclusión es que si bien los irreligiosos tienden a ser más izquierdistas que los adherentes a alguna religión, las diferencias tienden a disminuir a lo largo del tiempo. Así, la tendencia de los católicos hacia la derecha, más que los irreligiosos, decreció consistentemente desde 2005, al punto de no ser estadísticamente significativa para 2009. Lo mismo sucedió con los evangélicos, aunque la disminución ocurre en particular entre 1996 y 2001. Las diferencias son menos marcadas al comparar irreligiosos y adherentes a otras religiones.
La conclusión general del estudio — que ciertamente no agota el tema— es que las características religiosas de los chilenos importan a la hora de definir sus vínculos conductuales y actitudinales con el sistema político y sus ideologías políticas, lo que se basa en cuatro resultados. En primer lugar, quienes asisten con mayor frecuencia a servicios religiosos suelen tener vínculos más fuertes con el sistema político. Esta asociación es más marcada en católicos que en evangélicos. Segundo, los más practicantes tienden a ser derechistas en mayor medida que los menos practicantes, y esa relación se ha hecho más fuerte en los años recientes.
Tercero, aunque los católicos muestran una ciudadanía política más activa que los evangélicos, los irreligiosos suelen ser más activos políticamente que los católicos, pero también más desconfiados de las instituciones políticas. Finalmente, si bien los irreligiosos tienden a ser más izquierdistas que los adherentes a las distintas religiones, las diferencias tienden a disminuir en el tiempo.
Notas
- A lo largo del estudio los académicos emplearon modelos de regresión multivariada de mínimos cuadrados y logísticos ordinales o binarios, según la variable dependiente de cada caso. Para identificar la asociación neta entre religión y política controlaron por predictores sociodemográficos habituales (sexo, edad, nivel socioeconómico).