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El alma de nuestras estructuras: La Cava De Lira

En Chile no estamos acostumbrados a encontrar trozos vivos de la historia bajo tierra, por lo que el hallazgo de una hermosa cava de ladrillo del siglo XIX causó una gran impresión. Alguna vez yo mismo había escrito sobre Francisco Lira y su quinta —el que dejó su nombre a la calle—, y de las tertulias políticas donde, en un alto espacio mirador, se discutía el futuro de Chile. Era entonces el borde oriental de la ciudad y de ahí hacia la cordillera todo era campo. Él y tres de sus hermanos, los Lira Argomedo, eran parlamentarios, y él mismo había sido gran impulsor de la Quinta Normal. El tío José Gregorio Argomedo era otro tertuliano, el célebre secretario de la Junta de Gobierno de 1810 y rector de la Universidad de San Felipe.

Cuando apareció la cava, bajo el asfalto del estacionamiento de la Alameda con Lira, pensé que, tal vez, iban a darle un carácter de museo de sitio, como el de los tajamares. Y esa imagen no me dejó tranquilo. Por lo mismo, cuando supe que iban a trasladarla, ladrillo por ladrillo, todos numerados, al Centro de Extensión, celebré la postura. Así, luego de un año de trabajos, quedó incorporada a un espacio de alto uso y abierto a la ciudad —como un restaurante—, donde uno puede, como hace dos siglos, tomar una copa de vino bajo su notable cielo abovedado, de arcos dispuestos a la manera catalana.

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