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Una taza de té con sabor a fe

Erika Himmel König (1939-2020) Profesora de la Facultad de Educación de la UC

Recorrer la vida de Erika Himmel König es una invitación sugerente a revisitar su innegable contribución a la educación. Apoyó directamente la creación de diversas pruebas de evaluación que hoy, si bien están en revisión, fueron claves para pensar vías de ingreso a la educación superior. Recibió numerosas condecoraciones y reconocimientos, incluso el Premio Nacional de Educación, que distingue anualmente la trayectoria y aporte de grandes figuras, y en su caminar algo lento, ya por la edad, en su forma de acercarse y hablar, daba profundo testimonio de una humildad sostenida en el reconocimiento de su valor ante Dios y ante los demás. Sus logros y éxitos nunca fueron materia de ostentación. Siempre supo como agradecer a Dios por ello.

La conocí al ingresar al doctorado. Fue la primera persona con la que conversé los planes de continuar estudios en la UC. Mi preocupación era involucrarme en la vida académica y, al mismo tiempo, resguardar mi visión creyente de la vida. Ella fue la referente a quien todos me dirigieron.

Mi primera impresión fue toparme con una mujer mayor, de ojos azules como el cielo, lúcida, perspicaz, elegante, femenina, delicada, una académica que, ejerciendo un gran liderazgo en el devenir educacional en Chile, podía abrir las puertas a una futura estudiante que tenía dudas sobre el vínculo entre educación y fe.

Grande fue mi sorpresa cuando terminamos con una taza de té conversando sobre su propia experiencia cristiana la que, generosamente y sin miedo a los cuestionamientos, me compartió sorbo a sorbo. Por cierto, no fue la única vez que se dio esa práctica: años más tarde, al terminar mis estudios, volví a tocar su puerta con inquietudes muy similares. En esa ocasión, me recibió en su casa con la misma sonrisa de siempre, la amabilidad dulce y la firmeza que marcadamente la distinguían.

Tuve ocasión de ser su estudiante y experimentar la rigurosidad de su docencia. Su pasión era la metodología. Nada más seductor que un docente apasionado y, de ella, podía traslucirse un compromiso por enseñar abrazador, conmovedor, que sin dudas nacía de una conciencia de misión, cuyo punto de partida era Dios. Por eso, la preparación de sus clases era evidente, el respeto en el trato con un amable “usted” y la preocupación de explicar cuantas veces fuera posible, a fin de que todos adoptaran una comprensión mayor de lo que a ella tanto le apasionaba.

La Providencia marcó su partida, uniendo su entrega de vida con la mañana en que la universidad celebraba el día del académico, en un expresivo signo de lo que la señora Erika significó para muchos de nosotros. ¿Qué tenía Erika Himmel que hablaba de Dios? Quizás era su apellido: dicen que nombre es misión y Himmel, ‘cielo’ en alemán, es una buena clave de lectura para acercarse a su figura. La señora Erika acercó a muchos al cielo, así, junto a Dios.

 

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