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Crítica Literaria: Papeles en el viento

Libro: Papeles en el viento

Autor: Eduardo Sacheri

Editorial: Alfaguara, 2011

Reseña

Editado por Alfaguara, el libro relata la historia de tres hombres que intentan recuperar los 300 mil dólares que había invertido un amigo en común, recientemente fallecido a causa de un cáncer fulminante. Paralelamente, están los últimos días del «Mono», el amigo muerto que, mientras sufre en carne propia los efectos devastadores de su enfermedad, comienza a recordar las historias vividas como hinchas.

Crítica

Del deporte se pueden extraer dos mundos: el de los resultados y las historias de superación y esfuerzo que conllevan y, por otro lado, todo lo que mueven en su entorno, con los hinchas y el «amor por la camiseta». En nuestro país las barras bravas y los actos delictuales que se pueden generar a su alrededor parecen ser lo único que copa la atención de ese entorno en el fútbol. Y está bien, de todos depende que el deporte y el fútbol sean lo que deben ser, espacios de encuentro, espacios privilegiados para el desarrollo de valores; el problema es que hoy no parece que fuéramos capaces de ver todo lo otro que mueve el fútbol, cómo a partir de una pelotita y 22 jugadores se pueden formar  relaciones de aquellas que marcan toda una vida. Papeles en el viento es el nombre de la más reciente novela del argentino Eduardo Sacheri, autor de La pregunta de sus ojos y de una serie de relatos que tienen como fondo una cancha  de fútbol. Pero Papeles en el viento no es una historia de fútbol, es una   de la amistad de cuatro hombres, unidos por una pelotita, es  cierto, pero una amistad que trasciende. La muerte de uno de ellos —Alejandro, el «Mono»—  no es razón para que  se acabe este lazo. Ahora el objeto del afecto es Guadalupe, la hija del Mono,  a quien los amigos entienden tienen que asegurar su futuro. El problema es que en el banco Alejandro no dejó ni un peso. Todo se lo gastó en la que era la inversión de su vida: el pase de un futbolista, una promesa, uno que la va  a romper. Sin embargo, el futuro crack se desinfló y hoy deambula por un club de cuarta división. Y ahí está el desafío. Y ahí está la trampa. Y ahí está el cariño. Las ideas, los planes maestros,  las  tentaciones de la traición, los enormes viajes —el crack no juega en el club de la esquina, sino a miles de kilómetros—, la lealtad. Porque la pelotita mueve un marcador, pero también lealtades para  toda  la vida y no solo a una camiseta.

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