Cuando el Papa muere o renuncia, la Iglesia entra en una especie de «modo de discernimiento global» y comienza el cónclave, ese proceso misterioso, lleno de símbolos, que busca elegir al nuevo sucesor de Pedro. Puede sonar lejano o solo “cosa de Roma”, pero en realidad toca algo muy profundo: cómo la Iglesia se deja guiar por el Espíritu para responder a los desafíos del presente.
El cónclave no es una simple elección de autoridad. Es una experiencia de fe vivida por los cardenales que, bajo oración, reflexión y silencio, se reúnen literalmente «bajo llave» (cum clave, en latín) para buscar juntos a quién será el próximo pontífice. El lugar en donde ocurre todo esto es la Capilla Sixtina. Sí, la del techo de Miguel Ángel. Pero lo más impresionante no es el arte, sino lo que ahí ocurre.
Cada jornada de cónclave comienza con oración. Los cardenales piden al Espíritu Santo (cantando Veni Creator Spiritus) que les guíe en este proceso y luego vienen las votaciones. Si después de varias rondas uno de ellos alcanza los 2/3 de los votos, se le pregunta si acepta. Si dice que sí, elige un nuevo nombre y se anuncia al mundo con una frase que nos hace contener la respiración: Habemus Papam.
Pero, ¿por qué debería importarnos esto hoy?
Porque no se trata solo de una figura de autoridad. El Santo padre es el pastor universal de la Iglesia. Nos recuerda a cada cristiano que no caminamos solos. Es alguien que, desde Roma, intenta hablar al corazón del mundo. Lo vimos con Juan Pablo II, quien marcó a generaciones enteras; con Benedicto XVI, quien profundizó la fe con una claridad única; y con Francisco, quien insistió en que fuéramos una Iglesia que sale al encuentro, que escucha, que acompaña.
El cónclave es, también, una señal de esperanza. En tiempos de tanta incertidumbre, de preguntas profundas, de búsquedas espirituales intensas, el hecho de que 133 cardenales se encierren para orar, discernir y elegir, nos habla de una Iglesia viva, que quiere responder a su misión.
Mientras esperamos el próximo Habemus Papam, nosotros también estamos invitados a preguntarnos: ¿qué tipo de Iglesia soñamos? ¿Cómo podemos ser cristianos más auténticos, más alegres, más comprometidos?
Porque al final, lo que importa no es solo quién será el próximo Papa. Lo que realmente importa es que todos, como Iglesia, volvamos la mirada a lo esencial: Jesús. Y, desde ahí, nos animemos a seguir caminando, con fe, creatividad y valentía.
Apadrina un cardenal y reza por él en este link.