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El aporte de Benedicto XIV al desarrollo de la ciencia

Laura Bassi

Entre las estrechas calles medievales de Bolonia, a poca distancia de la Piazza Maggiore, entre la Via San Vitale y la Via Zamboni, se encuentra una calle corta, angosta y un poco curvada que lleva   el nombre Via Benedetto XIV. Desde Benedetto XIV, por Zamboni hacia el Este, luego de cruzar unas pocas cuadras con magníficos portales, se llega a la Universidad de Bolonia, la más antigua institución de educación superior que otorga grados académicos del mundo.

En los primeros siglos luego de su fundación en 1088 d.C., la Universidad de Bolonia se dedicó al derecho, a través de la «Escuela de Juristas». En el siglo XIV se incorporó la «Escuela de Artistas» (i.e., medicina, filosofía, aritmética, astronomía, lógica, retórica y gramática), lugar donde estudiaron Dante, Petrarca y Copérnico, entre muchos otros. En el siglo XVI se introdujo lo que en ese entonces se llamaba la «magia natural», también conocida como ciencia experimental y, en el siglo XVII, Marcelo Malpighi lideró un gran desarrollo en medicina.

La publicación de los Principios matemáticos de la filosofía natural de Isaac Newton en 1687 que, además de otros temas, contiene los fundamentos de la mecánica clásica tal como la conocemos hoy, despertó un gran interés por el desarrollo de las ciencias en el siglo XVIII. Bolonia no estuvo ajena a este desarrollo. En 1711 se estableció el Istituto delle Scienze de la Academia Clementina. Posteriormente, en 1732, Clemente XII nombró al cardenal Prospero Lambertini (1675-1758) como arzobispo de Bolonia. Lambertini, un nativo de esa ciudad, era un hombre erudito, con gran interés por la ciencia y mucho aprecio por su universidad. En este cargo se preocupó de dar un nuevo impulso al Istituto delle Scienze y entre otras acciones creó el museo de cera (la colección Ercolle Lelli) para la enseñanza de la cirugía, en la Academia Clementina,  y apoyó fuertemente el desarrollo de las matemáticas y de la física  experimental.

En 1740, Lambertini fue elegido Papa –es cuando pasa a llamarse Benedicto XIV– y, como tal, siguió  apoyando  el  desarrollo de las ciencias en la Universidad de Bolonia. Por su acción  se  pudo  adquirir el equipo necesario para establecer un curso de física experimental en la universidad. Esta asignatura estuvo a cargo de Laura Bassi, la primera mujer en tener una cátedra de física en Europa. Gracias a la donación de este equipamiento por Benedicto XIV, los físicos de Bolonia pudieron usar aparatos de gran calidad para estudiar las leyes de dinámica de fluidos y gases, y desarrollar máquinas neumáticas. En 1750 otorgó la cátedra de matemáticas a Gaetana Agnesi, quien escribió el primer tratado conjunto de cálculo diferencial e integral.

En su carta de nombramiento Benedicto XIV le expresa: «…Hemos pensado que a Ud. se le debe otorgar la reconocida cátedra de Matemáticas, de lo cual no debe agradecernos Ud. a nosotros sino nosotros a Ud. si la acepta». Una de las iniciativas de Benedicto XIV para mejorar el nivel de investigación en la Universidad de Bolonia fue crear una sociedad que se llamó los Benedittini. Él mismo eligió a 24 científicos para conformar esta sociedad y les puso como condición para ser aceptados, someter al propio Papa un artículo por año. A estos 24 miembros luego agregó a la primera mujer: Laura Bassi. Gran impulsor de la ciencia, Benedicto XIV ha sido reconocido como uno de los hombres más eruditos de su tiempo.

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