Beatriz Fernández, profesora del Instituto de Sociología de la UC y Centro de Estudios de la Vejez y Envejecimiento
mrfernan@uc.cl

Eduardo Valenzuela, decano de la Facultad Ciencias Sociales de la UC y director del Centro de Estudios de la Vejez y Envejecimiento
evalenzc@uc.cl

 

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Religiosidad que mejora el envejecer

Existe mucha evidencia que afirma que la religión contribuye positivamente a la salud, tanto física como mental, de los individuos. La esperanza de vida alcanza los 80 años y queremos llegar a este alargue de forma digna, sana y feliz. Si bien está ampliamente documentado que las condiciones de vida —salud e ingreso—, y los vínculos sociales, especialmente familiares, tienen un impacto positivo sobre el bienestar de la población adulta123, en esta ocasión el interés particular está puesto en la religión, concretamente en la religiosidad, como factor protector de un buen envejecer, temática que ha sido escasamente abordada en el país.

Las personas que practican una religión presentan menor prevalencia de algunos tipos de cáncer, enfermedades coronarias y cerebrovasculares, un mejor funcionamiento cognitivo4 5 67 y tienen tasas de mortalidad significativamente más reducidas8. También se observa que tienen menores tasas de deterioro funcional y de discapacidad9 y hay menor índice de tabaquismo, consumo de alcohol y abuso de drogas menos prevalentes10. Esto, en parte, se explica porque la religión impone una serie de reglas no solamente asociadas al comportamiento ético de los sujetos, sino también en lo que respecta a la ingesta de comidas y bebidas, la actividad sexual, entre otros aspectos11; promoviendo hábitos saludables que favorecen un buen envejecer.

En el caso de la salud mental, varios estudios muestran cómo la religión favorece el ajuste a eventos estresantes y ayuda a contrarrestar síntomas depresivos y ansiosos121314, a través de mecanismos psicosociales que incluyen apoyo social mejorado, un mayor compromiso de actividad y mejoramiento en la adaptación15161718, puesto que afecta la interacción social y la construcción de redes, incrementando las oportunidades de recibir una ayuda rápida y de mejor calidad en caso de necesidad19, especialmente en condiciones de vulnerabilidad física, psicológica y económica, que son comunes en la vejez.

Por último, la religión nos permite darle sentido a las vicisitudes de la vida y enfrentarlas de una mejor manera, pues ofrece símbolos poderosos y rituales complejos (explicación) para lidiar con las tensiones que se acumulan, de manera especial, en la etapa final de nuestra existencia20. A esto se debe agregar la capacidad inaudita de la religión —de la que carece cualquier otro sistema social de ofrecer un sentido específico al dolor, el sufrimiento y la muerte21, contribuyendo todo ello a un buen envejecer.

¿A mayor religiosidad, mejor envejecer?

Se busca describir el nivel de religiosidad de la población mayor en Chile y analizar su asociación con un buen envejecer. Para ello, se realiza un análisis descriptivo de la IV Encuesta Nacional de Calidad de Vida en la Vejez 2016.22

El indicador utilizado para medir religiosidad corresponde a la siguiente pregunta de autorreporte: “¿Hoy en día cómo se definiría?”, cuyas respuestas recodificadas son 1. Una persona muy/bastante religiosa; 2. Más o menos/poco religiosa y 3. Una persona nada religiosa. Este indicador está correlacionado con otros indicadores objetivos de religiosidad, tales como la participación (asistencia frecuente a la iglesia) y devoción (oración frecuente), haciéndolo una medida pertinente.

Por su parte, las variables vinculadas a un buen envejecer son: Realización de actividad física. / Consumo excesivo alcohol. / Autopercepción de salud. / Escala de tamizaje de depresión abreviada de Yesavage GDS-5, validada en Chile23. / Participación en alguna organización o grupo. / Escala de funcionamiento familiar Apgar24. / Escala de Apoyo MOS abreviada de ocho ítems25. / Escala abreviada de soledad de la UCLA de tres ítems26 / Escala de Diener de satisfacción con la vida27 .

«La religión nos permite darle sentido a las vicisitudes de la vida y enfrentarlas de una mejor manera».

Se observó que más de un 90% de las personas mayores encuestadas se identifica con alguna religión —preferentemente católica (73%), seguida de evangélica (16%)—, y sólo un 7% señala no tener ninguna religión, ser atea o agnóstica. En comparación con el resto de la población, este grupo etario es el que tiene mayor grado de identificación con alguna religión.

En cuanto a la frecuencia de asistencia a misa o servicios religiosos, el 27% de los mayores menciona asistir al menos una vez a la semana o más seguido y un 19% algunas veces al mes. Un 33% señala asistir algunas veces al año o en ocasiones especiales, y un 22% nunca o casi nunca. Se observan diferencias por sexo: las mujeres asisten con más frecuencia que los hombres. En relación con la oración, un 73% menciona que reza u ora varias veces o, al menos, una vez al día, y sólo un 14%, nunca o casi nunca. Nuevamente, las mujeres reportan niveles más altos de oración personal que los hombres

En religiosidad, 39% de los encuestados se define como muy o bastante religiosa, un 54% más o menos o poco religiosa y sólo un 7% como nada religiosa. Las mujeres, las personas de más edad y con menor nivel educativo presentan mayores niveles de religiosidad. En cuanto a la asociación entre religiosidad y un buen envejecer, la mayoría de las relaciones planteadas resultaron estadísticamente significativas y en el sentido esperado.

Implicancia en la salud

Se observa (gráfico 1) que las personas muy o bastante religiosas realizan de manera más frecuente algún ejercicio físico que las menos religiosas, declaran menores niveles de consumo excesivo de alcohol y presentan niveles de sintomatología depresiva más bajos. La relación con la percepción de salud, si bien es significativa, difiere de la tendencia previamente mencionada, puesto que son las personas más o menos religiosas y poco religiosas quienes evalúan mejor su propio estado de salud.Se aprecia que las personas mayores que se definen como muy o bastante religiosas tienen mayores niveles de participación social que las no religiosas. Las personas muy o bastante religiosas, además, evalúan de manera más positiva la calidad de sus relaciones sociales conlleve al médico si lo necesitan y tener a alguien a quien amar y hacerlos sentirse queridos. Con relación al sentimiento de soledad, también las personas más religiosas presentan cifras más alentado- ras: un 69% casi nunca ha sentido que le falta compañía y un 82% casi nunca se ha sentido aislado de los demás, en con- traste al 50% y 73% respectivamente de las personas que se definen como nada religiosas (gráfico 2)
Por último, las personas que se definen como más religiosas están más satisfechas con su vida que las personas nada religiosas (gráfico 3)

 

 

 

Conclusiones

 

El objetivo de este estudio era describir, en primer lugar, el nivel de religiosidad de las personas mayores en Chile, quienes presentan un grado de identificación religiosa, pero también de participación y devoción elevados, siendo incluso mayores que los reportados por la población general. Esto es consistente con otros estudios que muestran que las generaciones más envejecidas son quienes perciben a la religión como uno de los aspectos más relevantes de sus vidas, lo que en parte se explica por la teoría  de la secularización, que indica que cada generación será portadora de un nivel de religiosidad más bajo que la anterior, y también por la teoría de la elección intertemporal y de formación de capital, que predice que la gente se vuelve más religiosa a medida que envejece28 , lo que parece muy plausible, “ya que a medida que las personas se acercan a la muerte, los factores espirituales podrían llegar a ser cada vez más importantes, siendo la religión un fuerte componente de disminución del estrés que implica enfrentarse a la muerte”16.

Por otra parte, en relación con la asociación entre religiosidad y un buen envejecer, se observa que a nivel bivariado, las personas que se declaran como más religiosas, muestran mejores indicadores de salud física y mental.

Asimismo, presentan mayores niveles de asociatividad y evalúan de manera más positiva la calidad de sus relaciones sociales y familiares. Por último, dichas personas presentan un nivel de satisfacción con la vida más alto. Si se considera únicamente esta última relación, la escala de satisfacción de Diener corresponde a un indicador de bienestar subjetivo, sobre juicios evaluativos cognitivos de largo plazo, donde en base a un balance de lo experimentado a lo largo de la vida, y especialmente durante la etapa de vejez, la persona puede percibirse con altos o bajos niveles de bienestar, lo que puede ser considerado como aproximación de un buen o mal envejecer. 

En este sentido, para avalar el efecto neto de la religiosidad en el bienestar subjetivo, o buen envejecer del adulto mayor, se hace necesario controlar dicha relación por otros determinantes — condiciones de vida, relaciones sociales, recursos personales—. Para ello, se estimó adicionalmente un modelo de regresión logística, donde se concluyó que la religiosidad continúa teniendo una relación significativa y positiva en la probabilidad de encontrarse satisfecho con la vida, incluso al controlar por dichos factores: las personas más religiosas tienen 1,2 veces más oportunidades que las personas poco y nada religiosas de estar satisfechas.

Con todo ello, se vislumbra que la religiosidad es una variable relevante para que nuestros adultos mayores logren un alto bienestar durante la vejez. Sin embargo, no se puede desconocer la posible existencia de endogeneidad en esta relación: la religiosidad podría incrementarse en el caso de personas que envejecen bien y viceversa. Una persona que envejece bien puede ser más agradecida y atribuir su buena calidad de vida al favor de Dios, convirtiéndose en una persona más devota, o quizás más de lo que fue a lo largo de su vida. Por el contrario, una persona con dificultades en la vejez se alejaría por la misma razón o quizás por impedimentos objetivos —por ejemplo, no poder asistir con frecuencia a la iglesia por razones físicas o de salud—, lo que la inhibe a declararse muy religiosa. Estudios futuros ayudarán a establecer con más certeza cuál es la direccionalidad de dicha relación. 

 

Notas

  1. Herrera, M. S., Barros, C. y Fernández, M. B., “Predictors of quality of life in old age: A multivariate study in Chile”, Journal of Population Ageing 4, 3, 2011, pp. 121-139.
  2. Dirección de Estudios Sociales, Tercer barómetro de la felicidad. El bienestar subjetivo de los chilenos: la importancia de nuestros vínculos, DESUC, Instituto de la Felicidad Coca-Cola, 2015.
  3. Chile y sus mayores. Resultados IV Encuesta Calidad de Vida en la Vejez, PUC, Caja Los Andes, 2016.
  4. Arredondo, E. et al., “Is church attendance associated with Latinas’ health practices and self-reported health?”, American Journal of Health Behavior 29, 2005, pp. 502-511.
  5. Cohen, A. y Koenig, H. G., “Religion, religiosity and spirituality in the biopsychosocial model of health and ageing”, Ageing International 28, 3, 2003, pp. 215-241
  6. Hill, T. et al., “Religious attendance and the health behaviors of Texas adults”, Preventive Medicine 42, 2006, pp. 309-312.
  7.  McFadden, S., “Religion and well-being in aging persons in an aging society”, Journal of Social Issues 51, 2, 1995, pp. 161-175.
  8. Hummer,R. et al., “Religious involvement and U.S.”, Adult mortality. Demography 36, 2, 1999, pp. 273-285.
  9. Musick, M., “Religion and subjective health among Black and White elders”, Journal of Health and
    Social Behavior 37, 1996, pp. 221-237.
  10. Deaton, A., “Aging, religion, and health”, Working Paper 15271, National Bureau of Economic Research, 2006: disponible en http://www.nber.org/papers/w15271
  11. Idler, E. y Kasl, S., “Religion among disabled and nondisabled persons: Cross-sectional patterns in health practices, social activities, and well-being”, Journal of Gerontology: Social Sciences 52B, 1997: S294-S305
  12. Krause, N., “Measuring religiosity in later life”, Research on Aging 15, 1993, pp. 170-197.
  13. . Koenig, H. et al., “Religious coping and depression in elderly hospitalized medically ill men”, American Journal of Psychiatry 149, 1992, pp. 1693-1700.
  14. Levin, J. y Chatters, L. M., “Research on religion and mental health: An overview of empirical findings and theoretical issues”, en Koenig, H. G., ed., Handbook of Religion and Mental Health, San Diego: Academic Press, 1998, pp. 70-84.
  15. Mc Namara, L., “Theological perspectives on ageing and mental health. Mental health and spirituality in later life”, en Mac Kinlay, E., ed., The Haworth Pastoral Press, Filadelfia, The Haworth Press, 2002, pp. 1-16.
  16. Koenig, H. G., “Religion and depression in older medical inpatients”, American Journal of Geriatric Psychiatry 15, 2007 pp. 282-291.
  17. . Benjamins, M., “Predictors of preventive health care use among middle-aged and older adults in Mexico: The role of religion”, Journal of Cross-Cultural Gerontology 22, 2, 2007, pp. 221- 234.
  18. Sun, F. et al., “Predicting the trajectories of depressive symptoms among southern community-dwelling older adults: The role of religiosity”, Aging and Mental Health 16, 2, 2012, pp. 189-198.
  19. Jozwiak, J., “The significance of religion on health factors related to aging among american adults using the national survey of midlife development in The United States”, tesis
    doctoral, Universidad Pittsburgh, 2007.
  20. Valenzuela, E., “Importancia de la religión en el envejecimiento”, en Larraín, Marín y Valenzuela, eds., Cómo vivir bien 100 años, Santiago: Ediciones UC, 2016,pp. 315-327.
  21. Luhmann, N., La sociedad de la sociedad, México: Ediciones Universidad Iberoamericana, 2007.
  22. El diseño muestral de esta encuesta fue multietápico. Datos disponibles en www. estudiosdevejez.uc.cl/images/documentos/Libro%20CHILE%20Y%20SUS%20MAYORES.pdf.
  23. Hoyl, M., Valenzuela, E. y Marín, P., “Depresión en el adulto mayor: evaluación preliminar de la efectividad, como instrumento de tamizaje, de la versión de 5 ítems de la Escala de depresión geriátrica”, Revista Médica de Chile 128, 11, 2000, pp. 1199-1204.
  24. Smilkstein, G., “The family APGAR: a proposal  for a family function test and its use by physicians”, The Journal of Family Practice 6, 1978, pp. 1231-1239.
  25. Moser, A. et al., “The eight-item modified Medical Outcomes Study Social Support Survey: psychometric evaluation showed excellent performance”, The Journal of Clinical Epidemiology 65, 10, 2012, pp. 1107-1116.
  26. Hughes, M. et al., “A short scale for measuring loneliness in large surveys: Results from two population-based studies”, Research on Aging 26, 6, 2004, pp. 655-672. 27.
  27. Diener, E. et. al., “The Satisfaction With Life Scale”, Journal of Personality Assessment 49, 1985, pp. 71-75.
  28. Azzi, C. y Ehrenberg, R., “Household allocation of time and church attendance”, Journal of Political Economy 83, 1, 1975 pp. 27-56.

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