Tuve la oportunidad de participar del recorrido de las misiones y trabajos de nuestra pastoral. Este recorrido consiste en ir visitando a las diferentes zonas donde hay voluntarios, junto a los coordinadores de los proyectos de invierno y verano.
La primera parte de mi recorrido la hice junto a los coordinadores de Trabajo País, Kaori y Luife, comenzando en Huachalalume, IV región, la zona más al norte de este proyecto. Al ser el primer día de construcción, pudimos ver el anhelo y la ilusión de los estudiantes, quienes tomaban las primeras medidas y comenzaban el traslado de los materiales del futuro salón de encuentro de aquella comunidad. Pude percibir la emoción de partir en cada lugar que visitamos, tanto de trabajos y misiones. La intención de poder hacer vida el llamado que recibieron en lo profundo del corazón, quizás por la invitación de algún amigo, compañero de carrera o alguna publicación en las redes sociales.
Continué mi viaje con los coordinadores de los proyectos de verano: Misión País, Siembra Verano, Capilla País y Viviendas; su objetivo era motivar a los voluntarios a no cortar su ímpetu misionero y seguir construyendo y compartiendo testimonios de fe en enero de 2025. En ellos era latente la expectación de ver lo realizado por los coordinadores y voluntarios durante todo el semestre, puesto que los frutos de todo su trabajo se ven aquí y es lo que les va a tocar a ellos para el próximo verano. Los «sí» de estos jóvenes son luz y levadura para el mundo, su entrega es generosa y sin esperar nada a cambio. Junto a ellos, pude visitar más zonas de distintos proyectos donde, además de los universitarios, pude conocer alumnos de enseñanza media.
El recorrido seguía y me uní a Yoli y Domo, los coordinadores de Misión de Vida. Fue una tremenda oportunidad de compartir con los misioneros y comunidades de los campamentos. Se vivía fervientemente la necesidad de llevar a Dios y su buena noticia a estas comunidades que sufren, que ven vulnerados sus derechos, que viven sin comodidades, pero que los reciben siempre con una sonrisa, abrazos y muchísimas cosas ricas para comer y compartir. Ese intercambio de cariños y preocupación es precioso.
La experiencia de poder visitar, conocer y conversar con tantos voluntarios, fue un tremendo regalo que entrega una gran esperanza para nuestra Iglesia y para la sociedad. Aún tenemos jóvenes quienes, a pesar de tantos momentos difíciles que hemos sufrido como país, se quieren entregar por Cristo y el prójimo, en la misión y en el trabajo. De nuestra parte, tienen que recibir toda la admiración y apoyo, para que estas experiencias que vivieron durante estos 10 días no queden ahí, sino que tenga continuidad y trasciendan a sus vidas.
Es nuestra misión transmitir la esperanza del Reino de Dios y la experiencia concreta de la esperanza que pudimos vivir durante estos días de misiones y trabajos que se realizaron a lo largo de nuestro hermoso país.