El reciente nombramiento del santo inglés, cardenal John Henry Newman (1801-1890), como doctor de la Iglesia ha sido una sorpresa. Se comentaba que algún día se le otorgaría este reconocimiento, pero en un futuro lejano dado que, habitualmente, pasan décadas e incluso siglos desde la canonización. En este caso fue nombrado santo por el papa Francisco el 13 de octubre de 2019, y el 31 de julio de este año León XIV confirmó que se le conferirá el título de Doctor de la Iglesia, sumándose a los 37 ya nombrados, entre ellos nuestra patrona, Santa Hildegarda.
¿Qué significa ser doctor de la Iglesia? Es un título que se confiere a grandes santos que hayan realizado una significativa contribución a la teología, la doctrina y la vida cristiana. Un aporte que, a través de su pensamiento y escritos, da nuevas luces sobre cuestiones tratadas o descubrimientos de aspectos no considerados en la tradición católica.
En el caso de Newman, pastor anglicano converso al catolicismo, se hablaba de esta posibilidad por la novedad con que se aproximó a ciertos temas, con la mirada fresca de un converso, un recién llegado, que vislumbró nuevas dimensiones de verdades conocidas por los católicos. Destaca su profundización en temas como la conciencia, el desarrollo de la doctrina de la fe, el papel de los laicos en la Iglesia y la relación entre fe y ciencia. Estas enseñanzas eran parte del acervo teológico de la Iglesia desde hacía siglos, pero profundizó en ellos de tal modo que en sus escritos reveló alcances de una hondura que no se había contemplado.
En el caso de Newman, pastor anglicano converso al catolicismo, se hablaba de esta posibilidad por la novedad con que se aproximó a ciertos temas, con la mirada fresca de un converso, un recién llegado, que vislumbró nuevas dimensiones de verdades conocidas por los católicos.
Pese a que, por su naturaleza y profundidad, algunos documentos del cardenal Newman tienen una dificultad que requiere de una formación intelectual previa; sus escritos personales, oraciones y sermones son sencillísimos, preciosos y están al alcance de cualquier cristiano. Reflejan una tierna vida interior y una piedad de niño. Impresiona que un sabio de su categoría haya tenido esa dulzura en su alma.
Intelectual y valiente
Lo que más distinguió a Newman fue su búsqueda de la verdad, sin tranzar con corrientes de pensamiento e ideologías y filosofías liberales del momento. Luchó por aclarar los errores del racionalismo, el relativismo, el secularismo, el utilitarismo y otras. Veía en ellas errores de fondo en lo referido a la persona y la fe. Fue una lucha en los medios de comunicación, que en esos días eran diarios y folletos, y en conferencias y sermones. Esta defensa no fue siempre bien recibida y dio origen a una fuerte hostilidad por parte de sus contemporáneos, la que se agudizó luego de su conversión y le trajo un enorme sufrimiento.
Fue acusado de traidor a la Corona inglesa y a su iglesia. Su familia dejó de hablarle de por vida —excepto una hermana, con quien se escribía—; sus amigos se alejaron; sus enseñanzas fueron malinterpretadas y sus palabras, tergiversadas; lo acusaron de herejía; muchos de sus proyectos fracasaron; perdió su prestigio y también su trabajo. Ello le significó, además, perder sus ingresos y su hogar en Oxford.
Por otro lado, los católicos no lo acogieron, fue objeto de sospechas y envidias, lo que significó que se lo marginara en este ámbito, especialmente por el clero. Su vida fue dolorosa, pero la vivió con alegría. Sus feligreses, en cambio, se mostraron siempre fieles a él. Ellos y el papa León XIII, quien en 1879 lo elevó al colegio cardenalicio como reconocimiento por todo lo que había hecho por la Iglesia católica en Inglaterra. Ahora, otro papa León le confiere el título de Doctor de la Iglesia.
Newman es aún muy poco conocido en el mundo hispanohablante. Esperamos que esta distinción difunda su genio y su santidad. La vida de un santo siempre es edificante y, en este caso, se trata de un apasionado por la verdad.