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Una pluma, muchas voces

La gente suele imaginar a los escritores como seres solitarios frente a un computador o una libreta de apuntes. Personas que vuelcan su imaginación sobre la página ayudadas por nada más que su creatividad y su ingenio. La imagen viene reforzada por películas y por el mismo proceso de promoción de un libro, en el que se suele entrevistar solamente al autor o autora de una determinada obra porque, supuestamente, esa obra le pertenece solo a él o a ella. Y es cierto, hay una parte individual en el proceso, pero cada vez dudo más de que sea la más importante. 

«Ante todo, es importante entender la actividad creadora y el arte como una red solidaria, y no como un acto de voluntad y genio individual».

Que un libro exista depende de una comunidad mucho más que de un individuo. Depende de editores y correctores, de imprentas y librerías, así como también de diarios, clubes de lectura e incluso de las redes sociales. Todo eso ayuda en el camino de un libro en el mundo; pero, incluso antes, en el proceso de creación, el libro no se escribe solo ni a solas. 

O no completamente. 

Cuando escribimos, no traemos a la página solo nuestra creatividad. Quien escribe, mientras escribe algo nuevo, va absorbiendo todo lo que le rodea: lo que escucha al pasar, las conversaciones familiares o entre amigos, las noticias, las películas, las canciones que dejas en la radio. Todo es parte de aquello que será luego transformado en libro. E incluso más: en todo proceso de escritura hay amigos y amigas que hacen primeras lecturas y veredictos, que ayudan detectando erratas o conversan sobre ideas y posibilidades, y no solo facilitan la escritura quienes se acercan al texto de una forma u otra, sino también aquellas personas que ayudan de maneras tanto o más vitales a quienes escriben, llevándoles una taza de café o algo para comer cuando llevan mucho rato frente a la pantalla o los invitan a caminar para que así, tal vez, lleguen otras ideas. 

Me habían pedido que escribiera sobre la solidaridad en relación con escribir sobre el futuro, pero me parece importante destacar que la comunidad y la solidaridad vienen primero, y que las escritoras y los escritores existimos gracias a ellas. Que hay solidaridad en la escritura, incluso antes de que un libro llegue a librerías, y luego, tanto, pero tantísimo más. En estos tiempos, el boca a boca, las recomendaciones personales, pueden ser tanto o más poderosas que las reseñas oficiales o los canales considerados tradicionales. 

El futuro hay que mirarlo con solidaridad, es cierto, e instalar esas reflexiones en relatos sobre el porvenir, donde haya lugar para la esperanza, me parece fundamental. Que no todo se oscurezca o nuble en las distopías de siempre (recomiendo leer a Ursula K. Le Guin y a Octavia Butler, que hacen esto de maravillas); pero, ante todo, es importante entender la actividad creadora y el arte como una red solidaria, y no como un acto de voluntad y genio individual. 

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