Me han preguntado muchas veces cuál era la relación de Violeta Parra con Dios y con lo religioso, y creo que la única respuesta posible está en sus creaciones, muchas de las cuales realizan acciones rituales en el mundo: agradecer, maldecir, sanar, rezar.
«Su religiosidad popular y su vínculo con el canto a lo divino, e que es de fundamento bíblico y ritual. De ambos toma nuevos motivos y éticas: reciprocidad, armonía con el entorno, sacralidad y fuerza de la palabra»
Estas funciones se entroncan con su religiosidad popular y su vínculo con el canto a lo divino, el que es de fundamento bíblico y ritual. De ambos toma nuevos motivos y éticas: reciprocidad, armonía con el entorno, sacralidad y fuerza de la palabra. Y coincide con el cristianismo: redención, solidaridad, sacrificio, imagen de un Dios muy cercano.
En 1960, compone “Puerto Montt está temblando”, donde intercala imágenes de destrucción con fundamentos a lo divino y a lo humano. Es una canción-oración en la que, a medida que ocurre el terremoto, va exigiéndole a Dios una explicación por tanto castigo, haciendo suya la idea del pago por el pecado cometido. Violeta agrega a estas imágenes el ruego del pobre desprotegido y castigado ante Dios, quienes el único que puede detener este “acabo de mundo”: “Dios’ tá indina’o/ con la culpa terrenal”. Pero la sentencia de este castigo no es para los pobres, sino para quienes los oprimen. La canción remata con una sentencia dicha por el Dios justo: “Va a ser mayor el castigo/ para el mortal enemigo/ del pobre y del inocente”, cumpliéndose la utopía cristiana de que el verdadero salvador redimirá a los más débiles. Algo hay aquí de la teología de la liberación de la época y mucho de la religiosidad popular: catarsis en medio del desamparo total.
En “Volver a los 17”, esa “salvación” ocurre gracias al amor. Violeta apuesta aquí por la transfiguración de la persona producto del efecto prodigioso del amor, el que ha sido recibido gracias al pacto o ritual sagrado de retorno al origen: “volver a sentir profundo/ como un niño frente a Dios”. El mundo es hechizado con fuerzas superiores, de naturaleza divina y celestial: “el arco de las alianzas/ ha penetrado en mi nido/ con todo su colorido/ se ha paseado por mis venas”. El pacto de la alianza amorosa entre Dios y los hombres está simbolizado en ese “arco de la alianza”, que se representa como un arcoíris aparecido luego del diluvio universal y que metaforiza la promesa divina: “Pongo mi arco en las nubes, que servirá de señal de la alianza entre yo y la tierra” (Gn. 9:13). Ese “pacto” de amor “ha penetrado en mi nido” y en mis “venas”, es un verbo encarnado. Algo hay aquí también de la pasión y resurrección de Cristo y de la promesa redentora de ella. Por eso, “Volver a los 17” es más que una canción. Necesitamos vivirla como el rito de renovación del pacto de la alianza, un pacto para nuestras edades personales y comunitarias, un pacto en el amor.
Ella es una creyente sin dogmas, que se asume en manos de Dios y a Él le agradece o interpela cotidianamente: “A Dios pongo por testigo, que no me deje mentir”, nos dice en sus décimas, o bien, en un plano más social: “Lo dice la Santa Biblia/ y en sus palabras auxilia/ al triste y al perseguido”.
1 comentario en “Violeta: Una Creyente Sin Dogmas”
Gran análisis, e increíble Violeta Parra para hacer del arca de las alianzas una clase de sentimiento fácil de comprender para ateos y cristianos.