Los obispos latinoamericanos en su reunión en Aparecida mostraron gran preocupación por la actual dificultad de transmitir la fe y la cultura como dones sapienciales recibidos de Dios mismo a través de las generaciones que nos precedieron en la existencia y que se abrieron a aceptarlos. Escribieron: «Nuestras tradiciones culturales ya no se transmiten de una generación a otra con la misma fluidez que en el pasado. Ello afecta, incluso, a ese núcleo más profundo de cada cultura, constituido por la experiencia religiosa, que resulta ahora igualmente difícil de transmitir a través de la educación y de la belleza de las expresiones culturales, alcanzando aun la misma familia que, como lugar del diálogo y de la solidaridad intergeneracional, había sido uno de los vehículos más importantes de la transmisión de la fe.
Los medios de comunicación han invadido todos los espacios y todas las conversaciones, introduciéndose también en la intimidad del hogar. Al lado de la sabiduría de las tradiciones se ubica ahora, en competencia, la información de último minuto, la distracción, el entretenimiento, las imágenes de los exitosos que han sabido aprovechar en su favor las herramientas tecnológicas y las expectativas de prestigio y estima social. Ello hace que las personas busquen denodadamente una experiencia de sentido que llene las exigencias de su vocación, allí donde nunca podrán encontrarla» (n. 39).
La belleza tiene la capacidad de conmovernos porque siempre remite a algo más grande que el signo que tenemos ante nuestros ojos. Puede ser la presencia de un ser querido, la sonrisa del rostro, la luz y el color de una pintura, el movimiento escénico de las artes de la representación, la genialidad de la poesía o de la prosa, la belleza de la inteligencia. Lo que buscamos, como dice el texto episcopal, es una experiencia de sentido que llene las exigencias de la vocación humana a la plenitud. Sólo lo que se recibe humildemente como un don tiene la capacidad de indicar a otros que es un bien que nos desborda y que está disponible para ser compartido. Esa ha sido la historia de la transmisión de la fe desde la época apostólica hasta nuestros días.
La fe se nos comunica por la sobreabundancia que percibimos en los testigos. Como decía el Padre Hurtado, es un fuego que enciende otros fuegos. Pero no es distinto lo que ocurre con las expresiones culturales cuando se encarna en ellas la tradición sapiencial. La belleza de las palabras, de los gestos, del movimiento, de la luz, dan testimonio de una realidad más honda, de un horizonte que se abre hacia el infinito y que viene a nuestro encuentro.
La belleza es la prenda que encontramos en el presente de lo que esperamos en el futuro. Es lo que reúne los fragmentos de un mundo crecientemente complejo y diversificado en un sentido unitario y solidario, en una experiencia de bien común compartido. Su gratuidad es la fuerza que nos conmueve y que sostiene la nunca acabada maduración de la libertad interior a la que aspiramos todos los seres humanos. Ningún instrumento tecnológico es capaz de provocar este estremecimiento interior. Sólo lo provoca una vida humana abierta al don del Espíritu y que lo acoge a su cuidado.
1 comentario en “La Fe a través de la Belleza de las Expresiones Culturales”
Muy buen articulo. Gracias por compartirlo.