Carta Encíclica Redemptoris Missio,
La Permanente Validez del Mandato Misionero
«Misión», «Iglesia» y «Cristo», en ese orden, son las tres palabras más usadas en la encíclica Redemptoris missio de Juan Pablo II. Es un texto desafiante que vuelve a proponer con fuerza una verdad de la fe que se ha llegado a oscurecer incluso entre los fieles católicos. Esa verdad oscurecida se puede expresar con esas mismas tres palabras y en su mismo orden: la «misión» de la «Iglesia» es llevar a «Cristo». ¿No es esto algo evidente? ¿Acaso necesita ser recordado, y en una encíclica, nada menos?
Recuerda la encíclica que llevar a Cristo a quienes no lo conocen — personas y pueblos— es una misión: no solo una opción legítima entre otras, sino un imperativo urgente. El texto (n. 36) identifica como una de las razones más graves de la pérdida del impulso misionero al indiferentismo religioso. «¿No puede uno salvarse en cualquier religión? ¿Para qué, entonces, la misión?», interroga Juan Pablo II (n. 4), confrontándonos con la mentalidad dominante.
Recuerda que predicar a Cristo a todas las naciones es una misión constitutiva de la Iglesia, en la que todos sus miembros, por tanto, deben estar de algún modo implicados. El texto señala dos medios de compromiso que todos pueden asumir para ayudar a ese fin: la oración y los sacrificios.
Recuerda que la Iglesia deben llevar a Cristo: no solo paz, comprensión y ayuda humanitaria, sino a «Jesucristo único salvador» (cap. I): que el encuentro con Cristo es un bien irreemplazable, inestimable. Solo esta fe reaviva la misión.