RETOMAR LA PRESENCIALIDAD EN NUESTRAS LABORES COTIDIANAS, en el nuevo escenario sanitario, ha sido un gran desafío. ¿Cómo volver luego de 2 años de pandemia a generar vínculos comunitarios en nuestros campus? Esta no es la única distancia que debemos resolver, el contexto político y social del país nos llama también a repensar nuestras diferencias. Sobre estos temas se enfocaron las nuevas versiones de los cursos para académicos de la Pastoral UC.
¿Qué factores subyacen en nuestra sociedad que generan la sensación de amenaza en el reconocimiento de los derechos indígenas? 1
SESIÓN: “Plurinacionalidad y nueva Constitución”, a propósito de la interculturalidad en la UC.
En su libro Ascenso y crisis, Ian Kershaw constata que acontecemos a un cambio de ciclo histórico. Algunos problemas del siglo XX estarían concluyendo, como el racismo, que ha dejado de ser legal, pero continúa manifestándose en los espacios cotidianos. Asimismo, la idea de una comunidad global ha reforzado un sentimiento de identidad nacional, expresado en prácticas xenofóbicas. Entre varias aristas, una sería el nacionalismo, que se ve “amenazado” en un contexto de mayor interconexión global.
Es difícil no sumar los acontecimientos relacionados con el pueblo mapuche a la dinámica global. El movimiento indígena se ha politizado con la identidad y, con ello, su propia historia. ¿Dónde están las raíces del conflicto para los miembros del pueblo mapuche? La ocupación de La Araucanía, seguido de la pérdida de tierras a lo largo del siglo XX, con la Reducción primero y, luego, con un nuevo tipo de despojo al asentarse las plantaciones forestales en el marco de la revolución capitalista impulsada por el régimen militar. Sin embargo, las reformas no impidieron que la propiedad comunitaria fuera asediada por quienes impulsan la propiedad privada como motor de la revolución económica. Nuevos despojos de tierra, con nuevos mecanismos y una nueva lógica de mercado, se fueron generando en los años posdictadura. Desde el movimiento mapuche, estas reformas estructurales fueron analizadas en dos tiempos históricos: todo lo sucedido a partir de la década del ochenta pasó a ser responsabilidad del modelo capitalista y, al realizar ese ejercicio, el movimiento interpretó que lo sucedido con antelación —la Reducción (1884-1925) y la Ocupación (1852-1883)— fue producto de las oleadas anteriores del mismo modelo.
Hacia el siglo XX, en lo que podríamos denominar —parafraseando a Steve Stern— la “adaptación en resistencia”, los mapuche prolongaron sus aspectos identitarios en lo cultural y social, y quedó una arista en la reconstrucción como pueblo: el ámbito político. ¿Por qué no impulsar el derecho a la autonomía? ¿Por qué no imaginar un Estado plurinacional? Esos fueron los debates del movimiento indígena en las décadas de los ochenta y noventa. Algunos se plantearon a partir del Convenio 169 de la OIT, de 1989, y otros en la Declaración de las naciones de los pueblos indígenas, de 2007. ¿Por qué entonces es complejo consagrar los derechos de los pueblos originarios? Por la ausencia de reformas políticas, que es lo que se impulsó en la Convención Constitucional, y la ausencia de una interculturalidad emancipadora como metodología para avanzar en los derechos de los pueblos originarios, en el entendimiento de que no son “privilegios” ni tampoco la forja de una sociedad “indigenista”. Es más simple: revertir la aculturación reconociendo, para ello, a los pueblos originarios como sujetos de derecho.
En el curso dijiste que la pedagogía de Jesús era el encuentro, pero durante dos años no pudimos encontrarnos con nuestros estudiantes. ¿Qué nos diría Jesús, maestro de los Evangelios, a los docentes de la UC en esta etapa de retorno a las clases presenciales? 2
SESIÓN: “Docencia a la luz del Evangelio”.
Jesús nos enseña con palabras, pero sobre todo con su vida, con su modo de ser y hacer. Para aprender de Jesús debemos mirarlo e imitarlo. Si contemplamos su vida, nos damos cuenta de que para él la “presencialidad” era esencial: iba al encuentro de la gente, recorría aldeas, tomó la iniciativa y buscó a cada uno para conocerlo y ayudarlo en las necesidades e inquietudes particulares. En este sentido, Jesús preanunciaba la “Iglesia en salida” de la que habla el papa Francisco, que fue hasta Gerasa o cruzó Samaría para encontrarse con esa única persona que pudo entender su mensaje.
Junto con recorrer y anunciar, Jesús se hizo un igual con sus discípulos —“el Verbo se hace hombre y habita entre nosotros”—, permitiendo que nos identifiquemos con su vida. En suma, la presencia y la cercanía física posibilitan una comprensión afectiva de lo que le está sucediendo al otro, lo que no significa que el maestro se convierta en un “amigo” más, sino que, manteniendo su rol de autoridad, lo ejerce desde la empatía. Por eso se acerca a los estudiantes, les da tiempo, se vincula afectivamente, hace que ellos se sientan importantes y, de manera simultánea, enseña, transmite un mensaje con autoridad. Esto hace que quienes atienden, al mismo tiempo experimenten una vivencia común, un encuentro comunitario en “sintonía” (se ríen de lo mismo, surgen códigos que solo ellos entienden, se sorprenden y lo pasan bien juntos). Ello los une. Se crea el “vínculo”, la “concordia” que se perdió durante el encierro solitario, y este agregado de “ovejas individuales» empieza a ser un mismo rebaño, un grupo, una comunidad que aprende, comparte y crece junta. El profesor, si es capaz de lograr que todos sientan que pertenecen a ese grupo o lugar, facilitará que la universidad y, luego la sociedad, puedan volver a ser un lugar de encuentro, de intercambio y de amistad.