Hace muchos años, el sacerdote Claude Pomerleu pasó por Santiago y ofreció una charla sobre Henri Nowen, autor del libro El regreso del hijo pródigo. Mil personas llenaron esa tarde la iglesia de San Francisco de Sales y varios tuvieron que sentarse en el suelo, porque no quedaba un solo espacio. Quizás, muchos llegaron hasta allí sin haber leído el libro y recordando vagamente la parábola del hijo pródigo. Es difícil entender que el padre “sacrifique su mejor cordero y haga una fiesta para recibir al hijo que le pidió su herencia y se la gastó toda” (Lucas 15:11-32).
Hoy he vuelto a pensar en que el mensaje de esa charla era doble. Por una parte, Nowen es famoso por sus libros de espiritualidad y su última obra —antes de morir, en 1996— es un bestseller difícil de encontrar en las librerías. A esto hay que agregar el encanto de Claude Pomerleu, quien falleció el 21 de julio de 2019, compañero de Nowen en la Congregación de la Santa Cruz, profesor también de la Universidad de Notre Dame en Estados Unidos y exrector del Colegio Saint George entre 1986 y 1989.
Aquella charla comenzó con un video de Henri Nowen relatando cómo cambió su visión de la vida espiritual al conocer a un grupo de trapecistas. Ellos le explicaron que el actor principal, quien salta de un lado a otro y hace piruetas, no es la estrella del show, aunque así lo crea el público. Nada lograría y caería mil veces a la red si no confiara cien por ciento en aquel que lo recibe después de cada salto al espacio.
Interesante manera la de este religioso holandés para hablarnos del Padre, que nos está esperando y no nos dejará caer. Curiosa forma de señalar quién es el verdadero todopoderoso. Y con ese mismo estilo continuó la charla el padre Claude, para hablarnos de la forma en que Henri Nowen fue descubriendo a Dios y acercándolo en forma muy simple a todos los que han leído sus obras o escuchado sus sermones.
…el actor principal, quien salta de un lado a otro y hace piruetas, no es la estrella del show, aunque así lo crea el público. Nada lograría y caería mil veces a la red si no confiara cien por ciento en aquel que lo recibe después de cada salto al espacio.
A la salida, el público se agolpó a comprar un libro que permite entender la parábola a través del análisis de Nowen sobre el cuadro pintado por Rembrant en 1669. En él vemos al hijo pródigo arrodillado ante su padre, quien lo recibe con tanto amor, mientras el hermano mayor mira receloso la escena.
A medida que avanzamos en la lectura de este libro aparecen nuevos detalles reveladores del cuadro que nos permiten comprender la actitud del padre, del hijo que estaba perdido, del hijo fiel que siempre fue bueno y de las figuras presentes en este encuentro. Y me dejó pensando que quizás esto es algo que nos ha pasado a todos.