A poco tiempo de la elección del nuevo sucesor de Pedro, dos profesores de la UC analizan e interpretan los desafíos que este nombramiento trae para el cristianismo actual.
En términos de impacto para nuestra cultura y para la misma iglesia, ¿cómo aprecian el hecho de que se haya elegido un papa latinoamericano?
«La Iglesia católica es una Iglesia misionera, es decir, tiene que salir a predicar a otros, y eso choca con quienes no creen, generando a veces una hostilidad que es mucho más complicada que una simple indiferencia. Ese yo creo que es uno de los puntos más complejos y desafiantes: hacer frente a quienes entienden a la Iglesia como algo alejado de la fe y la ven como una ONG».
Ricardo Couyoumdjian
José Tomás Alvarado (JT): Creo que históricamente es una muestra muy elocuente de una cierta vuelta de peso específico. Históricamente es muy potente tener, por primera vez en dos mil años, a un Papa latinoamericano. Sin embargo, la misión de la Iglesia va a ser siempre la misma. Las personas aportan con sus capacidades y aptitudes. Lo que veo en el papa Francisco, que me ha llamado fuertemente la atención, es la sensibilidad pastoral que tiene. Es notable su capacidad de cercanía con las personas. Por supuesto, si uno lo compara con Benedicto XVI, quizás no tiene su sapiencia teológica, pero tiene esa capacidad de ser fuertemente cercano.
Ricardo Couyoumdjian (RC): Pienso que por otro lado la Iglesia Católica tal como la conocemos hoy es un producto europeo, sin embargo, su feligresía no está principalmente en Europa. Hay católicos en América Latina, en África, en Asia, pero cada vez menos en el primer mundo, lo que hace que sea un hecho coherente con las características del catolicismo de hoy. Y estoy de acuerdo con José Tomás en que no va a haber un cambio en la esencia de la Iglesia, pero sí en el estilo, porque los acontecimientos adquieren una fisionomía distinta según el tiempo en que se producen. Quizá en este momento lo que requiere la Iglesia es un pastor…
¿Y esto por qué? ¿cuáles son las características del catolicismo actual que piden un pastor?
RC: Es difícil responder esa pregunta, porque tiene que ver con ciertos problemas que ha tenido la Iglesia, su imagen, que se ha visto desgastada en el último tiempo. Han habido episodios bochornosos, y eso nos trae a otro tema, los vientos secularistas que corren y el creciente ateísmo militante.
JT: Pero si uno mira la opinión pública se da cuenta de que siglos atrás, en el siglo III, VI o X, el problema era mucho peor. Entonces, no creo que sea una cosa espantosa de este tiempo, aunque sí una situación delicada, porque un escándalo particular hoy pasa a ser mundial automáticamente con la velocidad con que corren las noticias. Y esta interconexión y visibilidad significa que hay que ser muy cuidadoso. La mayor interconexión implica también una gran oportunidad para difundir el Evangelio y para que la cercanía del Papa con los fieles sea ahora muchísimo mayor que en épocas pasadas. La Iglesia será ahora, por lo mismo, mucho más romana.
Entonces, ¿cuáles son los principales desafíos que se ven para la iglesia hoy?
RC: La secularización. Y tiene dos patas. Una, la secularización a nivel general, las personas que no le dan importancia a la Iglesia; y la segunda, el combate hacia quienes creen. La Iglesia católica es una Iglesia misionera, es decir, tiene que salir a predicar a otros, y eso choca con quienes no creen, generando a veces una hostilidad que es mucho más complicada que una simple indiferencia. Ese yo creo que es uno de los puntos más complejos y desafiantes: hacer frente a quienes entienden a la Iglesia como algo alejado de la fe y la ven como una ONG.
JT: Claro, eso es lo que dijo el Papa. Si la Iglesia no pone su centro en Jesucristo, esta no sería más que una ONG piadosa. Hay un proceso cultural que parte en Europa en el siglo XVII—o sea, que lleva bastante tiempo—, sobre la idea de que la plenitud humana tiene que ver con su completa autonomía, y que cualquier cosa que restrinja esa autonomía está impidiendo su felicidad y el desarrollo de la persona. Así la Iglesia —ya sea católica, luterana, la que sea— para ciertos grupos aparece como un actor «malo», que pone trancas para la felicidad de la gente. Eso es no entender lo que significa verdaderamente la Iglesia.
¿Y por qué sería esto una preocupación para los católicos de hoy?
JT: Porque está la tentación para algunas personas de intentar mimetizarse. Por eso creo que el papa Francisco dijo que no convirtiéramos la Iglesia en una ONG piadosa, y que solo hiciéramos obras que no nos van a traer problemas con otros, porque de lo contrario nos va a neutralizar. La Iglesia no puede dejar de hacer su promesa de predicar a Jesucristo, sea algo popular o no, nos vengan a hacer una funa o no.
RC: Ese es el meollo del asunto.
Después de dos grandes filósofos como juan pablo ii y Benedicto XVi, ¿qué desafíos intelectuales se plantean para este nuevo papa? ¿influye la personalidad de cada uno?
JT: A mí me da risa cómo buscan definir cada personalidad. Del papa Benedicto decían: «Él fue el prefecto de la Congregación de la fe, así es que va a ser duro, castigador, etc.», y no lo fue. O sea, hizo lo que tenía que hacer como Papa. Y de Francisco, se dice: «Este Papa es buena onda», pero te aseguro que cuando haya que decir las cosas, las va a decir, tal como cuando era arzobispo de Buenos Aires.
«(De) Benedicto decían: Él fue el prefecto de la Congregación de la fe, así es que va a ser duro, castigador, etc., y no lo fue. O sea, hizo lo que tenía que hacer como Papa. Y de Francisco, se dice: Este Papa es buena onda. Pero te aseguro que cuando haya que decir las cosas, las va a decir, tal como cuando era Arzobispo de Buenos Aires». José Tomás Alvarado
RC: El asunto es un problema de ideas. Para mucha gente el ejemplo a veces es lo más necesario, ya que el mensaje se hace más fuerte por las acciones. Como el carisma que tenía Juan Pablo II. Nunca se va a olvidar su pasada por el Estadio Nacional y su frase «El amor es más fuerte». Eso quedó y es puro carisma. Si bien las fuerzas laicas no aplaudían mucho al Papa, siempre reconocieron ese carisma. Cambiando de tema, es curioso que mientras en Occidente se está imponiendo el secularismo en el mundo musulmán pasa todo lo contrario. Es la corriente religiosa la que está triunfando, y si bien uno rechaza el dogmatismo y la intolerancia asociada al Islamismo militante, uno no deja de sentir respeto por la defensa de la religión.
JT: La fuerza de la Iglesia no son las campañas publicitarias, ni la difusión ni cantidad de medios, sino que el ejemplo concreto de los cristianos.
Justamente, lo que más llama la atención del papa Francisco son sus acciones: la elección de su nombre, la sencillez en sus ornamentos, la bendición que pidió al pueblo de roma al asumir, etc. Y entre las frases que han tenido impacto, está esto de «Una iglesia pobre para los pobres», ¿cómo la interpretan?
RC: Yo creo que la Iglesia no es solo para los pobres sino para todos. Es cierto que los pobres tienen más dificultades para sentirse parte de la Iglesia. Tú ves las parroquias en los barrios populares y cada vez le cuesta más mover a la gente, entonces enfaticemos el trabajo hacia ellos, pero sin descuidar a los otros. No se puede excluir a un sector.
JT: No puede ser interpretado como una Iglesia pobre y solo para los pobres. No es eso. La Iglesia tiene una misión que es acoger a las personas que están en especial necesidad, del tipo que sea.
RC: Ustedes se acordarán que, por ahí por los años sesenta, la Iglesia Católica chilena empezó a descuidar la feligresía más acomodada y la gente empezó a sentir que la Iglesia no los quería. Después hubo un cambio y llegaron congregaciones religiosas a hacerse cargo de estas personas, pero uno no puede excluir a un sector.
A cincuenta años del concilio Vaticano II, ¿cómo el papa Francisco puede hacer materiales los frutos de ese encuentro que marcaron la brújula de lo que sería la iglesia en el siglo XXI?
RC: El Concilio Vaticano II fue un evento muy importante, tanto como el Concilio de Trento que marcó la Iglesia por cinco siglos. Son cosas tan grandes que no se absorben de un día para otro, esto tiene un proceso de siglos. Y hay que insistir en que los fieles laicos todos los días tienen que tomarse la Iglesia como una cosa propia. Lo que fue planteado en el Concilio Vaticano II va a requerir probablemente generaciones para ser absorbido, y aquí el papa Francisco va a tener que seguir profundizando como lo han hecho sus predecesores, una tarea que necesariamente es lenta, y que tiene tiempos históricamente largos.
JT: Y no es una cuestión solo del clero y de la jerarquía, todos somos responsables de sacar la Iglesia adelante y de cumplir su misión. Yo creo que cada vez uno va a encontrarse más laicos que están asumiendo responsabilidades concretas en la Iglesia, y no es necesario que tengan responsabilidad directa sino que es tomarse en serio su fe, es tomarse en serio el bien de la gente que se tiene al lado y eso es hacer apostolado, acercarnos a la fe, vivir la fe: un desafío enorme pero que lo ha sido siempre.
RC: Volviendo a la pregunta, los cambios impulsados por Vaticano II envuelven un proceso de larga duración, sobre todo cuando son cambios drásticos. Es difícil que los laicos mayores se adapten a las nuevas exigencias de inmediato; deben convencerse de los cambios e incorporarlos a las nuevas generaciones. Los cambios impulsados por el Concilio también afectaron a los religiosos. Se les pidió a los sacerdotes salir al mundo y a algunos les costó hacerlo sin perder su identidad.
JT: O entendieron cualquier cosa por eso.
RC: Yo era estudiante acá en la Católica y de mi generación por lo menos un religioso colgó la sotana y una religiosa dejó los hábitos. Un buen día llega una niña con una falda y me dice: «¿No me reconoce? Soy la madre…..». Para ellos debió ser un trauma y para mucha gente de su generación.
JT: En los años sesenta se produce una revolución, sobre todo en Europa, hubo una baja bestial en la práctica de la religión; disminuye fuertemente el número de asistentes a las misas, y también a los servicios luteranos.
En el plano nacional, ¿cómo interpreta las cifras del censo 2012, en que la baja de católicos fue mucho menor a la esperada?
JT: Yo veo engañosa esa cifra, porque ese 60, 70% ¿por qué son católicos? ¿Porque fueron bautizados, porque se declaran católicos? El mundo de católicos efectivos es mucho menor, y es algo que tenemos que asumir. No podemos pretender esconder lo evidente. Hay un desafío grande ahí, evangelizar la cultura, aunque es fácil decirlo y otra cosa muy distinta es llevarlo a cabo. Para ellos creo que la única forma es el testimonio personal.
RC: No se trata de elaborar un plan, sino que de reconocer que el católico lo es en su lugar de trabajo, en su familia…. Yo creo que el tema pasa porque los católicos nos tomemos ese rol, tengamos más vida interior y tomemos en serio nuestra fe.