El papel fundador de Iglesias y conventos fue clave en los orígenes de la ciudad latinoamericana. Los edificios eclesiásticos, situados estratégicamente, actuaron como ejes orientadores del desarrollo urbano y tuvieron una influencia decisiva en la configuración de la vida de Santiago de Chile, la ciudad de los conventos 1.
El papel fundador de iglesias y conventos en la ciudad colonial
Los estudios sobre los procesos de urbanización en Iberoamérica son amplios y diversos y una importante proporción ha atendido las transformaciones urbanas que registran las ciudades desde su origen colonial hasta la actualidad.
Ello ha contribuido a la comprensión de la formación histórica de las ciudades, muchas de ellas hoy regiones metropolitanas cuyas lógicas y dinámicas urbanas derivan de esa fase inicial. En este contexto nos ha parecido importante estudiar a la ciudad precisamente cuando se encuentra en una fase de transición política y social que acaece en el fin del período colonial e inicio de la república, proceso que ocurre en la mayoría hacia el último cuarto de siglo XVIII y primeras décadas del XIX.
En esta investigación proponemos, a partir del caso de Santiago de Chile, someter a discusión la incidencia de la Iglesia en la matriz urbana fundacional. Pensamos que, más allá del origen cristiano del asentamiento, el período colonial de casi tres siglos, constituye un momento decisivo en el desarrollo de la ciudad, y en parte es explicativo de los cambios en el espacio urbano que detona la independencia política y la formación de una nación moderna. Desde los orígenes de la ciudad latinoamericana el poder eclesial significó, no solo una importante inserción de la religión en la sociedad y esfera pública, sino además una marcada presencia de sus instituciones en diversas edificaciones, templos y lugares de culto dentro de la trama urbana. Según el geógrafo Borsdorf, especialista en urbanismo latinoamericano, los asentamientos eran abiertos hacia fuera, al ser poblados no amurallados, pero cerrados hacia adentro al estar configurados a partir de casas con patios cerrados y pocas aberturas que resguardaban la esfera íntima familiar2. El espacio público y el encuentro de los ciudadanos se configuraba en el cerramiento e interioridad de iglesias y conventos.
«El levantamiento de iglesias y conventos en diferentes sectores de la organización urbana fue un complemento a las funciones militares y defensivas que durante el período colonial guiaron el proceso de construcción y desarrollo de las ciudades.»
Es central el aporte morfológico y tipológico que significó la construcción y disposición de templos y conventos dentro de la trama, ya que configuró otra forma de espacio urbano que la fijada por la parcela y la casa patio en la manzana genérica. Podríamos afirmar que su levantamiento en diferentes sectores de la organización urbana fue un complemento a las funciones militares y defensivas que durante el período colonial guiaron el proceso de construcción y desarrollo de las ciudades. Las ciudades poseían una estructura urbana dominada por la localización de diversas congregaciones religiosas, cuyas construcciones interrumpían la continuidad y homogeneidad del manzanero, precisamente por ser significativas edificaciones no militares en puntos claves y corredores de transporte en el territorio. La importancia simbólica y figurativa de estas edificaciones se debía a una ocupación del suelo, uso del espacio urbano y relaciones entre el espacio público y privado, diferente a la norma formal establecida en la mayoría de las unidades de relleno para la vivienda y otros programas. La aparente imagen unitaria con que es representada en planta la ciudad colonial se abre a una nueva interpretación al visualizar las tensiones entre las edificaciones religiosas y el manzanero residencial.
Por otra parte, los lugares escogidos por las órdenes religiosas debían tener una visibilidad desde la distancia y conexión con accesos principales y caminos, cuestión que es asumida por los campanarios y torres, introduciendo un quiebre en la horizontalidad del conjunto urbano, al tiempo que una jerarquía en las calles que enfrentan. La Iglesia, involucrada en un cierto dominio territorial, encargada de la dimensión espiritual de una nueva sociedad y abocada a la extensión de la cristianización en la población y poblados indígenas, se vio exigida, por una parte, a la consolidación de unas determinadas localizaciones urbanas y rurales para funcionar como centros religiosos y de recogimiento, dando cobertura espacial a distintos barrios o sectores, e impartiendo una práctica sacramental permanente, así como, por otra parte, constituyéndose como lugares de concurrencia, sociabilidad, educación, servicios culturales y espacio público para la población residente, que se tradujo en una variedad de funciones, servicios y escalas en el tejido urbano.
A pesar que el desarrollo de Santiago se configuró a partir de un trazado regular de damero en torno a la Plaza Mayor y la manzana de la catedral, el orden se vio afectado hacia los perímetros por la existencia del tejido conventual. A nuestro parecer como consecuencia de una expansión urbana de la Iglesia, el complejo de edificaciones religiosas al extenderse más allá del módulo cuadrado de la manzana, afectó la continuidad de algunas calles y modificó el supuesto orden regular establecido. La Iglesia, en el caso de Santiago, actuó durante todo el período colonial como un ente orientador del desarrollo urbano. Podemos observar en la representación más antigua de la ciudad, realizada por el jesuita Alonso de Ovalle (1646), una trama de manzanas regulares, jerarquizada y consolidada por diversos conventos y monasterios, lo que se acentúa en la imagen de un paisaje presidido por torres, campanarios y cúpulas que resaltan en la horizon- talidad de la edificación colonial. La dimensión material de esta afirmación, se ve confirmada en la denominación “la Roma de las Indias” con que se designa al Santiago del siglo XVII, precisamente por la importante cantidad de templos y conventos que la estructuraban.
A partir de estas consideraciones, podríamos afirmar que las edificaciones religiosas fueron, a lo largo de todo el período colonial y en parte durante el período republicano del siglo XIX, núcleos complejos que irradiaban significativas influencias en sus entornos inmediatos y en cuyo interior cristalizaron una serie de programas que los convertía al mismo tiempo en “centros eclesiásticos y civiles”3. Hechos como los que hemos menciona- do, vendrían a confirmar la condición de “ciudad fuerte” que plantea Romero4 o la “ciudad claustral” que plantea Aliata5 y la configuración de una estructura urbana cerrada, no obstante el carácter abierto e ilimitado del plano ortogonal, a la que nos parece pertinente designar como “ciudad de los conventos”6.
Representaciones cartográficas y panoramas: enriquecer el material iconográfico de la ciudad.
En la mayoría de las descripciones y análisis sobre las ciudades del mundo colonial hispánico se tiende a presentar la forma urbana de una manera genérica y desde una lógica de ciudad que deriva del orden regular establecido en la planta ortogonal fundacional. En muchas ocasiones se ha producido una reflexión académica acerca de la regularidad urbana fijada por la cuadrícula, la que por ser de una geometría simple, habría dado lugar a una ciudad compacta, homogénea, unitaria, con ausencia de complejidad formal en sus edificaciones. Queda de este modo fijado un imaginario urbano y una representación planimétrica basada principalmente en los elementos comunes que la estructuran, la que sabemos dista de la realidad tridimensional de los hechos urbanos, organización de la sociedad y desarrollo edilicio de cada ciudad en su coyuntura y circunstancias singulares.
Como se puede apreciar en el plano de Ovalle la ocupación de las instituciones religiosas en la estructura urbana del siglo XVII registraban una clara diferenciación entre la zona central, organizada en torno a las manzanas fundacionales y los sectores periféricos desarrollados en todas las direcciones del territorio, incluso superando los iniciales accidentes geográficos. La parte central constituida por no más de 25 manzanas, estaba claramente delimitada por el Convento de Santo Domingo hacia el norte, la Compañía de Jesús hacia el poniente, el Monasterio de las Agustinas hacia el sur y el Convento de la Merced hacia el oriente. Hacia la periferia, en una condición de extramuros y formando parte de distintos barrios se reconoce en una de las salidas de la ciudad al sur de la Cañada al convento de San Francisco; el monasterio de Santa Clara de la Cañada, el convento de San Saturnino y la ermita de Santa Lucía hacia el oriente junto al Cerro Santa Lucía; la ermita de San Lázaro y la Iglesia de Santa Ana hacia la parte poniente y la Iglesia de la Viñita más las iglesias y conventos de la Recoleta Franciscana y Recoleta Dominica, al costado norte del río Mapocho. En este contexto, cabe señalar las numerosas edificaciones religiosas registradas, tanto en una localización central como periférica e incluso rural y la cristalización de diversos barrios o núcleos de población en torno a estos lugares de culto.
La representación de la “ciudad de los conventos” y la heterogeneidad de espacios, exige el esfuerzo de dibujar la hipótesis de su real configuración espacial. Para ello esta investigación propone la construcción de un modelo tridimensional de Santiago, representando la cristalización del desarrollo en la primera mitad del siglo XIX, ya que es el momento intermedio entre la ciudad de tejido conventual y la ciudad de los espacios públicos de finales del siglo XIX. Buscamos confirmar que los conventos, además de poseer una influencia en términos territoriales, también constituían los elementos verticales o hitos de esta ciudad de construcciones de baja altura, dominando el espacio urbano desde la lejanía. Quisimos observar cómo se desarrolla el espacio alrededor de estas construcciones y confirmar que cada una de ellas, no tan solo irradia sobre un área inmediata que le es subsidiaria, sino que establece fronteras y detiene la extensión de la trama.
Transformaciones y cambios en la ciudad conventual
En conclusión, los conventos y las iglesias fueron grandes configuradores de la morfología de las ciudades hispanoamericanas. En el caso de Santiago, los conventos de la ciudad constituyeron un patrón fundamental en su desarrollo y posterior transformación en el siglo XIX y XX7. La ciudad colonial que se desarrolló entre los siglos XVI y XVIII, efectivamente la podemos definir como una “ciudad de los conventos”, en el sentido de que las construcciones religiosas definieron y afectaron no sólo el desarrollo urbano, sino que configuraron, hasta el día de hoy, lugares con identidad dentro de la trama. La sociedad colonial registró una importante focalización religiosa, gracias a las posibilidades generadas por el amplio territorio disponible para la evangelización. De esta manera, debemos destacar cómo la vida giraba en torno a las edificaciones religiosas, además del culto, los conventos cumplían una función de servicio para los habitantes de la ciudad, principalmente a través de la educación de los jóvenes de los sectores sociales más acomodados. Por otra parte, debido a la horizontalidad de la ciudad colonial, los principales edificios que destacaban eran las torres de sus iglesias y la introversión de las manzanas8. Según Guarda existiría una consciente jerarquización del espacio a partir de estos elementos que configuraban recorridos, una suerte de peregrinación en una ciudad socialmente organizada por lo religioso, una
urbe tensionada por edificios eclesiásticos y determinada por las relaciones que se establecían entre ellos9.
El modelo tridimensional que esta investigación ha construido permite demostrar la incidencia de piezas arquitectónicas claves en la configuración de la ciudad colonial y visualizar los episodios notables precisamente por su condición de hitos dentro de la horizontalidad del paisaje urbano. La investigación ha logrado demostrar la importancia de la Iglesia y de las órdenes religiosas en la conformación de la ciudad, templos y conventos se distribuyeron en el territorio determinando cuadrantes de influencia, ya sea dominica, mercedaria, jesuita, agustina o franciscana. En su conjunto podemos entenderlos como un complejo entramado de relaciones visuales, recorridos y torres que daban carácter a cada zona de la ciudad.
El siglo XIX se configura como un proceso de cambio y transformación para la Iglesia Católica y las órdenes religiosas, situación que se produce en paralelo en toda Hispanoamérica. . De esta manera, podríamos concluir que las consecuencias de los cambios producidos durante este período son la transformación de la ciudad colonial en una ciudad de edificios y nuevos espacios públicos. Esto da cuenta de la importancia de la ubicación de las órdenes en la ciudad, otorgándole identidad al sector donde se instalaban. Por último, la ubicación y construcción de nuevas piezas emblemáticas, como universidades y escuelas públicas, en los terrenos religiosos reflejan un proceso social y político de traspaso de mando entre lo religioso y lo laico.
Notas
- Este artículo es posible gracias al apoyo del IX Concurso de Investigación para Académicos UC, Proyecto N°368/DPCC2011 y a la colaboración de los ayudantes: Carlos Silva, Yolanda Muñoz y Natalia Aravena. Cabe reconocer que el arquitecto y estudiante de Magíster de Desarrollo Urbano, Carlos Silva, desarrolló la metodología para el levantamiento tridimensional de la ciudad de Santiago en 1831. Los autores agradecen el apoyo a la investigación proporcionada por el Concurso de Investigación 2011 VRI /Pastoral y Cultura Cristiana, y a CEDEUS (Centro para el Desarrollo Urbano Sustentable) financiado por CONICYT proyecto FONDAP N°151110020. Además este trabajo se enmarca en el proyecto Fondecyt, N°1110481(Una ciudad, dos catedrales. Los cambios en el conjunto catedralicio de Santiago y el proceso de modernización urbana del último periodo colonial: 1730-1800. / Investigador principal: Fernando Pérez O.).
- BORSDORF, A. (2003). Hacia la Ciudad Fragmentada. Tempranas Estructuras Segregadas en la Ciudad Latinoamericana. Scripta Nova, Revista Electrónica de Geografía y Ciencias Sociales. Universidad de Barcelona. http://www.ub.edu/geocrit/sn/sn-146(122).htm
- Serrano, Sol, 2008. ¿Qué hacer con Dios en la República? Política y secularización en Chile (1845-1885). Santiago: Fondo de Cultura Económica.
- Romero, José Luis, 2004. Latinoamérica. Las ciudades y las ideas Siglo XXI. Buenos Aires: Editores Argentina.
- Aliata, F., 2006. La ciudad regular. Arquitectura, programas e instituciones en el Buenos Aires posrevolucionario, 1821-1835. Buenos Aires: Universidad Nacional de Quilmes.
- Rosas, José y Elvira Pérez, 2013. “De la ciudad cerrada de los conventos a la ciudad abierta de los espacios públicos: Santiago 1710-1910”, Revista de Geografía Norte Grande no 56, 97-119.
- La representación tridimensional realizada permitirá continuar el estudio de estas temáticas en una segunda investigación, Proyecto Pastoral Nº3127/DPCC2013. “LA IGLESIA EN LA CIUDAD II:
Santiago de Chile y la transformación de manzanas con edificios religiosos en monumentos, patrimonio urbano y bienes culturales de la nación”. Investigador: José Rosas. Alumnos Postgrado: Elvira
Pérez, Carlos Silva; que estudia la morfogénesis de trece manzanas conventuales, desde 1831 a la actualidad. - Rosas, José y Josep Parcerisa, 2012. “El Canon Republicano y la distancia 5 mil”, manuscrito Proyecto Fondecyt Nº1110684.
- Guarda, Gabriel, 1968. La ciudad chilena del siglo XVIII. Buenos Aires: Centro Ed. de América Latina