«Por encima de auspiciosas estadísticas y comparaciones, el verdadero valor de una universidad está en sus académicos»
En una de sus primeras resoluciones, el recientemente instalado Consejo Nacional de Educación acordó el cierre de la Universidad del Mar al constatarse graves irregularidades en su manejo. Son miles de estudiantes y titulados de esa casa de estudios que se sienten defraudados. Muchos de ellos corresponden a la primera generación de sus familias que accede a la educación superior gracias al esfuerzo y sacrificio económico propio y de sus padres. Se dice que es solo «la punta del iceberg», un caso extremo en medio de un conjunto de malas prácticas que afectan también, aunque en menor medida, a otras instituciones. Es un buen momento para reflexionar acerca de nuestra propia universidad.
Si miramos los indicadores usuales, la UC se ve muy favorecida: mantiene el máximo de años de acreditación, obtiene el primer lugar en calidad según varios rankings, por años ya postula a sus carreras la mayor proporción de jóvenes con altos puntajes del país; fruto del liderazgo de académicos que en las últimas cinco décadas la transformaron en lo que hoy algunos llaman una «universidad de investigación». Si bien mantiene su medular compromiso con la formación de buenos profesionales, extiende esta voluntad a la creación intelectual y a la formación de postgrado, acercándose a ser «el lugar donde los estudiosos examinan a fondo la realidad» como lo expresa Juan Pablo II en Ex corde Ecclesiae.
Por encima de auspiciosas estadísticas y comparaciones, el verdadero valor de una universidad está en sus académicos. Existen dos instrumentos esenciales que el Reglamento del Académico establece para asegurar su calidad: la contratación mediante concursos abiertos y la evaluación académica bienal. Sin embargo, no sin conflictos internos, las unidades académicas han ido poco a poco implementando estos procedimientos, con un grado de avance y rigor notoriamente disparejo.
El conflicto radica siempre en la doble exigencia de hacer investigación y docencia de calidad. Mientras la docencia es asignada semestre a semestre, la investigación y la creación artística requieren de la iniciativa individual cuyos frutos dependen de habilidades innatas y competencias expertas no fáciles de adquirir. También se discute la forma en que los aportes a la administración y el servicio externo son valorados. Ambas actividades contribuyen al buen funcionamiento de la institución, y la voluntad de colaborar en ellas es parte de la expectativa de desempeño de los académicos, por lo que debe ser considerada en los procesos de calificación.
La evaluación de los méritos de quien postula a una vacante o del desempeño de un académico es un juicio al conjunto de antecedentes disponibles. Pero debe ceñirse a criterios claros, conocidos y transparentes, buscando siempre la calidad en el servicio que la universidad presta a la comunidad.
Frente a la inquietud expresada por el Consejo Nacional de Educación acerca del sistema universitario chileno, podemos confiar en que la UC lo está haciendo bien. Pero lo puede hacer aún mejor si perfecciona y profundiza la aplicación sabia de los dos instrumentos señalados.