¡Compártelo!

“La vergüenza tiene que cambiar de bando”

La sumisión química se entiende como la administración de sustancias a una persona sin su consentimiento ni conocimiento con fines delictivos y se ha incrementado en las últimas décadas, adquiriendo una gran relevancia social especialmente en el ámbito de las agresiones sexuales. Tal es el caso de Gisèle Pelicot: su esposo le administraba drogas y contactaba a sujetos que la violaban mientras él grababa todo. Este suceso ha causado gran conmoción el último mes, sin embargo, es un fenómeno conocido por todos aquellos profesionales que atienden a víctimas de agresiones sexuales. Su comprobación es muy difícil debido a la corta permanencia de las sustancias utilizadas en el cuerpo de las víctimas y, dado que comprometen la conciencia y provocan amnesia, dificulta su relato.

Foto de Jen Theodore en Unsplash

Se trata de otro método que tienen los agresores para consumar sus más bajos impulsos, además de la violencia física con lesiones que llegan hasta el asesinato, las amenazas de daño físico y el engaño mediante posiciones de poder. Todos estos medios consisten en perturbar el normal funcionamiento de las facultades superiores del ser humano, que constituyen su naturaleza personal. Algunos, como la violencia física, vulneran la voluntad de la víctima quien entiende lo que está viviendo, pero no puede impedirlo; otros vulneran la razón al engañar su incompleto funcionamiento, como en el caso de niños, niñas y adolescentes o discapacitados mentales y, por último, esta sumisión química que altera tanto la razón como la voluntad de la víctima.

La literatura muestra que en alrededor del 15 al 34% de las agresiones sexuales se comprobó esta forma para doblegar a las víctimas y, entre ellas, el 68% reconoce haber consumido previamente alcohol u otras drogas psicoactivas de manera voluntaria1. En nuestra Unidad Levantar_es UC Christus (leer investigación), tenemos un 33% de víctimas sometidas por drogas.

La razón y la voluntad son las facultades que diferencian a los seres humanos de los otros vivientes, los cuales tienen un comportamiento instintivo, perfecto para ellos, pero totalmente determinado. El ser humano en cambio, al ser capaz de entender a través de la razón, puede elegir lo que le conviene porque es dotado de voluntad entonces es libre. Y es esa libertad la primera vulnerada en las agresiones sexuales a través de la anulación de las facultades propiamente humanas. De hecho, el código penal las considera dentro de los delitos que lesionan la libertad.

Sin embargo, no podemos olvidar que somos una unidad, razón y voluntad encarnadas en un cuerpo vivificado por un alma de naturaleza espiritual. Ese cuerpo espiritualizado es también afectado por estas agresiones. “El ser humano está inseparablemente compuesto de cuerpo y alma, y el cuerpo es el lugar vivo donde se despliega y manifiesta la interioridad del alma, incluso a través de la red de relaciones humanas. Constituyendo el ser de la persona, alma y cuerpo participan así de esa dignidad que caracteriza a todo ser humano”2.

Quienes atendemos a estas víctimas, constatamos en ellas una tremenda desintegración. Sufren no solamente por la vulneración de su razón y voluntad, y por ende de su libertad, sino que sufren al ver su cuerpo, destinado a la contemplación, a la entrega amorosa al ser querido, a la espera del hijo o hija libremente anhelada; dañado y ultrajado.  Su sufrimiento y desgarro es total; físico, psíquico y espiritual.

Las víctimas de sumisión química sufren no solamente por la vulneración de su razón y voluntad, y por ende de su libertad, sino que sufren al ver su cuerpo, destinado a la contemplación, a la entrega amorosa al ser querido, a la espera del hijo o hija libremente anhelada; dañado y ultrajado.

No obstante, la víctima conserva intacta su completa dignidad. Aquella Dignitas infinita de la cual nos habla el Dicasterio para la doctrina de la fe, no solo la dignidad ontológica inherente a todos los seres humanos al ser creados a imagen y semejanza de Dios, sino esa dignidad moral que depende del ejercicio de nuestra libertad y que sólo puede ser degradada por acciones propias indignas. Es el victimario el que se corrompe al violentar el cuerpo y el alma de una persona. La víctima agredida, desgarrada y desencajada de la unidad de su ser, debe ser ayudada a recuperar la integridad perdida. Debe volver a levantarse digna como siempre, pero, además, sana.

Notas

  1. Isorna M, Rial A. Drogas facilitadoras de asalto sexual y sumisión química. Health and Addictions. Vol 15 Nº2, 137-150. 2015.
  2. Cfr. Declaración Dignitas infinita sobre la dignidad humana. Declaración del Dicasterio para la Fe. 8/04/2024. Disponible en https://press.vatican.va/content/salastampa/it/bollettino/pubblico/2024/04/08/0284/00588.html#es.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Artículos relacionados

Contáctanos

Déjanos tus datos y luego nos pondremos en contacto contigo para resolver tus dudas.

Publica aquí

Te invitamos a ser un generador de contenido de nuestra revista. Si tienes un tema en que dialoguen la fe y la razón-cultura, ¡déjanos tus datos y nos pondremos en contacto!

Suscríbete

Si quieres recibir un mail periódico con los contenidos y novedades de la Revista déjanos tus datos.