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Por una vida con esperanza

Publicamos las palabras de la directora de la Pastoral Ángela Parra en el Seminario II Encuentro de red por una cultura de la vida. Esperanza y vida, realizado el pasado 24 de marzo en la facultad de Derecho de la Pontificia Universidad Católica de Chile. 

 

Se cumplen 30 años de la publicación de la carta encíclica Evangelium vitae de San Juan Pablo II. En ella se defiende la vida desde la concepción hasta la muerte natural, como una hoja de ruta que dejó el Papa a todos los católicos y personas de buena voluntad, “profundamente convencidos de que no se puede separar la fe de la defensa de la dignidad humana, la evangelización de la promoción de una vida digna y la espiritualidad del compromiso por la dignidad de todos los seres humanos”.

Continuando ese legado, en 2013 El Papa Francisco reiteró en su exhortación apostólica Evangelii gaudium: «No se debe esperar que la Iglesia cambie su posición en este tema. Quiero ser completamente honesto al respecto. No es un tema que esté sujeto a supuestas reformas o ‘modernización’. No es progresista pretender resolver los problemas eliminando una vida humana”.

En Evangelium vitae Juan Pablo II hablaba de una “verdadera estructura de pecado, una cultura de la muerte”, refiriéndose a las acciones de ese tiempo, y ya veríamos nosotros que las venideras también, respecto de lo que se entiende y, por ende, defiende como vida. Ya en esos años alertaba sobre el aborto, la masificación de los anticonceptivos y la reproducción artificial. La reflexión ha continuado y se ha actualizado. En 2008 la instrucción Dignitas personae, publicada por la entonces Congregación para la Doctrina de la Fe, trajo a la mesa temas como los embriones congelados, la reducción embrionaria, el diagnóstico preimplantatorio, la clonación, la manipulación del embrión entre otros atingentes al momento.

Me parece prudente y esperanzador citar también la exhortación apostólica Amoris laetitia de 2016 en la que el Papa Francisco se refiere a la adopción como “un camino para realizar la maternidad y la paternidad de una manera muy generosa, y quiero alentar a quienes no pueden tener hijos a que sean magnánimos y abran su amor matrimonial para recibir a quienes están privados de un adecuado contexto familiar (…). Adoptar es el acto de amor de regalar una familia a quien no la tiene”.

En 2024 la instrucción Dignitas infinita del Dicasterio para la Doctrina de la Fe abarcó prácticas como la maternidad subrogada y la reducción de la natalidad como atentados contra la dignidad humana que están a la par con otros dramas como, la guerra, la pobreza, la migración forzada, la violencia sexual, la eutanasia entre otros.

Son estos dolores de un mundo contemporáneo donde el consumo es el eje central de nuestra sociedad. El filósofo Byung Chul Han en su más reciente libro, El espíritu de la esperanza, dice: “Los consumidores no tienen esperanzas. Lo único que tienen son deseos y necesidades. Tampoco necesitan ningún futuro. Cuando el consumo se absolutiza, el tiempo se reduce al presente permanente de las necesidades y satisfacciones”. Futuro y esperanza, esas son las bases fundamentales del tema a discutir hoy en este panel; no podemos entender la crisis de natalidad si primero no hemos analizado la intrincada relación entre el consumo excesivo, la sociedad de la aceleración, la desesperanza y la obsesión por la realización individual por encima de otros valores y esperanzas. Es aquí donde la contracorriente del cristianismo entra como un torrente de cambio a una sociedad que necesita una inyección intravenosa de esperanza. «Le dijo Jesús: Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá. Y todo aquel que vive y cree en mí, no morirá eternamente». (Jn 11,25- 26)

No permitamos que la desesperanza nos cierre al don de la maternidad y la paternidad, al proyecto de apertura y compromiso con la vida que el creador ha inscrito en el corazón humano. No dejemos que sean las mascotas, bellas en sí mismas como un don de la creación, reemplacen el llamado a la configuración de una familia.

Cierro estas palabras con un extracto de la Bula Spes non confundit, «La esperanza no defrauda», del Papa Francisco convocando al año jubilar que celebramos en este 2025: “La comunidad cristiana, por tanto, no se puede quedar atrás en su apoyo a la necesidad de una alianza social para la esperanza, que sea inclusiva y no ideológica, y que trabaje por un porvenir que se caracterice por la sonrisa de muchos niños y niñas que vendrán a llenar las tantas cunas vacías que ya hay en numerosas partes del mundo. Pero todos, en realidad, necesitamos recuperar la alegría de vivir, porque el ser humano, creado a imagen y semejanza de Dios (cf. Gn 1,26), no puede conformarse con sobrevivir o subsistir mediocremente, amoldándose al momento presente y dejándose satisfacer solamente por realidades materiales. Eso nos encierra en el individualismo y corroe la esperanza, generando una tristeza que se anida en el corazón, volviéndonos desagradables e intolerantes”.

Con la investigación de Carmen Elena Villa

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