La opinión de nuestros alumnos sobre el sentido de la vida es la cuestión que ocupó al estudio «Evolución de las creencias y prácticas religiosas en estudiantes de la Universidad Católica de Chile». La investigación revela conclusiones fundamentales acerca de sus motivaciones, resultados directamente vinculados con el contexto cultural actual.
Nuestra cultura produce abundante material acerca de la pregunta por el sentido de la vida: libros de autoayuda, volantes en la calle, frases que circulan en internet, artículos, páginas web, conferencias, películas, etc. No es una cuestión que esté resuelta a priori, y a todos, en algún momento, nos urge contestarla. «La pregunta por el sentido de la vida afecta nuestra existencia de un modo radical, y de la respuesta que demos a ella depende en gran parte nuestra posibilidad de ser felices e incluso de querer y poder seguir viviendo» afirman los profesores Joaquín Silva, Jorge Manzi y Roberto González autores del estudio «Evolución de las creencias y prácticas religiosas en estudiantes de la Universidad Católica de Chile». ¿Tiene sentido la vida? ¿Cuáles son los factores que ayudan a determinar esa respuesta? Los investigadores destacan la importancia de conocer qué piensan los jóvenes que se encuentran en su etapa de formación universitaria y que más que cualquier otro grupo etario son sujetos protagónicos de los procesos de cambio cultural.
Una encuesta en un estudio interdisciplinario
La investigación guiada por las preguntas expuestas arriba es parte del estudio interdisciplinario «Jóvenes, cultura y religión»1, proyecto que buscó establecer un diálogo entre la teología y la psicología social para reflexionar sobre el fenómeno religioso desde diversos aspectos de la vida de los jóvenes. El objetivo propuesto fue observar interdisciplinarmente el hecho religioso en el contexto de la cultura actual, siguiendo los planteamientos del Concilio Vaticano II que llama a incorporar a la teología los conocimientos de las ciencias y humanidades para una mayor inteligencia de la fe (cf. Gaudium et Spes, n. 62).
Para ello, los académicos elaboraron un amplio cuestionario en que abordaron temas como la identidad, creencias y prácticas religiosas, actitudes políticas y sociales y formación universitaria de los alumnos de la Pontificia Universidad Católica de Chile. La encuesta fue aplicada en una muestra importante de jóvenes: alrededor de 900 alumnos participaron en las tres mediciones que se hicieron a lo largo de sus 5 años de carrera para observar la estabilidad y los cambios en los temas señalados.
Preguntas fundamentales
En una sección del cuestionario orientada específicamente a observar la relación entre sentido y creencias, los alumnos tenían tres opciones para dar su opinión acerca del sentido de la vida: «la vida tiene sentido», «no sé si la vida tiene sentido» y «la vida no tiene sentido».
Alrededor de un 80% dijo que la vida sí tiene sentido (ver figura 1 2) y es interesante ver que el mismo porcentaje se declaró creyente3. En opinión de los investigadores, la cuestión por el sentido de la vida «está fuertemente asociada a la respuesta que se da a la pregunta por Dios y la intensidad con que se vive la fe». Por ello quisieron profundizar para encontrar cuáles son las fuentes que según los jóvenes dan sentido a su vida.
Se pidió a los alumnos que evaluaran en una escala de 1 a 7 diez motivaciones que pueden otorgar sentido a sus vidas. Como se muestra en el gráfico de la figura 2, la mayoría de las fuentes de sentido fueron evaluadas por sobre la media teórica de la escala (4.0), excepto «dar testimonio de mi fe», que muestra un promedio levemente por debajo de la media teórica. Por otra parte, la motivación que obtuvo en promedio la calificación más alta fue «ser feliz», cercano a 7.0. Sobre este punto, la profesora de Filosofía UC María Alejandra Carrasco explica: «el hecho de que “ser feliz” obtenga tan alto puntaje puede deberse a que, en cierta forma, equivale a “tener sentido”. Es decir, la relación entre felicidad (verdadera felicidad, no mera alegría) y sentido es estrechísima, y de cierta forma podrían hasta comprenderse como nociones intercambiables. Por otro lado, “dar testimonio de mi fe” podría identificarse con “estar predicando”, “participar activamente en actividades pastorales”, “ir a misa todos los días e intentar llevar a mis compañeros”… en fin, ciertas acciones muy concretas, que no siempre, ni necesariamente, son el verdadero testimonio. Si “dar testimonio de mi fe” se comprendiera como vivir coherentemente mi fe (¿hay mejor testimonio?), es decir, tener una vida coherente, posiblemente tendría un mayor puntaje».
Las diez motivaciones ofrecidas se agruparon en tres grupos para ser analizadas en relación a las respuestas a la pregunta por el sentido de la vida: «creer en Dios» y «dar testimonio de mi fe» como fuentes de sentido religioso; «la búsqueda del bienestar y el placer», «formar una familia», «lograr mis metas personales», «ser feliz» como fuentes de sentido individual; y finalmente, «contribuir a que la sociedad sea más justa», «trascender a través de mis actos o logros», «estar en armonía con todo», «desarrollarme como persona y lograr equilibrio espiritual» como fuentes de sentido integrativo. La tabla 1 muestra la correlación calculada entre estas tres dimensiones con la opinión de que la vida tiene sentido. Se aprecia que están relacionadas en forma directa y significativa con la pregunta por el sentido de la vida, lo que indicaría que a medida que aumenta la importancia que los estudiantes asignan a las fuentes de sentido, también aumenta la percepción de que la vida tiene sentido. Vale la pena destacar que la fuente de sentido religioso es la que tiene mayor incidencia sobre esa posición y que además esto aumenta al pasar los años.
Según el profesor de Sociología UC Pedro Morandé esta correlación tan significativa, es decir, que la experiencia religiosa sea una fuente tan importante del sentido para estos jóvenes, no debería extrañar: «No tiene tanta vinculación con el hecho de que nuestra universidad sea confesional, sino más profundamente, con la calidad intelectual de nuestros estudiantes». La inteligencia, por naturaleza inquisitiva, no queda satisfecha con las respuestas que formula, y debe volver a preguntar. Solo el sentido religioso, que se funda en la Revelación, puede iluminar el conjunto de la experiencia humana en la comprensión de la vocación del hombre como la vocación a ser persona en la comunión entre personas, explica el profesor Morandé.
Por otro lado, el resultado de esta correlación también concuerda con lo que se podría postular filosóficamente. «Uno atribuye sentido a la vida porque uno puede apreciar valores que esa vida puede realizar o valores y bienes en los que esa vida pueda participar», explica el profesor José Tomás Alvarado. Por lo tanto, la religión otorga sentido en cuanto implica la creencia en determinados valores a los que el ser humano adhiere para comprender el mundo o para modelar su vida de acuerdo a ellos.
Una vida sin sentido
Con todo, no hay que perder de vista que cerca de un 15% de los encuestados respondió que la vida no tiene sentido o que no sabe si lo tiene. Esta cifra podría relacionarse con el porcentaje de alumnos que se reconoce como ateo (7,09%) y agnóstico (10,8%). «Si uno posee una perspectiva no teísta sobre el mundo—esto es, no cree que Dios exista—, lo razonable es pensar que la vida no tiene sentido. Si no hay realmente bienes y valores en el mundo entonces no puede haber tampoco sentido», señala el profesor Alvarado. Este grupo puede representar la crisis de sentido que atraviesa el mundo actual.
En la Conferencia de Obispos Latinoamericanos en Aparecida se expresó que debido al acelerado y vertiginoso aumento de conocimiento técnico y científico «se ha hecho difícil percibir la unidad de todos los fragmentos dispersos que resultan de la información que recolectamos» (n. 36). En este contexto, con frecuencia se intenta tratar la realidad unilateralmente, desde los ámbitos separados de la economía, la política y las ciencias. Sin embargo, como bien afirma el documento, «ninguno de estos criterios parciales logra proponernos un significado coherente para todo lo que existe» (n. 36). En esta situación muchos buscan poder dar a la vida un sentido exacto y, desanimados por la fragmentación y limitación a la que se enfrentan, perciben una existencia carente de toda significación propia a la que solo queda darle un sentido puramente subjetivo (cf. Gaudium et Spes, 10).
Pese a lo anterior, el estudio muestra que con el correr de los años disminuye sobre todo la respuesta «no sé si la vida tiene sentido» y aumenta la afirmación positiva por el sentido de la vida (ver figura 1). Este aumento se da incluso aunque la evaluación de las motivaciones de sentido para la vida disminuye, especialmente para las motivaciones que se agrupan como fuentes de sentido religioso, como se representa en el gráfico de la figura 24. Res- pecto de esto último, el profesor Joaquín Silva, opina que se debe a que se ponen en cuestión las fuentes de sentido tradicio- nales, las que se cargan desde la etapa escolar, al confrontarse en un ambiente más amplio con otras, en un proceso necesario de transformación en la transición a la edad adulta. Este proceso parece traer aparejado un aumento del individualismo y del pragmatismo y el interés por motivaciones más orientadas al éxito.
Alcance de los resultados
¿Son extrapolables estos resultados fuera de la comunidad de la Universidad Católica? ¿Se constata la misma realidad en la juventud del resto del país? Según el profesor Pedro Morandé, aunque los resultados de la investigación son bastante alentadores «otras encuestas mostrarían que no debería generalizarse al resto de la población nacional ni tampoco al grupo etario considerado». Si bien el 55,4% de católicos registrado en el estudio de la Universidad Católica coincide con el 54% de los jóvenes chilenos que se declaran católicos según la Encuesta Nacional Bicentenario del 20135 existe una gran diferencia en la composición del universo total. En Chile, de acuerdo a la misma encuesta nacional, un 12% de los jóvenes es evangélico mientras que en nuestra universidad esta cifra es de solo un 2,63%. Los investigadores Silva, Manzi y González señalan que el factor decisivo para esta baja presencia de evangélicos no es el carácter confesional de la universidad: sino más bien al nivel socioeconómico (mayoritariamente medio y alto)6 de dónde provienen nuestros estudiantes, mientras que la Quinta Encuesta Nacional de Juventud de la INJUV establece que solo el 4,3% de los jóvenes universitarios son evangélicos, puesto que la opción por la religión evangélica disminuye significativamente en los sectores de nivel socioeconómico más elevado7. Las cifras sobre no creyentes son más difíciles de comparar, en parte porque no se entrega información específica respecto del agnosticismo en las mediciones hechas fuera de la universidad. Por lo tanto, no hay motivos suficientes para presumir que coinciden con el porcentaje medido en este estudio.
«El hecho de que “ser feliz” obtenga tan alto puntaje puede deberse a que, en cierta forma, equivale a “tener sentido”. Es decir, la relación entre felicidad (verdadera felicidad, no mera alegría) y sentido es estrechísima, y de cierta forma podrían hasta comprenderse como nociones intercambiables.»
Frente a la evidencia de que la población de estudiantes de la Pontificia Universidad Católica de Chile no puede considerarse como representativa de la población nacional de universitarios, el profesor de Teología UC Fernando Berríos comenta que, en general, los alumnos provienen de un «sector en que todavía es más fuerte el influjo de la Iglesia Católica y de otras asociaciones religiosas con su presencia en el mundo de la educación». Ante esto, propone que el desafío de la universidad es ayudar a los estudiantes a construir una experiencia de fe más profunda y más sólida, con un auténtico sentido de lo social y en conexión con las necesidades reales de Chile y del mundo en el que los jóvenes tendrán que desplegar sus dotes y la formación recibida en las aulas.
La experiencia de la fe en los jóvenes
Más allá de la reflexión teórica, la práctica también parece confirmar lo revelado en el estudio acerca de la relación entre fe y sentido. Domingo Concha, alumno de Ingeniería Civil a cargo del proyecto Comunidades UC, explica desde su experiencia que las instancias de oración y formación tienen un efecto muy profundo en las personas: a medida que más se conoce a Jesús, más se conoce la persona a sí misma y, a la vez, más se comprende la plenitud que se puede descubrir en la propia vida desde el sentido religioso. «Cuando nos preguntamos por el sentido de la vida nos encontramos muchas veces con cuestiones sin respuesta. En la reli- gión es posible encontrar respuesta para todas las experiencias de la vida: explicamos el dolor y también se profundiza el sentido de las vivencias positivas. En este ámbito, la fe no tiene tope, todo lo demás sí», afirma.
Desde los resultados de la investigación y testimonios como éste, se puede inferir que la religión es un factor persistente en la opinión de que la vida tiene sentido. Los académicos esperan que este trabajo sea la base para un próximo estudio panel de seguimiento de los egresados de la UC en su transición hacia el mundo laboral y la vida adulta para observar el cambio o estabilidad de las identidades, creencias y prácticas de tipo religioso después de su paso por la universidad. La misma pregunta por el sentido de la vida puede tener otra respuesta en quienes hayan modificado sus creencias o hayan padecido una crisis de sentido frente a los nuevos escenarios en que se inserten. Sin embargo, como se concluye de modo general en la investigación, la religión y la espiritualidad, el desarrollo personal y familiar, así como la vida en comunión con los demás y con nuestro entorno, son respuestas efectivas para proyectarnos positivamente y con propósito en la vida.
Notas
- Más información del estudio en http://www.mideuc.cl/estudiojovenes/index.html
- Resultados obtenidos a partir de la última medición del estudio «Jóvenes, cultura y religión», 2012.
- Informe de resultados estudio DIPUC «Jóvenes, cultura y religión», generación 2007. Página 2.
- Ibíd.
- Jóvenes entre 18 y 24 años, http://encuestabicentenario.uc.cl/resultados/2013-3/
- Estudio “Jóvenes, cultura y religión”, www.mideuc.cl/estudiojovenes/metodologia.html
- Resultados estudio DIPUC “Jóvenes, cultura y religión” e INJUV: Quinta encuesta nacional sobre Juventud – 2007.