Un réquiem alemán, op. 45, del compositor alemán Johannes Brahms (1833-1897), fue iniciado alrededor de 1866 e interpretado por primera vez el Viernes Santo de 1868 en la Catedral de Bremen. La obra está estructurada en siete movimientos, aunque el séptimo fue agregado posteriormente. Podríamos decir que los tres primeros movimientos profundizan en el duelo, desarrollando un ambiente profundo y sombrío. A partir del cuarto movimiento, sin embargo, la música parece conducirnos a una certeza, un consuelo.
A diferencia del réquiem tradicional —como el reconocido de Mozart, basado en textos litúrgicos en latín provenientes de la tradición católica, muchos de ellos inspirados en la Biblia Vulgata, y centrado en la salvación y el juicio final—, Brahms opta por una selección de pasajes bíblicos de la versión luterana, y su enfoque se orienta más al consuelo de quienes permanecen, busca la fe en la Resurrección más que en el miedo al Día del Juicio.
Comentario:
El arte sonoro ha acompañado desde el inicio de los tiempos el sentir humano. La música ha sido un medio para expresar aquella interioridad que es indecible de otro modo. En este sentido, la música es para nosotros un modo del decir, y por ello es performativo, pone en juego al sujeto, al deseo, la pasión, la esperanza, el duelo, la verdad.
La necesidad que Brahms expresa de manera tan sensible y dramática en su Réquiem revela la urgencia humana frente a la finitud. Conmueve al oyente con sus masivos coros y su espacio sonoro envolvente, haciendo casi inevitable el aflorar de la sensibilidad. Su Réquiem es, en sí mismo, un sentimiento. Luigi Giussani decía sobre Brahms, particularmente sobre este Réquiem: “Su música está impregnada de la incontestable dignidad del hombre, de su percepción de estar hecho para algo grande”1. El compositor se preocupa por la fragilidad y el dolor de aquellos que no mueren físicamente, pero se enfrentan a las preguntas y a la ausencia para la cual nunca se está verdaderamente preparado.
A través de su música, Brahms articula y valida la experiencia afectiva tras la muerte de otro, nos invita, de algún modo, a pensar en el porvenir y a no ignorar esta pregunta. Nos propone citas bíblicas donde se expone una esperanza escatológica, que nace del sufrimiento presente, pero que se proyecta hacia un cumplimiento futuro cargado de promesas. En este sentido, Moltmann afirma: “Si tuviéramos ante los ojos tan sólo aquello que vemos, entonces nos contentaríamos, alegres o tristes, con las cosas tal como son. Pero el que no nos conformemos, el que no se llegue a una armonía amistosa entre nosotros y la realidad, se debe a la esperanza inextinguible. Esta mantiene disconforme al hombre, hasta que llegue el gran cumplimiento de todas las promesas de Dios”2.
La apertura al futuro está garantizada por la resurrección de Cristo, que es promesa de nuestro cumplimiento. Este futuro no es un mero ideal, sino una promesa genuina, que recoge todo el deseo humano, es decir, el no estar hechos para la nada, la certeza de que la vida de quien amamos no puede terminar en vacío. Y es esa promesa la que nos hace ser testigos de un futuro distinto, un futuro que, inevitablemente, confronta al presente, confronta la vida, las esperas.
Ficha Técnica:
Título original: Ein Deutsches Requiem
Autor: Johannes Brahms
Director: Herbert von Karajan
País y año: Salzburg, 1978
Duración: 75 minutos.
Notas
- Giussani, L., “Como la flor del campo», Spirto gentil: Un invito all’ascolto della grande musica guidati da Luigi Giussani, Milano, Bur Rizzoli, 2011, p. 275. Traducción por: ttps:/repositoryscritti.luigigiussani.org/Sfogliatore/004764/index.html
- Moltmann, J., “Introducción: Meditación sobre la esperanza”, Teología de la esperanza (5a ed). Ediciones Sígueme, 1969, p.27.