Medianoche1. es la adaptación dramática de la obra teatral Diálogo nocturno, realizada por la dramaturga Florencia Martínez Echeverría. En ella se manifiestan aspectos complejos y muy profundos de la vida de Santa Teresa Benedicta de la Cruz, Edith Stein, alemana de origen judío y asesinada en Auschwitz. Este es un análisis desde la percepción teatral unida a categorías psicoanalíticas formuladas por el psiquiatra Ignacio Matte Blanco. En la puesta en escena, Stein queda al descubierto desdoblándose en la reina Ester y en la voz de su madre.
A medianoche aparecen los temores
La pieza teatral se inicia con una carta que escribe Edith Stein a su madre, instalándose un diálogo subterráneo entre su historia e identidad durante toda la obra. Ella teme enfrentar a su interlocutora pues “puedo salir herida yo, puedes salir herida tú”. Después continúa: “Vuelve a mi pensamiento tu mirada de incomprensión”. La protagonista se encuentra y se aleja de su madre y del judaísmo en su opción al catolicismo, mostrando el punto esencial que puso en conflicto esa relación. En la obra, la protagonista muestra sus temores a la noche, al sexo, al rugido de un animal oculto que no la deja dormir. “Todos los sufrimientos que vienen de fuera, no son nada en comparación con la noche oscura del alma”. La búsqueda de identidad se desarrolla durante la obra, al igual que su lucha feminista y el anhelo de liberación de su pueblo.
Al principio, vemos a Edith cansada y, en medio de ese agotamiento, la sorprende la aparición de una extranjera desconocida que se presenta definiéndola: “Edith Stein, la niña judía, la joven atea, la dama filosófica, la feminista cristiana, la monja carmelita y la santa mártir”. Su descripción completa, en medio de la noche que llena su celda. Asimismo, la extranjera desconocida es la reina Ester (Antiguo Testamento), a quien habría llamado en sueños, pues se identificaba con ella, entre otras cosas, por anhelar la liberación del pueblo judío. En la obra, la reina aparece como una madre positiva desde la cual la protagonista puede sosegarse y contar su vida. A su vez, Ester se presenta como invocada por Stein: “Tú me trajiste, tú me llamaste”, demostrando su necesidad de amparo, contando en esta noche oscura con la presencia y amistad de la reina.
«Edith Stein, la niña judía, la joven atea, la dama filosófica, la feminista cristiana, la monja
carmelita y la santa mártir».
Su imagen materna no reprime a la santa, y será el diálogo y una ventana de profundización de su biografía. La ira, el animal que ruge dentro de ella, sugiere un nivel de inconsciente donde todo es experimentado como una unidad, sin un antes y un después, y que envuelve la totalidad de su cuerpo. Ella se identifica con la reina quien cuando niña perdió a sus padres, porque también perdió a su papá y luchó por su pueblo, pero a los 15 se rebeló de su madre y dejó el judaísmo. “Ester madre, hermana mía”, dice Edith y se pone en su regazo. En esta imagen que la acoge y contiene, llega al nivel inconsciente. Esta idea se conecta con las reflexiones de Ignacio Matte Blanco2. Según él, el sistema inconsciente trata al inverso de cualquier relación como idéntico. En otras palabras, trata las relaciones asimétricas como si fueran simétricas. Muchas veces en el teatro, un mismo símbolo construye y destruye universos, cambiando el significado pero no los significantes.
En ciertos momentos, la extranjera es simétrica con la reina Ester y con la Inmaculada. Como dice Matte Blanco, cabe destacar que el concepto de relaciones asimétricas se refiere a aquellos símbolos cuyos inversos son siempre diferentes, mientras que el concepto de relaciones simétricas se vincula con aquellas cuyos inversos son siempre idénticos. Asimismo, cuando se aplica el principio de simetría, no puede existir sentido de temporalidad, al menos en un sentido físico, lo que considera una sucesión de momentos con un “antes-después”.
La lógica aristotélica, según Matte Blanco, no es respetada por el inconsciente. En esta obra, los personajes están simultáneamente siendo la reina Ester, la extranjera o tal vez su propia madre. “¿Quién es?”, pregunta Edith, “Jesús mío, ayúdame”. La lógica aristotélica aquí lucha con la rebelde asimetría del inconsciente, ese animal que pretende acallar, pero que vive dentro de ella.
Metalenguaje de la vida de Stein
Los procesos de creación teatral son dinámicos y presentan un conflicto inconsciente, este es el drama de Stein buscando identidad y luchando por su pueblo, pasando por las diversas etapas intelectuales de su vida para terminar con el encuentro de lo religioso. Ester busca encontrarse con su vida antigua en los diálogos del pasado y presente, con la reina del Carmelo, luchando por su pueblo antiguo y actual. Aparece el proyecto de vida del personaje con los traumas del presente, manifestados en la puesta en escena. Las imágenes teatrales expresan pensamientos, estados de ánimo y experiencias personales y afectivas. Todo esto se traspasa en los símbolos de Medianoche. Al respecto, el director teatral Ramón López señala: “Esta medianoche es una tiniebla. Una tiniebla psicológica, un mundo que ocurre en un lapso instantáneo. Si bien la obra dura como una hora, un tiempo real que está extendido, lo que ocurre allí es una detención en una fracción de un pensamiento, que todos hemos tenido en una situación fugaz ante una emergencia. Hacemos un remake, un flashback, revisamos un montón de temas o de recuerdos que a veces uno ni tiene conscientes y de pronto aparecen. Aquí lo bonito —y lo que tratamos de hacer— es que ante la inminencia de la catástrofe de que a ella la van a venir a buscar los nazis; vienen, golpean la puerta, y lo que aparece son sus pensamientos. Sabemos que al final de la obra la puerta va a ser abierta por los delegados de las S.S. que la vienen a buscar, pero en ese momento que intuye, ella se abre como un libro de situaciones personales que quizás no habría afrontado previamente”.
«El comienzo de la obra es simétrico con el final, con el mismo dolor por la relación con su madre, pero termina con que Edith ruega por el pueblo judío, con la reina Ester y su madre».
Medianoche es un metalenguaje, una resignificación de la vida de la Stein: la muerte de su padre a los dos años, su mutismo a los siete, la salida y vuelta de la universidad con su maestro Husserl, adentrándose con fuerza en los estudios de filosofía y fenomenología. Y, finalmente, el encuentro con Teresa de Ávila, que la lleva a convertirse al cristianismo: “Esto es la verdad”3.
Hay momentos en la obra cuando, simultáneamente, se presentan diversos niveles discontinuos, pero que aparecen como una unidad en el escenario. Por ejemplo, Edith y su madre, quien sale de esta relación y vuelve a ser la reina Ester. El comienzo de la obra es simétrico con el final, en ambos momentos existe dolor por el conflicto filial, pero termina con estas tres mujeres rogando por el pueblo judío. Se unen en esta súplica, en la visión del final de la vida de Stein y de su pueblo, ante un nuevo Amán reencarnado en Hitler. Durante el diálogo, se produce el descubrimiento de los diversos quiebres de la vida de la santa. Sobre el encuentro con Ester, López abre un punto de vista que complejiza la interpretación:
La reina Ester es la misma Stein. Habla como ella o como quisiera haber hablado Edith y no se atrevió. Tal vez pensó situaciones de la existencia, entonces es una imagen, una proyección de un anhelo femenino, de realización de un modelo que tuvo, porque se inspiró en ella. Ester es un modelo para el pueblo judío, fue una líder que hizo un acto de salvación, un sacrificio, se expuso. Entonces, este modelo es idealizado por Stein y lo proyecta en ella. En el fondo son dos actrices y dos mujeres muy distintas, como lo pudo haber sido la misma Edith. Ella tenía una conducta que era la forma oficial, la que todos conocían: la dura, la severa, la excesiva. Pero, por otro lado, tendría que haber estado el otro yo, el otro pliegue de su existencia, que lo tuvo quizás muy discreto, reservado, y que lo proyecta y realiza en esta imagen fantástica y ficticia.
“Viví muy atormentada, asistí a un baile donde todos se rieron y sentí vergüenza”, declara la protagonista en la obra. A diferencia de lo anterior, la reina Ester vuelve al Antiguo Testamento y manifiesta que fue escogida por el rey Asuero entre todas las doncellas, por su belleza y por su femineidad. Edith es lo contrario: la muchacha silenciosa, “la niña sabionda”, pero que tal vez tiene un profundo deseo de reconocimiento. En la ficción de la obra, cuenta que una vez una prima le gritó: “Déjame a mí tener razón alguna vez”. Era vista por su familia como “un libro de siete sellos”, como una persona introvertida, que adoraba leer y era poco comunicativa. En relación con los jóvenes que le atrajeron, sucede lo mismo, se ponía distante y ellos no la consideraban. “La vida me parecía insoportable, persecutoria. Mientras más descubría de mí, más me perdía. Era la noche oscura de mi vida”, dice Stein en Medianoche.
Abrirse a lo desconocido
Esta obra teatral toma los ejes de la dramaturgia moderna, denominada “dramaturgia vertical”, en la que a través de los símbolos se produce un proceso constante de conocer y no conocer, tolerándose que se sabe algo, pero abriéndose siempre a lo desconocido. López dice al respecto: “Lo luminoso no es un hecho físico aquí. Ella encuentra la luz, porque va a encontrarse con la espiritualidad. Hay una penumbra, porque en el espacio sugerido ni siquiera hay una fuente luminosa, no hay lámparas, velas, es una luz abstracta teatral. La única luz real es la que entra por la ventana al comienzo, pero eso cambia cuando aparece Ester. Se ilumina el espacio con una luz de fantasía, sobrenatural. Después se va construyendo la atmósfera según el relato para ir apoyando los climas de la conversación, pero había que mostrar la noche oscura, que tiene tantos significados y simbolismos. (…) Eso lo permite el teatro: te permite hacer elipsis, poner relatos paralelos. La misma Ester se transforma en la mamá, porque ella ve a su madre ahí. El público también la ve a través de esa mirada, desde los ojos de Stein”.
Según Matte Blanco, si se analizan las características del sistema inconsciente, la ausencia de contradicción mutua es consecuencia de la aplicación conjunta de los principios de generalización y equilibrio, debido a que los elementos que para el sistema consciente aparecen como contradictorios, son incluidos en una clase más amplia desde la simetría y son tratados como idénticos. Si la asimetría desaparece, el conocimiento de lo contradictorio también debe desaparecer.
Así, esta obra teatral se encuentra con la vida y muerte de Edith Stein en un proceso simbólico con movilidad temporal entre el pasado, presente y futuro que se hacen uno. Es una síntesis que revela los aspectos más profundos que organizan las dinámicas de la historia narrada, con muchos aspectos que van más allá del acontecer y que indagan en los profundos designios del encuentro entre estas dos mujeres, que son el centro de la obra Medianoche.
La preocupación por lo religioso en la época de las guerras y masacres ocupa una escritura que a veces puede asemejarse a lo cinematográfico y, por supuesto, al teatro no aristotélico, más bien simbólico o abstracto. Si el teatro es definido por Aristóteles como una imitación de la vida, mímesis y acción, sin duda Medianoche representa las acciones dramáticas de la totalidad de la vida de Edith Stein, pues los personajes interactúan y no solo narran la historia.
Esta obra no ocurre en espacios concretos y su contexto no es la sociedad ni sus malestares más profundos. La obra traspasa lo anterior y se adentra en una dramaturgia que busca el espíritu y el drama del siglo XX, finalizando la historia con la mirada a la cruz de Cristo a través de los ojos de Edith. El espíritu del resucitado recorre toda la obra, escrita en múltiples planos que se comprimen en un solo tiempo, en un devenir entre el Antiguo y el Nuevo Testamento con la incorporación al sufrimiento de la reina Ester, pasando por una Europa que vive la gran noche del nacionalsocialismo.
Afirmar la esperanza de salvación en estos diálogos teatrales, donde ya no forma parte el lenguaje corriente, es una hazaña de tal magnitud que repletó la sala de teatro en su temporada de funciones. El lenguaje se puso al servicio de lo nuevo, partiendo de la noche personal e histórica, privada y social, de Edith Stein. Se trata de nodos interconectados de su niñez: la culpa, el cansancio y la madre, para llegar al dolor del crucificado y su propia muerte en Auschwitz.
El diálogo nocturno de Medianoche es la búsqueda dialógica de la muerte de Cristo en la cruz, cuando el cielo, estando de día, se oscureció completamente. Es ahí donde la santa encuentra la verdad, tras un largo recorrido entre el Antiguo y Nuevo Testamento y toda la filosofía de su época, y ruega por la salvación de su pueblo. Pide ayuda al Papa para que tome conciencia de lo que ocurre en Alemania. Esa carta es la gran rebeldía frente a una Iglesia que parecía no tomar acciones frente a esta tremenda injusticia. Así como la reina Ester hizo una acción semejante, esta fue la intercesión que Edith hizo por los judíos y la humanidad.
Edith Stein es un grito profundo del siglo XX que busca la salvación de un pueblo que sufre el mayor de sus desgarros frente a la humanidad que se destruía.
Notas
- Proyecto financiado por el XVI Concurso de Investigación y Creación para Académicos, organizado por la Dirección de Pastoral y Cultura Cristiana en conjunto con la Vicerrectoría de Investigación de la Pontificia Universidad Católica de Chile.
- Abordado en un artículo de la revista Apuntes (2006).
- Exclamación de Edith Stein al terminar de leer El libro de la vida, autobiografía de santa Teresa de Ávila.