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Una mujer jubilada, pero no tanto

«Soy como la estudiante que siempre quise tener: cuestionar para buscar la verdad».

Soy ingeniera civil hace más de 40 años y, hasta 2024, fui profesora en la Facultad de Ingeniería y el Magíster Profesional MAC UC. Actualmente, soy estudiante de Teología. Tal vez quieran saber cómo una ingeniera se interesa por estudios religiosos.  

Siempre he sentido la obligación de contribuir a un mundo mejor. Al final de mis días, el Señor me preguntará qué hice con mis talentos. Sigo buscando la respuesta y ahí surgen brechas entre mi fe y la razón, o el conocimiento científico-tecnológico que he adquirido.  

Fui la única mujer —eso me dijeron— que dirigió proyectos mineros de gran envergadura en el mundo. Mis hijos tuvieron una mamá trabajadora, pero presente, y mi esposo, también ingeniero, siempre me apoyó. Viajé por el mundo y aprendí que Dios está en todas partes: en China, Estados Unidos, México, Perú, Sudáfrica. En todas partes las mamás se afanan por sus hijos, y en todas partes Dios las guía y acompaña, sean o no creyentes.  

Poco antes de jubilar, planifiqué mis siguientes 30 años. Pensé en opciones que posicionaran a la mujer en la historia, el arte y la sociedad. Llegó la pandemia y falleció mi madre, teóloga. En su lecho de muerte le prometí estudiar teología. Aun con alzheimer, nuestras charlas sobre religión eran una delicia. Así que postulé a la carrera como exalumna UC. Para mi sorpresa y alegría, me aceptaron.  

Mi primer desafío fue la filosofía, porque con la ingeniería aprendí y enseñé que las cosas son lo que son, y se hacen bien a la primera. Aquí había que “darle vuelta” a las ideas. Con la teología me he entretenido. A veces, mi brecha entre razón y fe se cierra, otras, se agranda; pero ese es el desafío. No entiendo aún el método teológico; más bien, aún no “me lo compro”. Será que no olvido mis fundamentos ingenieriles, pero cuando me hablan del plan de Dios o la economía de la salvación me siento cómoda.  

Soy como la estudiante que siempre quise tener: cuestionar para buscar la verdad. A veces me canso y me enojo; pero es una experiencia fascinante. Mi familia me sigue empujando, argumentan que puedo ser un aporte en la universidad. Siento que, de alguna manera, retribuyo las muchas bendiciones que he recibido y, en cierta medida, que soy un modelo para mis nietos y aquellos con los que me toca compartir. Como cuando corro en una maratón y adelanto a algún corredor menor que yo, le digo: “No te vaya a ganar yo”. Algunos en la meta me han agradecido. Claro, competir con una mujer de pelo blanco los motiva.  

No pierdo la esperanza en hacer un máster y, luego, un doctorado en Teología, para conocer más a Dios y seguir contribuyendo a la creación de su reino, para que la esperanza de un mundo mejor permanezca y se acreciente, para poder ser el instrumento que él quiera de mí. 

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